Capítulo 3: El supertraje

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—No, ni muerto, ¡me niego a usar los calzoncillos por fuera!

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—No, ni muerto, ¡me niego a usar los calzoncillos por fuera!

Transcurrió un segundo antes que la bola de nervios llamada Nuno apareciera por la puerta, corriendo. Algunos rieron como bobos, señalándolo sin discreción alguna. Me limité a bufar ante semejante comportamiento, preguntándome una vez más cómo se suponía que ellos y yo teníamos la misma categoría.

No pude decirles nada. Una mujer elegante y muy maquillada avanzó hacia la sala de espera, con enormes anteojos y una cinta métrica alrededor de su cuello. Se llevó una mano a la boca, llamando a un muy agitado Arrhenius.

—¡Vuelve acá, dahling! ¡Tan solo era un boceto, no la idea final!

Al comprender que sería en vano, nos miró durante un largo tiempo, antes de señalarme de mala gana y desaparecer en su oficina.

—Tú, el malhumorado, ven conmigo.

Su lugar de trabajo estaba repleto de telas, computadoras y recortes de revistas sobre sus diseños. Aunque para nosotros era Madame Mode, la creadora de nuestros supertrajes, también era Solène Couture, la diseñadora más famosa de Bahía Ardon.

—Es la última vez que escucho a un adolescente —me dijo conforme caminaba hacia su mesa, entre suspiros—. ¡Tan solo seguí sus ideas pero, sacrebleu, su reacción! ¿Sabes cuál fue su respuesta?

—Eh...

¿¡Dónde está mi supertraje!? ¡Estoy indignada!

Bufé de nuevo, acción que no ignoró. Se cruzó de brazos, arreglándose sus anteojos de forma juzgadora.

—No soy tan complicado como Nuno.

—No, tan solo eres Zakaria Gautier, el preferido de media ciudad.

Sonreí ante el comentario, en espera de lo que diría a continuación.

—Y al mismo tiempo, eres Leviatán, con un océano bajo tu control y tan popular como los héroes veteranos. Antes que lo preguntes, sí, tu traje está listo, aunque sigo sin entender tus gustos personales.

Movió su mano en dirección a una vitrina, dejándome sin habla. Consistía de un traje negro con líneas azules, capucha, guantes sin dedos y botas. Incluso agregó un cinturón multiusos y un cubrebocas del mismo color.

Era perfecto.

—Déjame ser sincera —opinó en cuanto me probé todo a excepción de la máscara—. Me sorprendió la elección de colores y estilo en general. Tienes habilidades de hidrokinesis, por lo que estaba segura que pedirías algo muy azul y escamoso.

—Eso es lo que el resto esperaría. Con este traje, nadie sospechará de mis poderes. Bastará acercarlos a una fuente de agua y... —Chasqueé los dedos mientras admiraba el océano lejano, sin dejar de sonreír—, problema resuelto.

Me coloqué el cubrebocas, admirándome en un espejo. Solène se llevó una mano a la barbilla, pensativa. De cierta forma, las líneas del traje y sus tonos oscuros me daban la apariencia de una criatura de las profundidades, de un Leviatán que aguardaba a su presa desde las sombras. Si mi plan funcionaba, tendría una ventaja contra el resto.

—Es gracioso... —comentó, con una pizca de duda.

—Quiero reír entonces.

—Es algo tonto, pero por un momento, casi me hiciste creer que eras un villano, cher Zakaria.

El Leviatán de Bahía ArdonWhere stories live. Discover now