|| Cinco ||

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—¡No puedo creerlo!

El grito emocionado hizo que Tom sonriera, algo a lo que ya se estaba acostumbrando aún cuando, en toda su vida, había desconocido el valor de una sonrisa.

Harry caminó hacia el enorme librero, acariciando algunos libros mientras los miraba con cariño. Cariño que el ojiazul comprendía con claridad.

—No pensé que te gustara Virginia Woolf —susurró mirando todos los libros de dicha autora acomodados pulcramente entre los de Jane Austen y Oscar Wilde.

—Me agrada su narración —susurró con algo de nerviosismo.

Nunca había llevado a un alma dentro de su estudio, usualmente los llevaba a su oficina, dando ese toque de jefe inalcanzable, pero a su estudio... Miró a su alrededor. Hace mucho que no entraba, no desde que nada lo había motivado.

Observó al chico frente a él. Ya llevaban conviviendo mucho tiempo y esos momentos sólo hacían que quisiera al chico más cerca de sí. Sólo su sonrisa hacía que miles de imágenes se colaran en su mente, dándole una inspiración tan grande que deseaba tener algún lápiz y cuaderno de dibujo a mano.

—No creí que pintaras tan bien —susurró viendo la última pintura buena que había hecho, colocada justo frente de la ventana—, me lo habías comentado, pero no habías dicho que eras bueno en eso...

—No es la gran cosa —susurró acercándose al joven por la espalda—, dices eso porque no has visto las demás.

El menor dio media vuelta, quedando frente al joven que parecía ser cada vez más perfecto y sonrió, haciendo que cualquier comentario se borrara de la mente del ojiazul.

—Ya vi los que están en la esquina —susurró moviendo su barbilla para señalar dicho lugar—. Para ser puros rayones, opino que están bien.

Tom sonrió ante eso, suspirando un poco.

—Hace mucho que no entraba aquí —declaró.

—¿Por qué?

El silencio invadió la habitación por unos segundos antes de que decidiera contestar.

—Tenía miedo de terminar más loco de lo que estoy.

Harry rió. Una suave risa que abrazó el alma de Tom y la acurrucó con cariño, dándoles la seguridad y confianza que nunca había sentido.

—No estás loco, Tom.

Tres palabras.

Sólo tres palabras fueron suficiente para que se lo creyera. Harry no mentía. Harry era un libro abierto. Harry era la mejor persona que había conocido y podría apostar toda su fortuna a que era la mejor persona en todo el mundo... y las personas buenas no mienten.

La forma en que los ojos verdes lo miraban no dejaban espacio para debatir lo contrario, así que pudo digerir con facilidad lo que sólo esas tres palabras implicaban.

—Gracias —susurró pasando un mechón del cabello del menor, dejando su mano en la mejilla cuando encontró una pequeña cicatriz en su frente.

Harry notó la mirada y, sonriendo avergonzado, comentó:

—Ginny me lanzó una botella de vidrio en una de nuestras peleas.

La furia se apoderó de Tom y el ojiverde pudo notarlo, pero no hicieron falta las palabras para que éste se tranquilizara.

Unos brazos se colaron por su cintura y el cabello del chico hicieron cosquillas en su barbilla. Era la primera vez que se abrazaban como también era la primera vez en estar tan cerca.

Tom se hizo hacer, ese pequeño abrazo significaba más de lo que Harry podía expresar. Era un abrazo que significaba la confianza que el ojiverde le estaba entregando al mayor. A un completo desconocido. Era un gracias. Un cariño puro. Un acercamiento que marcaba el paso a otra etapa.

Primera etapa a la que estaba ansioso de entrar.

Grandes esperanzas.Where stories live. Discover now