•Terminar lo que creé•

1K 107 12
                                    


Juntó sus huesudas y blancas manos sobre la mesa y observó detenidamente a aquel adolescente que respiraba con nerviosismo frente a él.

Vaya traidor, pensó.

—Jovencito—le llamó y el mencionado levantó su asustadiza vista hacia él—¿Te das cuenta de que estás traicionando a tu manada, tu familia, tu sangre?—lo presionó y rió cínicamente cuando observó como el menudo cuerpo temblaba.

—S-sí—refregó sus sudadas manos en sus muslos en busca de calmar su nerviosismo.

—Habla entonces.

—Yo puedo...—respiró hondo—yo puedo traértelo.

Su ceja se enarcó con interés y se deslizó hacia atrás en la silla, descansando su espalda, escaneándo a aquel jóven que había aparecido en su mansión ofreciendo sus servicios.

—Claro que puedes—sonrió maliciosamente—te daré una oportunidad.

(...)

Mya no tardó en llegar hacia la gran mansión y los menores tampoco demoraron mucho en charlarle acerca de su posible descubrimiento.

—No lo sé chicos...—su mirada inquieta y confundida hizo que los dos se sintieran completamente perdidos, desorientados. Si Mya no lo sabía, ¿Entonces quién?

—Mya...—Taehyung habló, debía preguntar aquello que rondaba por su mente desde hace dos noches cuando se las pasó encerrado cuidando de su mejor amigo y no pudo hacer más nada que sumirse en su mente—en aquella..."visión", ¿Qué fue exactamente lo que viste?

La mayor carraspeó nerviosa, Jungkook frunció el ceño.

—Sólo dos jóvenes corriendo, ya lo dije.

—¿Quiénes?—la mayor se congeló por un momento sintiendo su cuerpo llenarse de un miedo abrumador, no podía...no después de todo lo que le pasó al castaño, no podía decirle a aquel niño aquello, no podría romper aquella imagen honorable de sus padres que le quedaba a Taehyung, no podía ser ella quien tirara toda la verdad en su cara. Pero dolía, dolía saber la verdad y no poder contársela, porque Mya había tomado un aprecio tan potente por el pequeño omega que quería protegerlo de lo que se escondía muy en lo profundo sobre la historia de su familia, de él.

No podía simplemente mirarlo a los ojos y decirle que aquella persona que lo crió y lo apachuchó con su amor paterno nunca fue su padre. Que en realidad él fue el resultado de una unión amorosa que se acabó y se marchitó tal cual una hermosa y vulnerable flor.

Ella no podía simplemente decirle que en realidad todo fue una mentira, una gran mentira para protegerlo de todos los males que acechaban para lastimarlo, no podía ser quién observara como aquel característico brillo en los ojos del castaño se esfumaba lentamente, como su lobo entraba en agonía por haber vivido toda su vida en una falacia, una cruel falacia que fue puesta sólo por su protección. Y dolía, dolía porque sabía que merecía la verdad, y que debía contárselo ella por las buenas antes de que la funesta noticia llegara hacia ellos como una fuerte tormenta que arrasa con todo, porque no quería que la historia se volviera a repetir, porque no soportaba seguir viendo como gente bondadosa moriría.

Pero por segunda vez en su vida, tenía tanto, pero tanto miedo que lo único que pudo hacer fue añadir otro ladrillo más a esa pared creada por mentiras.

—No las reconocí...

Y sin nada más para añadir, entró en la gran mansión, dejando a los dos jóvenes extrañados, sintiendo aquella gota salada que no desprendía desde hace años descender lentamente por su vieja mejilla.

Nuevα mαnαdα ☆ | ¡kooktae! [EN CORRECCIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora