Adelanto (mini)

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Aún podía sentir el rugido en sus oídos después de que se había ido. La presencia de ella en ese local no era para dar aplausos, ni saltos de alegría. No le había gustado y punto. Había estado mentalizándose desde que supo de su llegada a la ciudad que podría haber un encuentro entre ellos dos. Claro, una cosa  era imaginarlo, y otra bien distinta era vivirlo en sus propias carnes. Podía recordar perfectamente las palabras de Finnigan. ¿Acaso se había mentido a sí misma que aquello le sería indiferente? Pues no lo era.  No era indiferente.

- Cálmate - se dijo en un susurro. Puso los ojos en blanco al estar temblorosa como una hoja.

Estaba centrada en ese "problema" que no se percató de que su profesor había hecho acto de presencia y se acercaba a ella, con pasos cautelosos y, luego, seguros. No le dio tiempo a que ella lo viera cuando la abrazó. Gigi se tensó en los primeros segundos. Cuando  su calidez la alcanzó y  notó su solidez, se dejó llevar como la mantequilla al sol, agarrándose a su espalda con fuerza. Él, en cambio, sintió sus temblores. 

-  ¿Le ha dicho algo que le ha molestado?

Ojalá se redujera a un simple comentario. No supo qué decir, o cómo explicarse. Quería preguntarle, pero temía las respuestas. ¿Por qué ahora le entraban dudas? ¡¿Por qué?! Solo quería estar con él. Apretó más los dedos contra la tela.

- ¿Por qué no vais al camerino? Ahí tendréis más privacidad.

¿Habría estado con ella?

Percibió que la llevaba mientras las dudas, más ponzoñosas que antes, recreaban en sus mente imágenes retorcidas. Hizo una mueca al imaginárselas. Entraron en una habitación donde había luz, un espejo, una mesa, un biombo, una jofaina con su jarra y un sofá. Fueron hasta ahí, donde ella se sentó y él se puso de cuclillas.

- Está pálida - con sus nudillos, acarició su mejilla con una inusitada delicadeza -. Si lo hubiera sabido que ella iba a venir, no habría ido al trabajo. 

Lo miró con sus ojos grandes y brillantes. Le partió el alma verla tan callada.

- Entre ella y yo no ha habido nada, ni hay nada, señorita Stranford.

- Ella te ha visto y tú... No quiero sentir esto.

Se asustó al escucharla. 

- ¿A qué te refieres con esto?

- Miedo - se humedeció los labios al tenerlos secos sin fijarse que con ese gesto había atraído la atención de él, que carraspeó para mantener la conversación y no parecer un pervertido -. Creía que no me afectaría verla, creía que sería fuerte. Pero no lo soy. 

- Eres más fuerte de lo que crees - la tuteó, cogiéndole las manos para apretárselas. Sus pieles desnudas se calentaron y lo notaron, respirando los dos hondamente -. Efectivamente, ha venido a verme, pero no he sentido nada con su visita. Créeme.

- Le creo - sonrió y soltó una de sus manos para apoyarla en su mejilla -. Solo que ella no me gusta.

- A mí tampoco - le besó el dorso de su mano, Gigi tuvo que cerrar los ojos al sentir una punzada de placer  atravesarle -. ¿Me podrías esperar?

El cambio abrupto de tema le hizo abrir los ojos.

- Tengo que ir a tocar. Es la hora de salida. Puedes quedarte aquí. No sé si querrás volver a tu hogar, después.

- Shhh, le espero - ganándose un beso que le supo a promesas y más cosas.

- No tardaré - dándole otro beso dejándole casi sin aliento y con un suspiro en los labios.

Mírame a mí  © #2 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora