|| Tres ||

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Tom sonrió con ternura. En algún momento del viaje Harry se había quedado dormido mientras abrazaba la cantimplora con alcohol que le había pasado, claro, se veía más lindo que esa simple descripción.

Se estacionó en su pequeño estacionamiento y, moviendo un poco la pierna contrario, logró despertar el chico, quien miró a su alrededor confundido antes de centrarse en los ojos azules y suspirar aliviado.

—Ya llegamos —comentó lanzando una pequeña sonrisa para tranquilizar al menor, quien asintió aún estando somnoliento.

Harry salió del auto mientras el mayor se dirigía a la entrada, guiándose por el camino de piedra que se encontraba en el jardín. Caminó lento para que el menor le alcanzara, cosa que no duró mucho y, justo cuando llegaron a la entrada principal y Tom abrió la puerta para que su invitado entrara primero, el ojiverde soltó un pequeño silbido.

—Vaya hogar que tienes —susurró.

—No es un hogar —contestó el mayor entrando a su casa después de que el ojiverde pasara.

—Oh, lo entiendo. —Harry dio media vuelta para mirar a su salvador y sonrió con calidez— Cuando mis padres murieron tuve que dejar mi hogar para ir con a la casa de mis tíos —miró a su alrededor con curiosidad—, luego conocí a los Weasley, la familia de mi ex-novia, y fue un cariño instantáneo. —dejó de mirar el lugar para ver seriamente los ojos azules— Moraleja: Nunca te encariñes con las primeras personas que te muestran un poco de amabilidad.

—¿Qué clase de consejo es ése? —preguntó riendo— En mi caso nunca me he encariñado con nadie, ésas son puras tonterías.

—Oh, vamos...

Eso abrió paso a una pequeña conversación sobre las vidas de los dos, Tom estaba totalmente cómodo con la presencia Harry y, por otro lado, Harry se sentía más que seguro cuando la risa de Tom se extendía por la habitación.

El mayor descubrió varias cosas del ojiverde, como la muerte de sus padres, sus estúpidos parientes maltratadores, los Weasley y la loca de su novia; a Tom le parecía fascinante que, aún con todo lo que Harry había vivido, éste pueda sonreír con tanta pureza que parecía poder eliminar cualquier carencia de su vida.

El chico era curioso, amable y, aunque suene un poco raro, astuto. Sus comentarios estaban hechos con tal sinceridad e inteligencia que lo sorprendían, aunque una pizca de preocupación se coló por su ser cuando pensó en los problemas que le traerían a Harry ser tan abierto.

Le mostró una de las habitaciones de invitados, la más cercana a su habitación por si pasaba algo, y, aunque la luna ya había hecho su aparición, se pasaron hablando de cosas triviales en la puerta de dicho lugar.

Con siete años menos, Harry era capaz de seguirle una conversación con fluidez y hacerle reír por sus ocurrencias al mismo tiempo.

Bien, tal vez la vida le daba problemas para mantenerlo entretenido. 

Y Tom no se iba a quejar de eso.

Grandes esperanzas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora