Capítulo 11

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"And now we're falling apart"

La cosa desde ayer no ha mejorado para España. Cuando llegaron a casa a la noche, se fue a dormir con la extraña sensación de que algo malo iba a pasar. No podía saber por qué, pero ella se intuía que debía estar alerta.

Se imaginaba en cierta parte de dónde venía aquella incomodidad que permanecía en su mente: Cataluña. La comunidad autónoma con la que a día de hoy tenía más conflictos. Porque, a pesar de que en aquel país se querían todos, siempre existían los conflictos entre el estado y las comunidades, ya fuera Castilla y León y el tema de la España vacía, Galicia con sus brotes momentáneos de independencia, etcétera. Siempre existirían conflictos o temas inconclusos entre ellos, pero el problema catalán estaba tan en boca de todos y tan reciente que era imposible dejarlo a un lado para procurar una buena convivencia.

Era noviembre. El mes anterior había ocurrido todo aquello de las protestas en Barcelona. Desde Madrid recordaba cómo entró en pánico al ver como las provincias catalanas también hacían manifestación sobre todo el tema de los presos políticos o políticos presos, le importaba una mierda cual de esas dos combinaciones fuera la correcta. Estaba claro que en este tema, su postura era de que no quería que se independizase la catalana. Y aún así, no tenía problema con las manifestaciones pacíficas.

El problema fueron las violentas. Los altercados donde la gente quemaba contenedores, se lanzaba adoquines y tanto civiles como cuerpos de la seguridad nacional se atacaban unos a otros. Recordó cómo corrió hasta su baño y se puso a vomitar un líquido negro similar al que salía de la cuenca de su ojo. El dolor en su pecho durante aquella semana fue constante y no dio tregua. Como país, aquello le afectaba, y como persona, tenía que Cataluña fuera cada vez a más con la situación, el malestar dentro de ella y todo lo que conllevaba el estar en conflicto con tu mismo territorio. Eso era lo que más tenía, el dolor de que sus gentes estuvieran en constante pelea.

Por mucho que lo intentó, cuando se despertó aquella mañana la incómoda sensación no abandonó su pecho. Ni cuando se despidieron de sus padres la intranquilidad la dejó en paz. Una parte de ella quería manifestar toda esa preocupación y decirles a sus compañeros que no estaba tan segura de que ir a Barcelona era una buena idea, que tal vez no deberían ir y que lo mejor era dar la vuelta e ir de bajada hasta la Comunitat Valenciana, que saltarse Cataluña no iba a ser para tanto. Pero tenía miedo de preocupar a Francia y a Reino Unido por una de sus tonterías, y cómo los veía tan ilusionados con ir a la capital catalana, sólo se mantuvo durmiendo en el viaje de ida, esperando que sólo fueran tontas emociones sin fundamentos.

Y claro, el anglosajón y su mujer les ocurría todo lo contrario. Tenían muy claro que aquello iba a ser muy especial. Planearon que después de comer fueran hasta la Sagrada Familia y en la zona más alta que se pudiera visitar, porque la endemoniada iglesia aún seguía en construcción, viendo toda la hermosa ciudad de Barcelona, ahí le pedirían que fuera su pareja. Y después la llevarían a cenar a un lugar especial, y básicamente serían felices y no tendrían de qué preocuparse porque todo estaría bien.

Ellos eran ajenos a los malos presentimientos que la castellana tenía en mente. Y obviamente eran ajenos, si es que la española tenía el don de callarse sus problemas y vender una falsa sonrisa a todos de que las cosas iban bien. Y es algo que había hecho en octubre cuando fueron los altercados. Porque en la reunión que coincidió después de todo aquello, ellos la vieron feliz como si hubiera solucionado sus problemas. Nada más lejos de la realidad que sólo era una falsa ilusión de tranquilidad que España mostraba a todos. Y le sirvió, porque nadie le preguntó sobre esas cosas. Y nadie pudo saber que estuvo tan mal durante más de una semana, que en ese momento no había comido en días y que tal vez podría desmayarse en cualquier momento por el cansancio. Pero todo detrás de una sonrisa que transmitió calma a todos.

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