Capítulo 8: La tormenta

88 12 10
                                    

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


Releí el titular en mis manos, sin dejar de temblar. Los últimos días habían sido catastróficos para Bahía Ardon, luego que una extraña y potente tormenta obligara a miles buscar refugio, por no mencionar las fatalidades. La lluvia y el viento golpeaban la ventana con fuerza, desde donde observaba un océano furioso.

—Deja de culparte —dijo alguien detrás, sentándose a mi lado—. El único responsable de todo esto es Zacky.

—Erika. —Me volteé sin saber qué responder. Ella me dedicó una sonrisa nostálgica antes de tenderme una barra de chocolate. Dio un respingo en cuanto un grito resonó por el pasillo, directo a nosotros—. Debí detenerlo, hacer cualquier cosa para que no asesinara a Calamitoso y escapara. Zakaria tiene razón, no soy un verdadero héroe.

Eso es lo que nuestros profesores, entre ellos los Gautier, repetían sin cesar. Incluso ahora, mientras discutían en la sala de conferencias, sabía que no culpaban al hijo estrella, sino a su compañero, el extraño entre el grupo. El único en no provenir de una familia prodigiosa, aceptado en el programa como simple caridad camuflada.

—Nuno —susurró, suspirando. No supe en qué momento me apoyé en ella, tragándome un sollozo. Erika me observó con pena, rodeándome como a un niño pequeño—. Deja de ser tan mentecato.

—¿Qué? —Me separé de golpe, incrédulo. ¡Lo único que me faltaba, que la hermana de mi compañero me insultara!—. ¡Bahía Ardon está en peligro por mi culpa! Yo...

Erika miró hacia la ventana, pensativa. Alzó su mano y la colocó en mi boca, evitando que soltara mi discurso de lástima propia.

—Zacky podrá haber tenido resultados excepcionales, una gran lista de contactos y considerado hermoso por media ciudad, pero jamás tuvo algo que tú sí: perseverancia. Ellos no harán nada. ¿Pero nosotros?

Señaló hacia la puerta, donde mis profesores discutían y se culpaban sin mover sus traseros superpoderosos. Me sonrió, tendiéndome su mano.

—El éxito no lo es todo para un héroe, algo que ni Zacky ni tú saben, pero sí lo es ayudar a otros. Ese es el código moral, ¿no? —Me guiñó una vez, incorporándonos—. No creamos en tontos prejuicios; nos alzaremos de esta derrota y detendremos a Leviatán. Pero primero...

Sonreí al comprender. A pesar de lo que vivimos, los mensajes de odio hacia los no prodigios y el mismo rechazo de parte de su familia, Erika luchaba por lo que creía correcto. En esos momentos, me cuestionaba quiénes eran los verdaderos héroes.

Avanzamos hacia la oficina, sobresaltando a los presentes. La única en sonreírnos fue Madame Solène, como si lo intuyera. Erika se cruzó brazos, alzando una ceja.

—¿Qué hacen ustedes acá? —dijo Alice Gautier, furiosa—. ¿No fue suficiente con inculpar a nuestro hijo? Todavía osas traerla a la Academia...

—Ya basta con esos pensamientos anticuados, mamá —dijo Erika, dejándolos pasmados—. Discutir no traerá a Zacky de regreso, ¿verdad, Nuno?

Asentí de inmediato, apretando el chocolate con fuerzas.

Era hora de hacer entrar en razón a un berrinchudo. 

El Leviatán de Bahía ArdonWhere stories live. Discover now