{ !love } [Wigetta]

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Estaba exagerando, lo sabía perfectamente, pero aun así no podía evitarlo por mucho que lo intentase. Entre más lo pensaba, más me negaba a asumir que Samuel, ese mismo muchacho que se había empeñado en discutir conmigo (literalmente) desde que nos conocimos, me había besado y confesado que se sentía traído por mí. Parecía un chiste de mal gusto por parte de la vida, ni más ni menos; ¿justo a la persona que más odiaba ese sentimiento le viene a pasar algo así? Es que si no estuviese tan hundido en la incomodidad me estaría riendo a carcajadas por la situación. Pensar en que Samuel De Luque, el mismísimo y único Samuel De Luque había relamido sus labios antes de besarme para hacer la unión más cálida, lejos de producirme mariposas en el estómago y esas porquerías, me causaba rechazo. Y eso, al mismo tiempo, me enojaba y entristecía en partes iguales. Así como la relación con Daniela se había roto aquella noche de la fiesta, la nuestra también desaparecería por un jodido beso sin sentido; lo poco que construimos, esa confianza que habíamos logrado establecer entre nosotros... todo se iría a tomar por saco.

O quizás estaba llevando el asunto demasiado alto.

De nuevo, no podía evitarlo.

Suspiré y observé el camino a mi derecha con desánimo; la lluvia había disminuido, pero aún podía ver como unas pocas gotas de agua corrían por la ventana del autobús para perderse segundos después al caer por el borde. Escuché a mi amiga hacer lo mismo del otro lado de la línea, quizás igual de ofuscada que yo por el asunto. A pesar de lo que había pasado con el chico, Daniela seguía sintiendo cosas por él y lo sabía, por lo que su silencio no me parecía extraño pero si me incomodaba levemente. Pensar en que Samuel sintiese por mi lo que no sentía por ella me hacía sentir descompuesto, sobre todo porque sentía que era el "rompe hogares" de la historia, a pesar de que jamás busqué eso cuando comencé a aceptar los viajes del chico. Casi podía ver sus facciones contraídas y su mirada entre molesta y dolida, quizás hasta herida. Y por un instante, pensé en acabar con aquella conversación telefónica que llevaba ya varios minutos en silencio; ella no tenía por qué escuchar mis rayadas personales ni afrontar que el chico que le gustaba la había rechazado por querer algo con su amigo.

Joder, entre más lo pensaba, más horrible me hacía sentir.

-¿Sigues allí?- pregunté, consciente de que si no lo hacía yo ella no tomaría la palabra.

-Si, lo siento- contestó casi automáticamente, como si la hubiese sacado repentinamente de sus pensamientos -Estaba pensando.

Asentí, avergonzado. Estaba siendo el centro de atención, Samuel y yo lo estábamos siendo, y no me gustaba, en lo más mínimo.

-Podemos... hablar más tarde, si quieres- propuse, consciente de que estaba haciendo de esto un drama innecesario.

Prioricé a Daniela por sobre la confusión que estaba sintiendo, buscando así la forma de librarla de esto y no involucrarla más de lo que, inevitablemente, estaba. No quería que nuestra amistad se quebrajase por esto, me negaba rotundamente; si la chica y yo dejábamos de hablar, definitivamente iba a matar a Samuel sin ningún tipo de remordimiento, sobre todo porque sería pura y exclusivamente su culpa.

-No, espera, no cortes- pidió, sonando repentinamente energizada -Estoy intentando procesarlo, ¿sabes?- rio, aunque sabía que se trataba de una risa nerviosa -Es... algo difícil de digerir.

-Lo sé, lo es para mí también- volvió a reír, esta vez de manera más calmada.

Guardamos silencio por un par de segundos, los cuales ocupé para asegurarme de no haberme pasado de mi casa.

-Y... ¿te gustó?- preguntó de repente, provocando que me ahogase momentáneamente.

La realidad era que no me lo había planteado, ni siquiera por un segundo; mi mente había estado más ocupada en recalcar que se trataba de Samuel y que besarse significaba romper la poca relación que llevábamos de manera automática. ¿Me había gustado? No quería seguir sumando cuestiones al debate que se había abierto en mi interior.