Prefacio

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—¡¿Dios mío, Asher, cómo fue que?! —hablé fuertemente sonando aterrada; llevándome las manos a la boca una expresión de horror se manifestaba en mi rostro—. ¿Qué sucedió, estás herido? —le pregunté dirigiéndome rápidamente hacia él.

Silencio total.

La incertidumbre yacía en todo el perímetro, mis manos comenzaron a sudar con descontrol y todo mi sistema ardía mientras mi pulso se aceleraba.

Ahí estaba Asher, mechones salvajes de cabello caían sobre su frente; se le notaban rastros de cansancio y agitación, su mandíbula estaba tan tensa que podías escuchar el rechíne de sus dientes, parecía un animal rabioso, pero, ¿era rabia lo que realmente se reflejaba en su imagen?

El ambiente se tornó algo denso, sombrío... tenebroso. Por un momento pensé que no conocía a aquel hombre parado a unos cuantos pasos de mí, ya que la sangre y aquella mirada siniestra era algo nuevo, algo que no había visto... ¿o tal vez sí?

Su pálido torso desnudo se veía ensangrentado, allí parado bajo el marco de la puerta él se hacía notar con un aire de pura malicia reprimida, trayendo con sigo un pequeño tenedor de plata del cual caían gotas de sangre cálida de textura espesa.

¿Estaba herido?

¿Qué había pasado?

¿Había llegado más lejos con Lía?

Quizá eso explicaba el porqué solo cargaba puesto un jeans, todo su abdomen y pecho al descubierto, junto a éso: descalzo cuan infante y... sin su pareja de la noche.

Diversos pensamientos llegaron a mi mente como ráfagas a escasos segundos, provocando que mi alteración aumentara con brusquedad.

Miré a Asher aterrada, mi corazón latía a una alta frecuencia, mi pecho subía y bajaba muy fuerte con desespero; sentía temor, temor a que la sangre plasmada como una cruda obra de arte en el torso de aquel chico parado bajo el marco de la puerta, no fuera suya.

Después de lanzarme sobre Asher para sostenerlo y ver si estaba lastimado, él cayó de rodillas aún sosteniendo el tenedor de plata. Al igual que yo, quedando justo al frente, cara a cara.

Sus mejillas se encontraban aruñadas al igual que sus hombros y pecho, un penetrante olor emanaba de él; mantenía una mirada vacía y su expresión era traumática, parecía que... no había podido calmar sus impulsos.

Lo toqué.

No estaba herido.

No era su sangre.

No estaba Lía, nuestra vecina, la dueña de la mansión en la que estábamos justo ahora, quien nos había invitado junto a medio vecindario a pasar un buen rato dentro de sus aposentos. Desde que llegamos a ciudad Diamond Lía siempre tuvo un excelente comportamiento y trato hacia a nosotros, ella marcaba la diferencia entre todos nuestros vecinos.

—¡Demonios, respóndeme, Asher! —le grité solloza y muy alterada— ¡¿Dónde está Lia?! Tú la acompañaste a su habitación ¡¿Por qué estás cubierto de sangre?!

Una vez más no recibí respuesta de él. Quería golpearlo, saber qué había hecho, acaso... ¿se estaba repitiendo lo que tanto temiamos?

Él pálido chico se encontraba mirando al vacío con los ojos rojos y humedos.

—¡Asher, mírame! ¿Qué ha pasado? —dictaminé fingiendo calma, lo tomé por aquellos grandes hombros para darle un toque de tranquilidad.

Estando arrodillado se veía más grande, más majestuoso e imponente.

De rodillas y con la poca iluminación de la habitación, su acendrado cabello blanco resaltaba incluso aún más que el olor fétido de la sangre que ahora se comenzaba a secar y tomar un color más opaco. Su atractivo rostro mantenía un aire celestial, que ni el sudor que brotaba de su cuerpo ni la suciedad adquirida por la sangre que manchaba su abdomen, podían arrebatárselo.

Al verlo podías comenzar a creer que un glorioso ángel escupió sobre su rostro a pocos segundos de nacer, explicando así cuanta perfección. Pero esa perfección no ocultaba el hecho de que algo malo había sucedido, algo extremadamente malo.

Luego de casi arremeter una cachetada contra su pómulo derecho decidió verme, me miró fijamente; unas bolsas violáceas se marcaban bajo sus ojos y, con el ceño fruncido entre abrió su boca.

A partir de ese instante la respuesta que tanto temí escuchar se hizo presente.

—Está muerta —pronunció cada palabra con claridad, con una voz pesada y gruesa hizo retumbar mi mente—. Lía está muerta.

Sentí que mi corazón dejó de latir, sentí que todo el planeta dejó de dar vueltas sumergiéndose en la desgracia.

Aunque los únicos sumergidos en la desgracia seriamos nosotros, Asher tenía razón, yo sabía que algo así podía pasar, estaba consciente de que él venía del otro lado y que su naturaleza era osada y cruel.

Sabía que algún día volvería a despertar su sed de sangre, su apetito y sus ganas de acabar con todo. A partir de ese crudo y sombrío instante, todo fue oscuridad.

Una acendrada oscuridad.

Acendrada Oscuridad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora