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No sabía si estaba tomando la decisión correcta, estaba aterrado de cojones por ello y lleno de cuestionamientos, pero la mirada de Samuel... Joder, había logrado bajar mi nerviosismo de sopetón, como si se tratase de un golpe de tranquilidad. Pude ver sus orbes miel brillar más que el mismísimo sol cuando nos separamos, como también sus labios queriendo curvarse plenamente una y otra vez. Se lo veía tranquilo y feliz, muy feliz, renovado de un instante al otro. Se notaba que estaba luchando contra su propia felicidad en crecimiento, las mordidas que le dedicaba a su labio inferior y la manera en la que sus ojos amagaban a achicarse lo dejaban en evidencia.

Samuel De Luque brillaba como nunca había visto brillar a una persona y eso, por algún motivo, hacía a mi corazón latir con fuerza contra mi pecho.

-¿Estás dándome luz verde contigo?- preguntó queriendo acercarse nuevamente pero obligándose a no hacerlo; en su lugar, dejó que su sonrisa se ampliase sobre su rostro, mostrando parte de la dentadura.

-Supongo- contesté casi en un susurro, bajando la mirada para esquivar la suya.

A pesar de que había logrado tranquilizarme, irradiaba tanto que me agobiaba. Me sentía como cuando, de pequeño, intentaba mirar el sol por mucho tiempo y mis ojos comenzaban a doler debido a las radiaciones y el calor: bajaba la mirada, naturalmente, pero siempre volvía a levantarla para someterme por un par de segundos a la inmensidad de aquella cosa brillante que hacía que todo se viese más grande, más claro. Con Samuel pasó lo mismo; a pesar de que sabía que iba a molestarme, levanté la vista y lo observé nuevamente, encontrándolo aún más radiante que la vez anterior. Con el correr de los segundos, el chico parecía brillar cada vez más.

¿En serio estaba causando eso en él?

-Acabas de condenarte- levanté una ceja con duda -Seré un puto pesado ahora.

-Lo dices como si no lo hubieses sido hasta ahora- comenté, causando en él una pequeña carcajada.

-Pero será peor.

-Joder, comienzo a arrepentirme de esto- su risa, más fuerte y clara, me revolvió el pecho y enloqueció a mi corazón.

-Verás como luego de unos días no querrás separarte de mí- articuló con su tono arrogante de siempre, tan típico de él.

-Baja esos humos, campeón- afirmé mis facciones en un intento de mostrarme más serio -A fin de cuentas, fuiste tu el que empezó con esto... no vaya a ser que el que no pueda separarse de mi seas tú.

-¿Es eso un reto?

-No te flipes, ¿vale?- negó contento, distendido.

No tenía idea de que una persona podía verse de esa manera, sinceramente. Me costaba pensar que aquello se debía a mí. Quería convencerme de que se trataba de una meta personal que había logrado, o una consigna muy difícil en su lista de deberes que por fin había logrado quitarse de encima. Prefería verlo como un competidor que había alcanzado la meta en primer lugar y que por eso estaba de aquella manera, como alguien que simplemente había ganado un premio y se regocijaba en ello.

Pero una parte de mí, una pequeña parte de mi interior, estaba igual de alegre.

-Creo que deberíamos volver- comenté luego de algunos segundos de silencio y miradas de su parte, las cuales intenté esquivar la mayor cantidad de tiempo posible.

Sus ojos me mareaban, más bien su mirada y sus destellos.

-De acuerdo- su voz sonó menos alegre, aunque no lo suficiente como para ser realmente notable -Pero antes...

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