Vigésimo Cuarto Rugido

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Aria llegó en media hora a la casa de su amiga. Llevaba sólo una semana de regreso en New York y, aunque ella deseaba haber ido antes, no tenía de otra mas que esperar a que despertara. Según la madre de su amiga, quien era uno de los mejores médicos de New York, dijo que ahora que despertó necesitaba reposo. También dijo que había sido muy afortunada.

No cualquiera sobrevive a una avalancha...

Aria tocó la puerta insistentemente y quien le abrió la puerta fue una cara familiar. O bueno, dos caras familiares exactamente iguales.

- ¡ARIA, LA VALKIRIA! - Dijeron al unísono dos pequeños de piel muy blanca, cabello rubio encendido y ojos azules de mirada alegre.

- ¡Hola, mocosos! - Dijo la aludida, tomando a los pequeños en sus brazos mientras giraba. Los niños reían en sus brazos, disfrutando las vueltas muy felices. Tras varios segundos de giros, Aria los bajó al suelo, mientras ambos carcajeaban muy mareados.

- ¡¿Cómo están los enanos más locos que he visto?! ¿Siguen sacando de quicio a su madre?

- ¡Sí! - contestaron los niños a la vez mientras la llevaban de las manos a las escaleras.

- Ella está trabajando. - Agregó Tom, uno de los gemelos.

- Nos dejó a cargo de la casa y de nuestra hermana. - Continuó Tim, el otro gemelo. - ¿Quieres ir a verla?

Aria cerró la puerta principal con el pie derecho, dejándose llevar por los gemelos.

- Claro, enanos. ¡Llévenme con ella! ¿Cómo se siente hoy? - Preguntó Aria, tratando de cubrir su preocupación y no angustiar a los pequeños.

- Pues se despertó temprano. - Dijo Tom.

- Te está esperando desde hace rato. - añadió Tim.

- Decía que seguro te la pasaste en la ducha de nuevo hasta que tus padres se fueron. - Agregó Tom.

Aria arrugó la nariz, ligeramente molesta porque su amiga a veces la conocía muy bien. Al llegar al segundo piso, los dos hermanos llevaron a la joven al cuarto del fondo, y en la puerta empezaron a gritar.

- ¡Hermana, ya llegó! ¡La Valkiria ya está aquí!

A Aria se le estrujó el pecho. Su amiga se veía más pequeña de lo habitual reducida en esa cama. Aún cuando ella le dirigía una enorme sonrisa, podía ver su piel rosa llena de raspones, muchos de los cuales se cubría con curitas adornadas con animalitos que parecían ser cortesía de sus hermanos. Uno de sus brazos estaba vendado casi por completo, mientras que en su pie tenía puesta una férula. Estaba vestida con una ancha camiseta blanca, que seguro era de su querido padre, y un short rosa que se notaba era un pijama.

- Hola, Nanna... - Dijo Aria con la voz quebrada y los ojos brillantes.

Nanna Osborne la miró tan risueña como siempre, alegre de volver a ver a su mejor amiga.

- ¡Hola, Aria! - Exclamó muy feliz. - ¿Hoy también hiciste enojar a tu pa...?

Antes de poder completar la pregunta, su corpulenta amiga corrió hasta ella y se sentó en la cama, abrazándola con tal fuerza que Nanna casi pudo oír un par de huesos romperse de nuevo.

- ¡Nunca vuelvas a asustarme así, maldita sea! ¿Me oyes? - Vociferó Aria, cubriendo sus ganas de llorar de felicidad con gritos de cólera. - ¡Si te vuelves a perder en una maldita avalancha, manda una estúpida señal de humo o un maldito mensaje de texto y yo misma te busco en las malditas montañas del maldito Noruega, ¿me oíste?!

Nanna estaba algo sorprendida de ver casi quebrarse a su fuerte y ruda amiga. Pero tras estos días sin verla, lo entendía. La extrañaba mucho. También extrañaba al miedoso de su mejor amigo Daniel, pero no sabía nada de él. Solo podía esperar que estuviera bien.

Miraculous Chronicles - A Lion's TaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora