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El día de hoy, Camila estaba en la oficina de su mami. Decidió acompañarla a su trabajo, pero desde que entró a ese lugar. Notó que su secretaria la miraba con otros ojos.

—Camila.—Llamó su atención. Ella estaba mirando por la ventana.— ¿Qué tienes? ¿Te sientes bien?

—Uhm, sí.—Rodó los ojos.

Lauren de inmediato se acercó a Camila y la abrazó por detrás.

—Te traje aquí para que pasaras tiempo conmigo. Y además de eso que me des placer.

—Pideselo a Mary.—Hablaba de la secretaria. De inmediato se separó de Lauren y se sentó en el pequeño sofá de la oficina.

La mayor simplemente se limitó a reír. Debía admitir que le causaba mucha ternura que estuviera celosa. Pero tenía más ganas de otra cosa.

Su conejita estaba molesta y ella sabía como contentarla. Se acercó a ella a pasos firmes, se colocó de rodillas enfrente de ella. Cualquiera podría pensar que le pediría matrimonio. Pero, digamos que haría algo mucho mejor.

Abrió a la fuerza las piernas de su pequeña. Como estaba molesta intentaba cerrar las piernas, pero Lauren no dejaba que lo hiciera.

Después de abrir sus piernas, comenzó a jugar con la delgada tela de sus bragas. Simplemente sin decir nada las rompió, desgarrando con sus propias manos la tela. Acercó su boca al coño de su conejita.

—Ahhm, mami, no.—Gimoteó intentando tapar su centro con sus propias manos.

—Quiero chuparte, Camila.—Habló sin más.

Comenzó solo pasando su lengua caliente sobre el manojo de nervios de su conejita. Simplemente paseaba su lengua, torturandola un poco.

La menor puso sus manos sobre la cabeza de su mami. Y enredó sus dedos en su cabello.

—Aaaahm m-mami, más.

Paseaba su lengua haciendo círculos sobre su clítoris. Quería torturarla, su pequeña conejita era tan sensible que podía correrse solo con eso. Bajó su lengua y comenzó a meterla dentro de su coño, su lengua entraba y salía del coño apretado de su pequeña. Probando cada rincón de su coño y probando sus jugos.

—Mami, no a-aguanto.

La mayor estaba esperando que se corriera. Pero tuvo que detenerse cuando escuchó a alguien tocando la puerta de su oficina. Se levantó del suelo, dejando a una Camila enojada por no tener su orgasmo.

Abrió la puerta y así comenzó una larga charla con una de sus empleadas. Camila podría jurar que su mami estaba haciéndole ojitos a esa mujer.

—Quiero volver a casa...

conejitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora