|| Seis ||

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—¿Sabes de qué tengo ganas?

Tom miró hacia su regazo y dejó su lectura para empezar a acariciar el cabello del menor.

—¿De qué? —murmuró sonriendo.

—Playa —susurró.

Verde y azul chocaron, haciendo que los dueños se quedaran maravillados por la mirada del contrario. Ya habían pasado tres meses que se conocieron, dos desde que empezaron a aceptar sus sentimientos -y de estarse coqueteando- y el último ya se habían estado estableciendo de manera más formal.

Eran pocos, pero eran los mejores meses de sus vidas.

—Podríamos ir mañana, ¿te parece? —preguntó sonriendo. Harry levantó su mano y enredó sus dedos en los rizos del mayor. La respuesta se dio a conocer con tan solo esa caricia— Podríamos ir a desayunar en un restaurante de mariscos, conozco al dueño y es un excelente chef.

—No me importa qué hagamos mientras sea contigo —susurró.

Tom se inclinó y dio un pequeño beso en los labios del ojiverde, quien recibió gustoso el tacto.

—Por mientras, podemos disfrutar un poco de la compañía del otro.

De un momento a otro, la música empezó a sonar por toda la sala. Harry soltó una carcajada mientras que el ojiazul lo empujaba para que se levantara. 

No tardaron mucho en que sus cuerpos se acomodaran. Harry acurrucado en el cuello de Tom y Tom abrazado la cintura de Harry. Como si sus cuerpos hubieran estados hechos para estar junto al otro, sincronizados para poder moverse de la mejor forma sin necesidad de separarse en ningún momento.

Harry suspiró en el cuello de su amante. Nunca había tenido un tiempo como éste cuando estaba con Ginny... no había tenido ningún tiempo con Ginny, su relación sólo se basaba en Harry complaciendo a la pelirroja y la pelirroja llevando a sus amigas para hablarles de su fantástica vida. Tal vez debería considerar mandar una orden de desalojo, ya que ésa era su casa.

—Deberíamos brindar. —el ojiverde miró al hablante, levantando una ceja curioso— De ti y de mí. De los dos. De habernos encontrado.

—Y de seguir encontrándonos —susurró el menor, asintiendo ante la idea.

Tom sonrió y, agarrando la mano del azabache, lo dirigió hacía el comedor y, después de perderse un poco en el almacén de la cocina, salió con una botella de vino y dos copas. Dos segundos después -donde Harry no dejaba de ver a Tom en todo momento-, las copas fueron llenados con el néctar.

Levantaron sus bebidas, cada uno perdido en los ojos del contrario, haciendo una silenciosa promesa con esa pequeña acción. Sonrieron, más cuando Harry casi escupe el vino diciendo que estaba muy fuerte. Tom rió, claro, no desperdiciaría un momento como ése para burlarse del chico, por más que éste haya arruinado el momento.

—Joder —siseó tomando otro pequeño sorbo—, está demasiado fuerte.

—¿Y por qué lo sigues tomando? —cuestionó el ojiazul riendo.

—Para acompañarte, duh —la voz del menor ya estaba siendo arrastrada, haciendo que Tom sonriera por el descuido de Harry—. A parte, creo que ya me estoy acostumbrando.

Pasó su mano por el brazo del ojiverde antes de poder quitarle la copa y dejarla fuera de su alcance. Harry bufó y se acostó en la mesa, balbuceando cosas sobre los estúpidos vinos y personas que se los quitan de las manos.

Tom sólo rió por lo bajo y, levantándose, se dirigió al menor para hacer que éste se levantara de la mesa y poder llevarlo a su habitación. No duró mucho tratando de convencerlo, aunque sí duró mucho tratando de subirlo, y no era por exagerar, pero un Harry borracho era un Harry problemático.

—Pero no quiero —chilló empezando a jalar al mayor hacia la escaleras, las cuales ya habían subido.

—Oh, no, señorito —gruñó Tom cargando al ojiverde como a un costal de papas—. Estás muy borracho y ya debes dormir antes de que hagas algo como...

—Como vomitar —susurró aferrándose a su compañero—. Tom, bájame o vomitaré...

—Bien, esa amenaza sí da miedo.

Tom bajó a Harry de una forma sutil, tratando de no marearle más. El ojiverde se recargó en la pared, simulando estar mareado, pero, después de unos segundos, salió corriendo hacia las escaleras.

Oh, por Dios...

El mayor fue detrás de él justo cuando Harry había bajado tres escalones. Rápidamente lo cargó de nuevo, esta vez despidiéndose de su conjunto favorito a favor de no dejar al chico bajar corriendo las escaleras como borracho suicida.

El resto del camino el menor se la pasó abucheando y renegando como un niño pequeño, haciendo reír a Tom. Vivir con Harry era todo un reto, no porque el menor era más extrovertido de lo que se veía, si no porque su estómago ya dolía tanto de reírse por cualquier tontería que llegara a hacer o decir.

Era estupendo. 

Por primera vez podía sentir que algo le importaba... y que le importaba a alguien. Tan pocos meses le pudieron enseñar más de sí mismo que todos los años de su vida.

Bajó de nuevo a Harry para colocarlo en la cama que le había dado y, justo cuando iba a arroparlo con las mantas, el azabache agarró su cuello y lo jaló hacia su cuerpo. Sus labios se encontraron como nunca lo habían hecho. Pasión, cariño, agradecimiento, ternura... No podía con tantas emociones. No podía contra Harry.

Los dos hombres se miraron fijamente una vez que el beso terminó. A esa distancia podía distinguir los distintos tonos de verde que poseían los ojos contrario hasta que terminaran con ese negro... negro que empezaba a dominar sobre el verde.

Sonrió, acariciando la mejilla con cariño.

—Tenemos que dormir —susurró sobre los labios del menor, quien volvió a juntarlos en un rápido beso.

—Duerme conmigo.

—No creo que sea buena idea —contestó alejándose unos centímetros de los labios rosados—. No creo poder dormir a tu lado sin querer hacer más que dormir.

Harry se quedó callado unos minutos antes de que una sonrisa gatuna abarcara su rostro.

—¿Y cuál es el problema?

—Estás borracho...

—No lo suficiente como para no saber qué es lo que quiero, —otro beso— y te quiero a ti.

Una última mirada a los labios hicieron que el mayor perdiera la batalla entre la cordura, pero, cuando volvió la mirada hacia los ojos verde, notó al mismo Harry que se encontraría merodeando entre sus libreros o aquel que le rogó para que le enseñara a tocar piano.

Miró directamente a los ojos de un Harry Potter normal, pero sólo con la valentía que le regalaba su poca tolerancia al alcohol.

Valentía que le dieron esos ojos verdes.

Grandes esperanzas.Where stories live. Discover now