07

124 41 30
                                    

¿Acaso él... murió por mí?

Capitulo dedicado con mucho amor para: DakaXD

Todo se había complicado, de un momento a otro ya había bajado de la montaña de basura con bastante adrenalina segregada.

Aunque no sabía cómo controlar mis emociones, todas me revolvían el estómago y lo único en lo que podía pensar era en Elías.

Mi presión arterial no estaba del todo bien y mi corazón latía como nunca antes, sentía que con un chasquido de dedos tenía la potestad de acabar el mundo entero, me sentía poderosa como nunca antes; una pizca de adrenalina y temor era lo que necesitaba para activar mis feroces instintos de autoprotección.

Aquí estoy ahora, sucia, sudada y con la garganta seca. El hombre arrodillado a un lado de la camilla metálica se encuentra viendo hacia todas las direcciones en busca de alguna amenaza, y en lo que detecta dicha "amenaza" reacciona como un animal peligroso, me había detectado a mí.

Éste chico tiene unas cejas pobladas, huele muy mal y su piel se ve sucia, varios moretones en sus brazos hacen compañía a algunas cortadas leves; se ve arrodillado con la mirada ardiendo de rabia.

No me dio miedo acercarme, él no podía hacerme nada puesto que sus pies y manos estaban atadas con sogas bastante gruesas, por ahora.

—Oye, oye, calma, solo vengo a ayudarlos —mandé en cuanto vi que podía actuar agresivamente si daba un paso más—. Estoy de su lado —sacudí mis manos polvorientas contra mi falda roja y las elevé a la altura de mi cabeza en son de paz, sentí que me vi temerosa pero certera, solo buscaba dar confianza.

Quería acercarme más para desatarlo pero sus gruñidos ahogados por el trapo atado entre su mandíbula me lo impedía, claro que tenía valentía pero tenía la seguridad de que si descuidada mi posición ese hombre podía lanzárseme encima y lastimarme, se veía peligroso a plena vista.

Solo recibía gruñidos de su parte, quería verse feroz, y lo era; era capaz de golpearme, lo podía ver en aquella mirada, en aquellos ojos negros de los cuales se incrustaba una ira segadora.

Me acerco con la misma fuerza con la que él quiere alejarse, no vi otra opción, él no tenía intenciones de colaborar, si no me quería cerca tendría que dar su brazo a torcer, quién daba las órdenes era yo, quién nos llevaría a la libertad era yo, y nadie podía cruzarse en mi camino... no podía permitirlo.

El pelinegro de cejas pobladas estaba muy sudado, era tanto sudor que tenía la camiseta empapada, y las gotas de dicho fluido caían de su frente para terminar en el suelo por medio de su barbilla.

Ya era suficiente. Tenía que tomar una decisión, y esa decisión fue soltarlo de las ataduras por completo.

En medio de un forcejeo bastante reñido desato un poco la soga que tiene en sus manos para que luego, por su propia voluntad, con su fuerza pudiera quitarse la soga por completo; aprovecho la oportunidad para aflojar la otra atadura que tiene en sus pies con una eficacia incomprensible, tenía en claro que iba a hacer el mismo procedimiento.

Me alejo, sabía que ya sus manos y pies estarían libres y que podía hacerme daño, por lo tanto busco en medio de la arena alguna roca lo suficientemente grande como para lastimar a alguien, y poder defenderme si aquel hombre intentaba golpearme.

Cada uno de nosotros brillaba intensamente por los reflectores, el hombre maloliente queda a un metro de distancia, jadeando y revolcado, me miraba con desconcierto desde su posición, era muy alto, incluso más que Asher, y en medio de tanta suciedad pude ver un rostro maduro y muy atractivo.

Acendrada Oscuridad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora