Capítulo 21 (mini)

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Iba a coger el pescuezo de su amiga y apretárselo de lo lindo.

Sus pies echaban humo de tanto bailar, y tuvo que pararle los pies a un caballero para que no la sacara nuevamente a la pista de baile. Se alejó bien del resto de parejas y se sentó en la zona donde había unas filas de sillas para aquellas jóvenes que no las habían sacado a bailar, o como ella, que le dolían los pies. Ignoró las malas miradas.

— ¿Qué haces? Deberías estar de pie, sonriendo y encandilándolos. Aquí sentada, nunca serás esposa de alguien.

Samantha y sus sutilezas. Le envío una mirada asesina. Pero esta no se acobardó, ni se disculpó cuando las que estaban sentadas, la habían escuchado.

— No me digas. Bastante he hecho ya con echarme de eso — lo acompañó con una mueca —, para que me des un sermón. Por cierto, no ha funcionado.

Ni siquiera lord Quinn se había acercado. Solo la había saludado cuando se encontraron en el salón para luego despedirse con pocas palabras y perderse entre el gentío. Ni siquiera había durado un minuto. ¡Era maravilloso! Tristemente maravilloso.

Se masajeó el pie que se había descalzado, guardándose sus sentimientos frustrados.

— Para no haber funcionado, no había ningún caballero que no se había alejado de ti. Incluso, el prometido de Isabelle, lord Myers, se le ha quedado cara de perro, que nadie le ha sacado a pasear cuando ha visto que no ha podido acercarse a ti.

— Sam, es el prometido de nuestra amiga y exageras — se descalzó el otro zapato y repitió el proceso.

— Prometido, a base de trampas — enarcó varias veces las cejas.

¿Eso le servía de consuelo?

— Y Finnigan no se despegaba de ti. ¿No quería que fuera más decidido? Lleva muchas semanas sin decidirse, que no está siendo más atrevido. Tiene que proponerte ya matrimonio.

Abrió la boca como un pez.

— Nunca te dije que fuera él — siseó, confudiéndola —. Finnigan es un buen amigo. No quiero tenerlo como esposo.

¿Por qué tenía que ser tan complicado?

— ¿Entonces a quién? Ay, amiga tenías que haber sido más explícita.

— ¿Yo? ¿La culpa es mía? ¿A quién se le ocurrió...? Quizás sí; no tendré que hacerte caso en la próxima ocasión que tengas una genial idea como adquirir pócimas de amor o perfumes de atracción — se echó una mano a la cabeza y sintió pinchazos en la sien —. Me duele la cabeza. Creo que saldré a despejarme.

— Te ayudo — se ofreció su amiga.

— No, quédate. Solo será un momento.

— No te enfades, por favor — hizo un puchero —. Solo deseo tu bien, tengas un esposo y...

— Pues hazlo, estando quietecita. Ahora regreso — tuvo un dilema con ponerse los zapatos, al final nada —, guardámelos hasta que llegue.

— Este supongo que es el precio de mi buen gesto, quedarme aquí, aburrida y sola — apoyó una mano en la mejilla sin darse cuenta de que había despertado poca simpatía entre las damas.

Se guardó un suspiro y la esperó.

El frío de las losas alivió la carne enrojecida de sus pies. No debería haberse enfadado tanto con Sam. Al final y al cabo ella no se había echado ese dichoso perfume del diablo. Nadie le había obligado hacerlo, ella solita lo hizo. Además, deprisa y corriendo. No había sido algo sensato, ni responsable de su parte.

Respiró hondo y se le calmaron los pinchazos. De fondo, podía oír el murmullo de la gente, pero al menos ahí no había caballeros que lo estuvieran pidiendo una pieza de baile una y otra vez. Semanas atrás, habría estado presumiendo de ese hecho, pero ahora no estaba feliz por esa hazaña.

— ¿Por qué has salido?

La voz de Finnigan la asustó y se giró hacia él.

— Quería despejarme y me dolían los pies.

— No has parado de bailar — no fue una reprimenda.

Lo miró y vio su amable sonrisa dibujándose en sus labios.

— Lo sé. Es .... — estuvo a punto de decir que era porque se había echado el perfume, que por cierto, lo había metido en el bolso de mano que todavía tenía en la muñeca —. He estado muy participativa.

— Encantadora como siempre.

Era tan gentil. Le iba a dar las gracias cuando se quedó muda ante su acercamiento. Le iba a preguntar qué le pasaba cuando un segundo después sus labios quedaron sellados por los de él.

Mírame a mí  © #2 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora