"Poesía de otoño"

24/10/ "Rosas"

Hoy estuve pensando en cuánto tiempo ha pasado desde que tuve una rosa en mis manos.

Ahora que las pienso, me siento rodeada de flores que me miran en cada giro.

¿Acaso soy la única que ve rosas donde no hay rosales?

Uno no siempre piensa en las rosas. Ni siquiera dedica tiempo a pensar en las flores, pero las rosas y las flores deberían ser tratadas con más vehemencia porque pocos recuerdan lo que significan.

Una rosa es como la cúspide de la pirámide, no le aporta nada a la estructura en sí, solo está ahí, como un regalo, sin más uso que el de embellecer más la obra.

Pues así son las rosas, algo que está demás, un pequeño premio extra en la vida.

Y si de rosas se trata ahora solo podrían imaginar una de esas tupidas en pétalos rojos y con un grueso tallo verde encrespado en espinas, y eso también me entristece mucho, porque no comprendo cómo uno se puede olvidar de las demás rosas.

Esas hermosas, de pétalos amarillos que llenan las praderas por las que corre alguna doncella vestida de blanco y en medio de las que se recuesta a contemplar las nubes.

O acaso no recuerdas esas rosas rosadas que dieron nombre al nombre, con sus pétalos delicados, esas que para tomarlas debe ser con la yema cuidadosa de dos dedos, y no más, porque crees que de solo verlas podrías estropearlas.

Incluso podría hablar de las rosas blancas, esas que te suenan a boda pero que en realidad no deberían ser, sino, un adorno funerario.

Pero mis favoritas siempre serán esas rosas anaranjadas como besadas por el sol; o esas rosas que no alcanzaron el rojo y tampoco se quedaron pálidas; o incluso esas moteadas y llenas de manchas sin sentido; porque nadie habla de esas rosas, nadie las recuerda, así cuando las personas se debatan en la búsqueda de una rosa roja para el amante, de una rosa amarilla para la doncella, de una rosa rosada para la hija, o de una rosa blanca para el muerto, yo estaré tranquila con las mías, que al ser olvidadas, vienen tan bien para el bautismo como para el entierro.