08 (parte 1)

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Thierry

La aguja del tablero marcaba el número más alto de velocidad que el automóvil podía sostener, al igual que cada una de nuestras articulaciones estando al mil; el temor por la persecución encendía aquella llama de valentía en nosotros: un extraño sucio y mal oliente, y una chica pelirroja atorada en un grave problema por causa de su arrogante curiosidad.

 
Las luces del auto de mi padre seguían a pulso pesado el rastro que íbamos dejando, se podía escuchar claramente el sonido de una motocicleta acercándose cada vez más; no tenía tiempo para hacer preguntas o pensar en otra cosa más que: si nos atrapan estamos muertos.
 
Sí, quizá "el amor de padre adoptivo podía perdonar cierta falta", pero esta noche entendí que el Murries Hanson que yo conocía, ya no tenía la misma imagen elegante y refinada que creía haber visto en él, esa pureza se le vio arrebatada por el acto inhumano que estaba presenciando y/o causando por motivos que desconozco.
 
—¡Pisa el acelerador, vienen detrás de nosotros! —soltaron un disparo al aire, aún faltaba mucho para llegar a los suburbios de la ciudad Diamond, estábamos recorriendo una carreta vieja, desolada, con mucha vegetación a nuestro laterales y caminos de tierra que llevaban a varios pueblos renegados y consumidos por sus actos delincuentes.
 
—¡Está al límite de velocidad, solo cierra la boca, tengo todo bajo control! —por un segundo me miró con ojos de furia y volteó la mirada rápidamente al camino, sus manos apretaban fuertemente el volante y su mente parecía estar incluso más colapsada que la mía.
 
Vi aquella nariz recta arrugada como un perro salvaje y peligroso, sus molares apretados conteniendo la presión en su pecho agitado, y esos ojos marrones eran tan oscuros como su esencia, su personalidad y lo que emanaba, un misterio avasallante.
 
Volteaba mi cabeza repetidamente hacia el retrovisor para asegurarme de que no venían tan cerca de nosotros, mi falda roja ya no era colorida sino negra cuan carbón, las franjas blancas de mi camiseta daban la sensación de haberse combinado con las franjas negras de la misma y, las converse que llevaba puestas se habían roto un poco a los laterales, como si los hubiera doblado exageradamente; aunque los zapatos de mi acompañante pues... ya no parecían zapatos por lo destrozados que estaban.
 
Imaginé que debieron haberle dado una buena paliza antes de que lo encontráramos Elías y yo.
 
Espero que Elías esté con vida, espero que haya huido o haber tenido un plan B.
 
Por un momento imaginé que me veía igual al extraño a mi lado, sin hacer énfasis en las cortadas o moretones en sus brazos. Todo estaba en oscuridad, la luz de la luna no era tan fuerte para iluminar el sendero, solo las luces del deportivo nos mantenían dentro de la carretera.
 
—¡¿Cómo quieres que cierre la boca en una situación como ésta?! —otro disparo se escuchó detrás de nosotros, ésta vez más cerca— ¡¿Estás escuchando, vienen a matarnos, cómo crees que debería estar!? —la brisa entraba por las ventanas con rapidez, haciendo que mi cabello ondeara rápidamente hacia todas partes.
 
—¡Solo...! —no terminó de hablar, gruñó muy fuerte y arremetió un fuerte golpe contra el techo del auto aún viendo el camino, se vio como si quisiera sacar todas las sensaciones que experimentaba a golpes, como cualquier hombre rudo y torpe desataría su rabia.
 
Me asusté. Pensé que iba a golpearme, lo vi con los ojos muy abiertos, mi corazón latía fuerte.
 
—¡Debemos pensar en un plan para perderlos, seguirán detrás de nosotros sino hacemos algo rápido! —me escuché desesperada en cuanto sentí que mis expectativas para escapar de Murries se volvieron nulas.
 
Él vino con todo, su mente no daba para más, la locura había tomado por completo sus oscuros ojos y, a una milésima de segundo ya no íbamos hacia adelante a toda velocidad.
 
—¿¡Quieres perderlos!? —me dio una mirada rápida— ¡Pues aquí está tu plan! —ahora íbamos en retroceso a toda velocidad.
 
—¡¿Estás loco, qué mier...?! —sentí como si mi corazón hubiera dejado de latir en cuanto vi el auto de Murries aproximarse a nosotros, o mejor dicho, nosotros a él; junto al destripador que venía conduciendo una motocicleta plateada con una sola mano, ya que con la otra nos venía apuntando con un arma de alto calibre.
 
Íbamos contra ellos y ellos contra nosotros, todo ocurría tan rápido que no daba tiempo de pensar en nada. El destripador comenzó a disparar en cuanto tuvo el deportivo muy cerca, grité despavorida cuando ya estuvimos a punto de impactar unos con otros, vi nuestras vidas al filo de la muerte envueltas en un feroz choque automovilístico; mis ojos se cerraron y fue entonces donde la motocicleta del destripador giró en un fallo contra el automóvil de Murris, que también giró en dirección contraria por darse cuenta que no teníamos ni la menor intención de detenernos.
 
La motocicleta y el automóvil de Murries chocaron entre sí en un intento de evasión para no recibir un impacto directo con nosotros, y esperar la muerte de todos o quedar gravemente heridos por el choque, el impacto entre ellos no fue grande pero si lo suficientemente potente como para hacerlos salir de la carretera y quedar adentrados en la maleza, el destripador fue arropado con las oscuridad de la noche haciendo imposible saber si seguía con vida.
 
El muchacho de cejas pobladas frena el deportivo de golpe.
 
Lo que pensé como una decisión suicida fue la clave de nuestra victoria, de nuestro escape. Con el corazón en la boca, nos detuvimos un momento por ver que nuestra amenaza había salido del asfalto, el shock en nosotros era tan mortal que solo pensamos en sobrevivir.
 
Vi al atractivo maloliente fijamente como si mi espíritu ya no estuviera en mi cuerpo, con un semblante aterrado y lleno de adrenalina. Él me miró con el pecho subiendo y bajando, con la cara sudada y con algo de paz en su mirada, como si hubiera marcado victoria en su mente. Victoria que a los pocos segundos se esfumó, se escuchó como dentro de la maleza intentaron encender el motor del auto abollado de Murries.
 
—¡Arranca, arranca!
 
Él arrancó y nos pusimos nuevamente en marcha, supuse que Murries estaba consciente o ileso como nosotros, y que intentó encender su carro pero no pudo ya que detrás de nosotros no se escuchó ni un mínimo movimiento.
 
***
 
Nos metimos por uno de los caminos de tierra que llevaban a uno de los pueblos renegados. Cuando estuvimos cerca del pueblo nos detuvimos en un campo de trigo que desconocía totalmente.
 
—Bájate rápido —ordenó pacíficamente mientras él abría la puerta para bajarse del auto.
 
—¿Donde estamos? —pregunté, bajo del auto y camino hacia él.
 
—Estamos en el campo de trigo de un pueblo que detesta las visitas, así que las explicaciones te las daré en cuanto estemos en un lugar seguro —dijo quitándose la camiseta.
 
Mis ojos se fueron a su torso inevitablemente, tenía una pequeña cortada cerca del ombligo y estaba abierta, no era muy grande pero si se infectaba sería un gran problema. Sus hombros son anchos, su pecho está formado, esos pectorales formados podían pasar desapercibido sino se le prestaba atención, su abdomen estaba marcado y sino fuera por la suciedad de tierra y sangre en su piel, se notaría una suavidad fascinante en ésta.
 
Ahora que podía verlo de cerca y detallarlo, asemejaba tener al rededor de unos veintidós años, aunque su rostro se veía un poco más maduro, al ver su cuerpo descubierto de esta forma se igualaba la edad en su rostro.
 
La verdad era muy atractivo, su belleza se me hacía bastante familiar... ¿pero de donde lo conocía?
 
—Es mejor que te quites la ropa, éste lugar está minado de perros salvajes que huelen todo lo que no pertenece aquí —se quita el pantalón manchado de fluidos oscuros y queda en ropa interior— supongo que te imaginas lo que hacen cuando encuentran eso que no les parece familiar.
 
Me ruborizo un poco, y me volteo para darle la espalda.
 
¡¿Que me desvista delante de él, está loco?!
 
Bueno, eso ya lo sabía.
 
—Primero, no me voy a desvestir delante de ti, ¡¿Estás enfermo?! Segundo, ¿por qué debería confiar en un degenerado como tú que intentó poner nuestras vidas en riesgo al retroceder el auto de esa forma? ¡¿Acaso eso es razonable?! Pues a mi parecer no lo es. Y tercero, no deberías quedarte en ropa interior delante de una chica, ¡Menor que tú!, y que acabas de conocer, está mal y no es para nada agradable.
 
Pensé que había guardado silencio un minuto, pero en realidad me dejó hablando sola y se estaba adentrando en medio de las largas espigas de trigo.
 
—¡Hey, no me dejes sola! —grité al voltear y ver que se estaba alejando.
 
Corro detrás de él y lo alcanzo. Intento no mirar hacia abajo puesto que mientras corría para detenerlo, noté que su bóxer se adhería mucho a su piel por el sudor, ajustándosele bastante a sus partes.
 
Me le planto en frente un tanto intimidada.
 
—Eres un imbécil, ¿planeas dejarme sola aquí?
 
—Es lo que haré sino colaboras, no iré contigo a ninguna parte porque sé, que cuando esté en el fondo de este campo junto a ti, tres perros asesinos nos encontraran y descuartizaran porque han captado tu olor —me lanzó una mirada decisiva, él hablaba en serio, no estaba para juegos.
 
Y es la parte en donde yo debía decidir una vez más: ir con él, un completo desconocido que posiblemente sepa lo que hace, o quedarme sola en un lugar que desconozco y estar al acecho de cualquier amenaza.
 
Fue en ése preciso momento en donde me di cuenta que esta noche, no había tomado ni una sola buena decisión, porque las buenas decisiones no existían desde que puse mi curiosidad antes que todo.
 
—Haré lo que dices... —hablé dudosa— solo si al menos me dices, ¿quién eres y por qué mi padre quería matarte como lo hizo con el sujeto al que estaban... destripando? —dije asqueada.
 
Él mira hacia los lados como pensativo, como si no quisiera contarme nada. Al final traga grueso, sus labios forman una fina línea, sus ojos frío se encuentran con los míos seriamente.
 
—Soy Thierry, primo lejano de Molly, y conozco tu secreto, Tomoe.
 
Mi mirada se tornó sombría, si lo que él decía era cierto y sabía la verdad, si Molly le había contado todo a él yo... estaba desarmada.

Mi cerebro le dio Stop a mi mundo por un segundo.
 
—No creo que una aclaratoria sea tan impactante como para que no digas nada y te quedes mirándome como la víctima —fulminó con esas palabras, con eso me puso en duda, ¿acaso podía ser alguien de fiar?— Ya deja de fingir, sabes muy bien que no eres tan buena como todos piensan.
 
Nuestras miradas combatían fuertemente, sin embargo muy profundamente la mía mostraba debilidades.
 
—No sé quién eres o de qué hablas, pero conocí a Molly, y no era una buena persona —elevé un poco la cabeza para demostrar firmeza y superioridad— ¿Por qué debería confiar en ti e ir contigo? —la luz lunar se presentaba lentamente y la oscuridad cesaba mientras ésta aparecía.
 
—No sabes nada eh... —sonrió y negó con la cabeza como si no lo pudiera creer, colocando las manos en su cintura— ¿En serio harás esto conmigo?  Actuar como si no estuvieras enterada de nada, mentirme hasta pasar desapercibida y salirte con la tuya; te conozco más de lo que crees, Tomoe —rebatió mi pregunta y afiló su argumento.
 
—No evadas mis pre... —me interrumpió bruscamente.
 
—Los líderes de la familia Crusoe, padres de Lía, ya saben lo que hicieron.
 
Hubo un rotundo silencio de mi parte. Buscaba fallas en su rostro, un gesto que me demostrara lo contrario a lo que decía, pero no encontré nada en sus robustas facciones.
 
Me quedé pasmada, mis huesos se congelaron, mi presión arterial bajó y el sudor inundó mis poros con rapidez. Todo empeoraba cada vez más, el misterio infiltrado en mi fiesta de cumpleaños, los actos sin escrúpulos de Murries, y ahora esto, el secreto Crusoe revelado.
 
Reí como si lo que "Thierry", si así verdaderamente se llamaba, eran patrañas.
 
—Por lo visto sí sabes nuestro secreto; y como sabes el secreto también deberías saber que eso es imposible, los Crusoe no tienen ninguna oportunidad de saber con certeza sobre el incidente, nuestro plan no tuvo fallas, estás inventando todo esto solo para que vaya contigo —lo miré crédula.
 
—Si no me crees entonces quédate aquí —quiso rodearme para adentrarse al campo pero lo evité colocándole las manos en su pecho, el miró mis manos y luego me miró a los ojos— Quítate la ropa, estamos perdiendo el tiempo, sabes que si te quedas aquí morirás, serás comida para perros salvajes o para los Crusoe —finalizó y con una fuerza masculina esquivó mi agarré con suma facilidad.
 
Me quedé mirando al vacío, no quería hacer lo que él decía pero estaba sola, me había metido en un gran lío y solo me quedaba él, Elías ya... no estaba. No me quedaba otra opción, si lo que dijo era cierto y la familia Crusoe ya estaba enterada de lo sucedido entonces Thierry era mi mejor opción, él podría ser la primera buena decisión que podía tomar.
 
Me desvestí, él seguía caminando pero ésta vez con lentitud, ya había pasado las primeras espigas de trigo. Nunca había estado en ropa interior delante de un chico y eso me atemorizaba, ni siquiera de Asher, pero había llegado a punto crítico en mi vida, ya no podía ir a casa, si verdaderamente el secreto fue descubierto... los Crusoe debían estar levantando cada piedra del mundo para encontrarnos.

Mientras nos adentrábamos en el campo a rastras y semidesnudos, me preguntaba...
 
¿Thierry podría estar mintiendo? Mis dudas hacia ello eran pocas, él tenía muchos puntos a su favor más sin embargo la esperanza de que no fuera cierto existía en mí.
 
¿La vida de Asher, Elías, Thierry, Molly, y la mía, colgaban de un fino hilo de seda?
De ser así lo necesitábamos a él, Asher era nuestra única esperanza.

Acendrada Oscuridad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora