Capítulo 9: Viejos hermanos

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Avanzamos en el pasillo inundado por la lluvia, en la antigua torre Sallow. Recordé la condecoración de Zakaria hace meses, su burla y desprecio hacia el monólogo del alcalde, cuando juró proteger Bahía Ardon, no destruirla.

Un chillido escalofriante captó mi atención. Sentí mi piel erizarse.

Erika fue la primera en verlo, ahogando un grito. Al centro de las ruinas, entre ratones y de espaldas, se encontraba una figura, ambos brazos alzados. A pesar de la distancia, escuché los huesitos tronar y retorcerse, los roedores moviéndose al compás de sus dedos.

—¿Zacky?

Tomé a Erika, alejándola. Leviatán se volteó, sus fríos ojos visibles. No reaccionó, limitándose a practicar su macabro poder en indefensas criaturas.

—Gautier, basta —dije, serio—. Este berrinche es demasiado. La Academia y los héroes vecinos están listos para actuar por las buenas o las malas. No nos hagas evacuar la ciudad.

—Nuno, odioso e insoportable compañero —Movió su mano, los ratones chillando—. Las palabras de Calamitoso fueron un interruptor en mi cabeza. Ahora entiendo que ser un héroe es una pérdida de tiempo. Bahía Ardon está repleta de ineptos malagradecidos; no gastaré mis dones en ellos, como tú.

—Eres un berrinchudo, hermanito —dijo Erika, señalándolo—. Sé que mueres por ser tan querido como él. ¡Podemos lograrlo! Solo regresa.

Zakaria no respondió. El crujir de sus dedos fue mi alerta.

La empujé del camino, un chorro de agua impactando contra mi costado. Me rodeó, infiltrándose por mi nariz y boca, ahogándome. Leviatán se acercó, sus ojos delatando su sonrisa.

Desde una barricada improvisada, Erika le arrojó ladrillos. Uno impactó en su cabeza, desestabilizando su poder. Creé clones, inmovilizándolo.

—Nuno... —balbuceó ella, temblando.

—¡Sigue el plan sin importar nada! —Señalé su talismán parpadeante, nuestro último recurso. Miré al cielo, aguardando.

Una figura voló sobre nosotros, jalando el viento de la tormenta, transformándolo en esferas. Corrí hacia mi compañero, mi puño dirigido hacia su rostro, confiado..., hasta que me detuve a milímetros de su nariz. Mi espalda se dobló hacia atrás, cayendo de rodillas poco después.

Zakaria cerró sus dedos, oprimiendo mi pecho. Mis clones desaparecieron entre crujidos, como el aire alrededor.

—No importa cuánto lo intentes, Eco —susurró, sonriente ante el hilillo de sangre en mi nariz—. Siempre ganaré.

—¡Es hora... titán!

Una esfera de viento lo derribó al suelo. Imponente, Ālātus descendió de los cielos, sin mediar palabra. El semidiós de Greenfall repitió sus movimientos, creando un torbellino gélido, aislándolo.

Con celeridad, Ālātus esquivó el agua, transformándola en escarcha, inútil para Zakaria. Extendió sus alas, concentrado en enviar el viento contra Leviatán, evitando que se alzara.

Entonces, un grito resonó por las ruinas. El titán empezó a desplomarse, los dedos de Gautier en alto, mientras yo tosía sangre. No podíamos perder nuestra ventaja...

Zakaria gritó, y con un golpe sordo, se desplomó al suelo, inconsciente. Detrás, mano en alto, Erika jadeaba. Del talismán aún brotaban chispas.

Ālātus y ella suspiraron, aliviados. Sonriente, me dejé rodear por la oscuridad.

Bahía Ardon finalmente estaba a salvo.

El Leviatán de Bahía ArdonUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum