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A pesar de que mi conversación con Samuel no continuó mucho más luego de aquellos últimos mensajes, el chico estuvo presente en mi mente todo el fin de semana, sobre todo porque Daniela se había encargado de traerlo a nuestras conversaciones una y otra vez. No la culpaba, sin embargo; podía entender la desilusión y el momentáneo dolor que toda la situación le causaba, por lo que solo me limité a escucharla y aconsejarla cada que lo creía conveniente. La chica realmente había quedado afectada luego de aquella noche, por lo que escucharla (o leerla, en nuestro caso) me parecía lo más acertado por mi parte. No podía hacer mucho, de todas formas.

Samuel, por su parte, no habló con ella hasta llegada la tarde del domingo, cosa que había hecho mutar el sentimiento de la chica en varios sentidos. Había estado triste, confundida y, finalmente y para cuando él decidió hablarle, enojada, lo cual había empujado a que su conversación fuese algo violenta en algunas ocasiones. Quizás violenta no era la palabra exacta, en realidad, pero creo que se entiende a lo que me refiero; no había habido extrema comprensión por parte de Daniela.

-¿Puedes creer que me pidió disculpas por lo del beso?- escuché que me decía del otro lado de la línea, dejando que su voz sonase ofuscada -¿Quién pide perdón por un beso? ¡Es que no me lo creo!

-Sabes que Samuel es especial para algunas cosas...- comenté intentando alivianar la situación y a mi alterada amiga, cosa que no parecía conseguir por más que lo intentase.

Samuel De Luque no contaba ni con una pizca de tacto para solucionar ese tipo de problemas y lo estaba comprobando.

-Como sea, ¿cómo me pide perdón? ¡Ni que hubiese sido algo malo!

No fue algo malo, pero si un error pensé, pero no lo dije. No le había comentado sobre mi conversación con el chico ni pensaba hacerlo, por lo que sabía de él y su situación debía quedar entre él y yo. No podía simplemente decirle que Samuel parecía estar desesperado por no dejar de hablar con nosotros, me parecía inapropiado.

-¿Qué piensas hacer ahora?- pregunté y esperé atento a su respuesta, teniendo en mente lo que posiblemente diría.

-No lo sé, no quiero hablar con él de momento- tal y como pensaba -pero al mismo tiempo siento pena, ¿sabes? Fue sincero y parecía arrepentido...- asentí aunque no me estuviese viendo mientras garabateaba levemente la hoja frente a mi -Realmente quería algo serio y no tenerlo me pone mal, pero tampoco quiero terminar todo con él. Me sigue cayendo bien- suspiró y pausó -¿Tu qué harías?

-No lo sé- contesté sincero, consciente de que todo lo que le había dicho a Samuel sobre la reacción de Daniela se estaba cumpliendo -Quizás debas tomar algo de distancia y pensar. Asumo que la situación será incómoda mañana cuando se vean...

Y como si mis palabras fuesen la verdad absoluta aquel incómodo lunes llegó, instaurando entre los tres un ambiente tan denso que incluso llegaba a pesar. Cuando llegué a la universidad esa mañana y entré al salón de clases se me hizo extraño ver a Daniela y Samuel sentados en dos puntas distintas, pero más extraño me resultó no escuchar a mi amiga hablar durante toda la mañana. Toda su alegría y natural gracia se había transformado en un silencio incómodo y en un ceño levemente fruncido, todo se había reducido a una Daniela que estaba tensa y molesta, en una joven que demostraba a leguas que quería salir corriendo de allí.

Y las cosas no habían sido diferentes con Samuel.

A pesar de que había optado por quedarme junto a Daniela por obvias razones, no pude evitar supervisar a nuestro compañero un par de veces, encontrándome con que su mirada se posaba con añoranza sobre nosotros la mayoría de veces. Al igual que mi amiga, él estaba incómodo y quería salir corriendo lejos, o al menos a esa conclusión llegué cada que nuestras miradas conectaban. Me miraba como pidiendo que lo perdonase de algo que no me había hecho, que lo integrase al grupo nuevamente e intentase que las cosas entre él y la chica no estuviesen tan tirantes. Y por varios instantes sentí la necesidad de hacerlo, de poder integrarlo nuevamente a nosotros a pesar de que se tratase de aquel molesto joven que no hacía más que ponerme los nervios de punta.

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