Capítulo 1

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TODO ES FICCIÓN

A finales del siglo XIX

— ¿Hijo por qué no regresas a casa? Tu padre tiene un carácter difícil, pero entiende que busca el mejor porvenir para vosotros.

Vosotros eran sus tres hermanos mayores y él, el más benjamín de la familia. No era tan pequeño, si había cumplido 25 años. No entendía cómo su madre los seguía aguantando, contando con el cabezón y déspota de su padre. Realmente, llamaba déspota porque no paraba en mandar en sus vidas. Se creía que todavía tenía el derecho de gobernar sobre ellos. Sobre él, porque sus hermanos, salvo uno, estaban desposados. Lo que le repateaba era que finalmente él se había salido con la suya, aunque sus hermanos nunca se quejarían por ello. Los traidores estaban felices con sus esposas. Enamorados y siendo padres de familia. Eran dos casos perdidos: Arnold y Peter. Y el otro era capitán de un hermoso navío, y seguramente estaría navegando por mares bravíos sin importarle lo que estaba pasando en su familia. Ese sí que había sido listo. Era libre como el viento y no tenía que escuchar las monsergas de su padre cada día.

La última orden fue un ultimátum y, de ahí, la razón por el que estaban distanciados en el presente y él se había ido del hogar, provocando una desazón en el corazón de su madre. Tendría que realizar un matrimonio aventajado si quería disfrutar de las comodidades y la paga que él le daba, ya que tampoco iba a ocupar un puesto en el negocio, que no consideraba merecedor de ello. Otro hombre que tuviera más aptitudes que él se lo merecía más. No iba a imitar los pasos de los calzonazos de sus hermanos. No iba a dejarse llevar por las decisiones de su progenitor. No iba a casarse y le iba a demostrar que podía vivir sin su dinero y labrarse su propio futuro. También, había que contar que los dos tenían un carácter tan parecido que chocaban.

Lord Quinn, un título que había comprado a la propia reina Victoria con un donativo muy suculento, vino de Irlanda a buscar una esposa para que le diera prestigio y una buena imagen para su llegada a Inglaterra. Su mente ambiciosa estaba puesta en ampliar sus intereses empresariales, incluyendo en las tierras inglesas. Lo que no contó en su llegada sería la desaprobación de muchos, dificultando su propósito. Sin embargo, eso no le desalentó y tuvo la gran suerte, al poco tiempo de permanecer en Londres, de encontrar a una bella dama, con una situación precaria, que él solventó, como no, pagando a su suegro por las deudas que este traía. Y misterios, de la vida, un irlandés y una inglesa se enamoraron, perdidamente, aunque en el inicio de su matrimonio, no fue un camino de rosas.

— No lo haré. Para que veas que voy muy enserio, he ido esta mañana a poner un anuncio en el periódico.

— Mi hijo no tiene porque trabajar. A tu padre se le pasará la idea.

— No — se mantuvo en su postura.

— ¡Qué obstinado eres! — resopló, olvidándose de sus modales. Si alguien creía que era una dama inglesa desde la cabeza hasta los pies, estaba equivocado. Sarah no se molestaba cuando estaba con los suyos, en mostrar, también su carácter indomable—. Luego te quejas de tu padre, eres igual que él. ¿Qué necesidad tienes de hacerlo? ¿O de contradecirme?

— No la contradigo, madre. No me voy a casar. Voy a ganarme el sustento con lo que más me gusta, tocando.

— Me rindo — alzó las manos y cogió su bolsito —. Solo espero que recapacites y vuelves a casa. Ya es suficiente con tener a Jayden fuera, para tener a otro hijo descarriado por la vida.

— Cuando él cambie de parecer, primero.

— Un día, la que se irá, seré yo y no me veréis el pelo.

Pero sabía que no lo haría. Decía mucho por la boquita pequeña, pero luego tenía un corazón de oro que únicamente se preocupaba por los suyos.

Mírame a mí  © #2 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora