|| Nueve ||

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La cena había resultado toda una obra de arte, desde la forma en que decoraban el plato hasta el maravilloso sabor -y la sala privada que les habían dado después de ver a Tom-. No tenía palabras de lo feliz que se sentía, con los ojos azules mirándolo con cariño y la mano acariciando el dorso de la suya.

Todo fue perfecto.

Hasta que salieron del restaurante.

Había anochecido y las pocas persona que se encontraban en la playa ya se preparaban para partir a sus hoteles, ya no había razón para mirar de forma hambreada a Tom. No había razón para que el escalofrío recorriera su espalda como queriendo advertir de su entorno.

Y su instinto era muy bueno, tanto que le daba miedo.

Aceleró el paso, jalando a Tom hasta estar cerca de la casa... y hasta que algo cortó su paso.

Más que algo, alguien.

—Vaya, que gran coincidencia —el susurro hizo que los cabellos se le erizaran.

Tom debió saber que algo andaba mal, ya que no pasaron ni dos segundos cuando el menor se encontraba detrás de él, mirando por encima de su hombro a la pelirroja.

»¿Tu nuevo novio? 

Harry apretó su agarre del brazo de su acompañante.

—¿Qué quieres? —el siseo salió de Tom, quien miraba a la joven con tanto odio que Harry ya no supo de quién preocuparse.

—No estoy hablando contigo.

Sin saber qué hacer, el menor analizó la situación, notando que algo andaba realmente mal.

—Entonces no hablarás con nadie.

—Tom, algo va mal —susurró Harry en el oído del mayor, quien le dirigió una rápida mirada antes de volver a observar a la chica.

—Él es mío —gruñó Ginny, dando un paso al frente.

Tom volvió a taparlo al ver lo que realmente estaba pasando, sus movimientos más sigilosos que antes.

—No queremos causar problemas —susurró con tranquilidad Harry, con la misma voz que usaba cuando Ginny le gritaba; una voz suave, casi pasiva, tratando que la Weasley se contentara un poco.

—Los tuviste cuando me dejaste el día de nuestra boda.

No hubo tiempo para reaccionar. Tom agarró la mano de la chica y la tumbó en la arena, dejándola inmovilizada hasta que un fuerte ruido se escuchó.

La sangre de Harry se quedó helada.

Lentamente levantó la mirada, viendo a un Ron Weasley sonriendo de oreja a oreja. Nuevamente, sin poder comprender, miró el brillo rojo que salía del cuerpo de Tom. Ginny ya se había liberado, aunque una mancha de sangre ya le había teñido el vestido de playa que vestía.

—Tom...

Fue el último susurro.

Otro ruido de oyó. Y otro. Otro. Otro.

Cayó sobre sus rodillas, totalmente entumecido como para sentir el dolor. Colocó la cabeza de Tom en sus piernas, haciendo que su sangre se mezclara con la del mayor, quien simplemente lo miró antes de sonreír.

Lo último que pudo percibir fueron sus lágrimas cayendo en la cara de Tom y un grito desgarrador -¿Quién fue? ¿Él? Realmente lo desconocía-, después, el dolor ganó y, con él, la bruma del sueño.

Grandes esperanzas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora