Capítulo 34

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Lady Reed recogió a su amiga a una hora temprana para así no levantar sospechas cuando los señores Reed se despertaran, no vieran cosas extrañas. Como la ausencia de ella y de su amiga que supuestamente había pasado la noche en su casa.

No era una persona impaciente - era mentira -, era super impaciente. Estaba a punto de derribar la puerta cuando, después de un largo rato, por fin le abrieron. Lady Reed entró como un vendaval.

- Espero, amigo mío, que Gigi no le haya ocurrido nada malo. ¿Por qué la tardanza? - exigió.

- Nos hemos dormido - le llamó mucho que se sonrojara.

- Ahhh - lo entendió y cerró la boquita para no meter más la pata -. Bueno, he venido a recogerla. ¿Está lista?

- Sí, un momento - caminó hacia una las habitaciones mientras ella se quedaba ahí pasmada y con la imaginación bullendo. Al menos el caballero había tenido la decencia de haberse vestido antes de recibirla.

Un punto a su favor. 

Agudizó el oído por si pillaba algo suculento, pero no pilló nada. Cuando salió su amiga junto con lord Quinn, disimuló su decepción. ¡Quería haberse enterado de los pormenores! Tendría que ser después cuando se marcharan. La iba a interrogar.

- Buenos días, Sam.

- Ya estaba preocupada - la abrazó y luego se apartó  para mirarla concienzudamente. Esta nerviosa, apartó la mirada -. Sé que estarías bien, pero una no sabe hasta qué punto.

- ¡Sam! - le tocó a ella sonrojarse.

 ¡Qué par de tortolos! Una sonrisa picarona se dibujó en sus labios. Gigi la miró, cabeceando, sin soltar prenda.

- La he cuidado como se merece - aclaró el caballero aún sonrojado -. Pero me tendrá que prometer que no saldréis escaldadas de esto. Digo a las dos.

- Oh, Gigi, también se preocupa por mí.

Los dos pusieron los ojos en blanco.

¡Qué adorables!

- Quiero conseguir el permiso a lord Stranford para casarme con ella. Por eso mismo, es mejor no caldear la situación, no vaya ser que me eche a patadas  - ahora se quedó sin palabras Sam.

La futura prometida la zarandeó  del brazo, atrayéndola al presente.

- ¿Os vais a casar? - les preguntó con voz chillona.

- Parece ser que sí - no pudo evitar pegar un grito y abrazarlos.

- Sois mi ejemplo ideal - se apartó con los ojos brillantes -. Esto sí que es amor de verdad.

- Vámonos que se nos hará tarde - Gigi la arrastró ya que estaba soñando despierta, no sin antes que lord Quinn  cogiera a su amada con suavidad de su muñeca y la atrajera para darle un beso dulce en los labios. Un beso que guardaba muchas intenciones y ninguna de ellas era de despedida. A Sam se le pusieron los ojos chiribitas al ver la escena romántica de ellos.

El hombre lamentó que se hubiera ido tan pronto. 

Aun así, mantenía la promesa de que iba a ser su esposa. Lo haría, costara lo que le costara. Porque no quería estar un día más alejado de ella. Eso quería decir que ya no sería su profesor más. Iba a ser algo más para ella. Estaba en sus manos, hacerla dichosa. No lo dudaría hacerlo. 

***

Sin embargo, había alguien que no estaba muy contenta a raíz de lo ocurrido de anoche. 

Lady Rider se paseaba de arriba a abajo en la biblioteca, intranquila. ¡Furiosa! Al menos, su padre no estaba en ese día para decirle lo que tenía que hacer o no. ¡Estaba harta de seguir con sus órdenes! No era el único; todos pretendían que fuera una prometida honorable cuando sabían que estaba disconforme con ese compromiso de conveniencia, cuando había estado a punto de irse al garete por su desliz. Por no decir que su futuro esposo desconocía que ya no era virgen.

¡Oh, qué pena para él!, exclamó sarcástica en sus pensamientos.

 Aunque no estaba la figura paterna, sí, que estaba su primo - el gran amiguísimo de su ex-amante, controlándola.

- ¿Por qué no me dijiste que tu amigo estaba interesado ahora en la princesa?

Edward le envió una mirada fría.

- No me trato más con él.

- ¿Se puede saber qué le has hecho para perder dicha amistad? ¿No estabas detrás de él para agradar a su padre y tener un puesto en la empresa?

- Ya no, desde que tú te acostaste con él - su comentario la sobresaltó.

- Sabías que me moría por estar con él, lo deseaba - lo oyó rechinar los dientes -. No me da vergüenza decir que lo amo.

- ¡Cállate! - se sorprendió que saltara de esa forma. Curiosa, se acercó.

- ¿Qué te molesta primo? ¿Está celoso en algo particular?

- ¡No estoy celoso! - masculló entre dientes, fulminándola con la mirada -. Habría sido de agradecer que te comportaras como una dama. ¿Era pedir demasiado?

- No me voy a achantar porque tú o mi familia quieran casarme con ese pusilánime. El pobre no sabe que ya no soy virgen. Cuando se entere, me maldecirá y a vosotros también por haberle engañado, por haberle ofrecido en bandeja, a una dama pura  que estúpidamente se equivocó de sentimientos ya que no estaba cerca de mí para cuidarme. ¡Qué iluso! Yo también os estaré maldiciendo por hacerme la mujer más infeliz de toda Inglaterra. El único hombre que querré siempre es a Oliver. Por mucho que esté con esa tonta, no me olvidará.

- No lo creo - lord Portier se levantó y se arregló la chaqueta -. Eres fácil de olvidar.

Tuvo el bueno reflejo de esquivar su zapato.

¡Era tan odioso! 

Lo odiaba como a toda su familia.

Mírame a mí  © #2 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora