Capítulo 2: El entrenamiento

104 18 16
                                    

De todas las personas, jamás creí que sería él quien se ofrecería como voluntario para enfrentarme

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


De todas las personas, jamás creí que sería él quien se ofrecería como voluntario para enfrentarme.

Bajo el cielo crepuscular junto al océano, mi nombre empezaba a tornarse inolvidable con cada combate en el que ganaba, como un simple torneo de cosquillas. Nadie osaba competir contra Leviatán, aceptando su derrota inminente.

Hasta que Nuno Arrhenius alzó la mano, sorprendiendo a nuestra entrenadora.

—Vaya, vaya —Sonreí al chico flacucho y asocial frente a mí, tan serio como de costumbre—. ¿También quieres probar un poco de agua salada? Solo bastaba que volvieras a hacer un berrinche.

Algunos compañeros rieron ante mi comentario, pero él los ignoró a todos, como siempre. La entrenadora se limitó a escribir nuestros nombres y repetir las reglas del enfrentamiento.

—Usarán sus habilidades para desarmar a su oponente, evitando lastimarlo más de la cuenta. Está prohibido atentar contra su integridad o su vida, bajo expulsión inmediata.

Le quité importancia con un movimiento de la mano, segurísimo de que no llegaríamos a nada de eso. Con suerte, aguantaría tres golpes.

—Puedes hacer el primer movimiento, si deseas —dije a Nuno, sonriente. Él inclinó su cabeza.

—Creí que no necesitabas ventaja, Gautier.

Entrecerré los ojos, antes de alzar mi brazo hacia el océano e iniciar el combate.

Un chorro de agua voló en mi dirección, rodeándome varias veces antes de salir disparado hacia mi oponente. Él lo esquivó con dificultades, apenas lográndolo la segunda vez. Con mi otra mano dupliqué el ataque, poco a poco obligándolo a escapar mientras nuestros compañeros gritaban, eufóricos. Me pareció divertido, como si hiciera una sopa con él.

Entonces, el muy cobarde empezó a correr, escapando del mismo lío que él buscó. Lo seguí de inmediato conforme ignoraba las advertencias de mi entrenadora. No lo dejaría ir tan fácilmente.

Nonu avanzó hasta las rocas al final de la playa, ocultándose entre ellas. El agua chocaba contra ellas de forma violenta, cosa que al final solo me daba más ventaja. No podía creer posible tanta incompetencia.

—¡Oye, Arrhenius! —grité, encima del sonido de las olas—. ¡No seas un cobarde, que solo le das más vergüenza a tus genes!

Sonreí al ver una sombra detrás de la roca más lejana. Alcé ambos brazos, preparándome.

—Solo me recuerdas a Ra, tan adorado cuando no era necesariamente el más poderoso. ¿Conoces a Shesmu? Nada menos que el dios de la sangre y su protector, alguien que sí valía la pena.

Me volteé justo cuando la sombra se arrojaba hacia mí. Moví mis brazos, rodeándolo con el agua. Observé a Nuno intentar zafarse, contraatacar y luego, respirar. Su vena yugular se marcó mientras clamaba por oxígeno, cuando yo solo podía pensar una cosa.

—Interesante... ¡Me gustaría ver cuánto tiempo aguantas sin respirar!

No podía parar, demasiado ensimismado. De haber puesto más atención, habría notado el truco, su sombra ahogándose y él por detrás.

Arrhenius me miró satisfecho, aunque dudoso.

—He aquí un proverbio importante: un error momentáneo llega a ser un remordimiento entero.

Y luego, atacó.

Un empate.

El Leviatán de Bahía ArdonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora