#Ganadora: Therinne

221 21 35
                                    

San Salvador, 22 de noviembre de 2019

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

San Salvador, 22 de noviembre de 2019

Este día termino mi pasantía de diseño gráfico en una agencia de publicidad.

¡Por fin, maldita sea!, ya le puedo decir adiós al estrés, a madrugar todos los días y a los trabajos ridículamente mal pagados. Sin embargo, hay algo que me entristece, entre tanta gloria y holgazanería venidera, y es que tendré que decirle adiós al hijo de mi jefa, Steve. A mi hermoso, sensual y pecaminoso crush.

Suelto un suspiro lleno de deseos lujuriosos y que me recuerdan que debo de visitar la iglesia más seguido o, en su defecto, sacarme este fuego interno. Y ante estos sentimientos disyuntivos, pienso en que esta noche es mi última oportunidad para lograr algo con mi crush. Y porque, además, esta podría ser mi noche para por fin conquistarlo o para, por lo menos, probar sus labios y quien quita y manosearlo un poquito.

Miro la hora en mi celular y como ya casi es medio día, reparo con mucha emoción en que, en cualquier momento, Steve cruzará la entrada y podré preguntarle si tiene pensado venir a la fiesta que nos harán de despedida a los pasantes. Entonces, y como si el destino supiera de mis planes, lo veo cruzar el umbral.

«¡Ay, santa señora de los abdominales!, te suplico que esta noche se haga realidad mi deseo de morder uno de sus pectorales, por fis, no desampares a esta pobre pecadora que solo quiere dar una probadita a esos abdominales de chocolate blanco. Te lo suplico, amén».

Lo veo acercarse hasta mi cubículo, no necesariamente viene a hablarme, sino que estoy de paso para que llegue a la oficina de su madre.

—Alondra —saluda, me dedica una sonrisa de medio lado, a la cual correspondo con perspicacia. Simulo que sigo con mi trabajo, pero de reojo lo veo andar hasta la oficina de mi jefa. Y el muy desgraciado, como si supiera que su mera presencia alborota mis hormonas, ha decidido vestir una camisa de magas largas ajustada y fajada a un jean azul, junto a sus zapatos casuales, otorgándome una preciosa vista.

Me abanico disimuladamente con las manos —porque no quiero dejarme en evidencia—, y me hago la promesa de que, al menos, bailaré una canción con él esta noche, porque según mis contactos, Steve si vendrá al festejo.

La despedida es en un bar nuevo de San Salvador, llamado: Explosión Latina. El cual se destaca por poner solo ritmos latinos como merengue y salsa en su mayoría. Y haciendo merito a la ocasión me decanté por un vestido fucsia con muchas pititas colgando y que psicológicamente hace ver que mis movimientos son mayores a la realidad, me llega arriba de las rodillas y me calcé unas sandalias negras.

Estoy dándole un trago a mi bebida cuando noto que mi jefa y su hijo vienen serpenteando entre la pista de baile y las parejas danzantes. En el momento que llegan a nuestra mesa nos saludan, sin embargo, cuando Steve se acerca a mí, y para mi sorpresa, se sienta en la silla vacía que está a mi lado.

Disimulo una sonrisa y para ello le doy otro trago a mi copa. Imprimo todo el valor que tengo, porque vislumbro mi oportunidad, que pienso desaprovechar. Antes dejo de seguir a Dylan O'Brien en Instagram.

—¿Qué estas tomando? —inquiere él, de pronto. Miro la copa y luego me obligo a verlo a los ojos, los cuales siempre me han parecido muy bonitos. Todo él en realidad.

—Es un mojito de maracuyá —respondo. Él da un leve asentimiento y luego sonríe. «Santa señora de los abdominales, te ruego por mi alma, amén».

—¿Y está rico? Es que no sé aún qué trago pedir... —Y sin pesarlo mucho le ofrezco beber de mi trago, pues si no pasa nada esta noche, al menos podré decir que compartimos la bebida. Patético. Lo. Sé. Steve acepta y le da un pequeño sorbo, pero luego arruga la nariz develando ¿desagrado? Sacude la cabeza y añade—: Es demasiado dulce, como tú.

«¿Ah?, ¿cómo carajos debo tomarlo?, ¿cómo un halago o qué diablos?», enfurruño la nariz, porque inevitablemente su comentario lo he sentido ofensivo.

Empero, cuando estoy por preguntarle lo que significa, él se levanta de la mesa y eleva la mano, como llamando a alguien. Sigo la dirección de su mirada y noto que está llamando a una pareja. Pronto una morena y despampanante se acerca, junto a un hombre atractivo y que dado que comparten el mismo color de piel me hace saber que son hermanos o en su defecto familia.

No obstante, el sabor amargo y el resquemor que experimenté minutos atrás, no es nada en comparación a la decepción que experimento cuando veo a Steve, luego de saludar a la recién llegada, en cómo le da un beso en los labios al chico.

«Esta sí que no la vi venir».

«¿Escuchas eso, Alondra?, es tu corazón rompiéndose».

Bebo de un solo sorbo el contenido de mi copa y me digo a mí misma que no debo sentirme mal porque de todas formas todo desde siempre había estado perdido. Empero, no puedo evitar sentirme enojada e indignada por no haberlo intuido, o sea, ¡vi la señales pero las ignoré!, igual que Selena Gomez.

Luego de incómodos minutos de cariñitos entre ellos, una de mis compañeras me pide ir a bailar con ella y yo estudio mis dos opciones: quedarme en la mesa lloriqueando secretamente por la recién decepción amorosa o ir a eliminar las penas bailando.

—Amonos —contesto y tomo su mano.

Entretanto, mis ojos se dirigen a donde Steve se encuentra con su ¿novio?, se están hablando al oído, se nota la complicidad y lo cómodos que están el uno con el otro. Suelto un suspiro largo y cansino.

«De todas formas el chocolate me da acné», me aliento, segura de que ya se me pasará el desencanto.

«De todas formas el chocolate me da acné», me aliento, segura de que ya se me pasará el desencanto

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Desafíos de Chick LitWhere stories live. Discover now