Capítulo 7: El error

101 12 13
                                    

—¿Vale la pena ser llamado héroe? —nos preguntó—

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

—¿Vale la pena ser llamado héroe? —nos preguntó—. ¿Por qué dedicar nuestras habilidades por el bienestar de seres destructores llamados humanos, bajo una falsa imagen abnegada?

Discretamente, Nuno señaló un rincón. Una de sus copias se encontraba a mi lado, distrayendo a Calamitoso, creando el escenario perfecto para detenerlo. El envenenamiento era una farsa.
Asentí, preparándome para atacar con el agua restante. Un paso más y...

—¿Por qué te rebajas a trabajar con inferiores como él, cuando toda Bahía Ardon te considera su mayor superhéroe? —dijo Calamitoso—. ¿Nuno Arrhenius?

Ambos Nuno permanecieron pasmados, el verdadero deteniéndose a un paso del villano. Abrí la boca para responder, cerrándola un momento después. No sabía qué decir, qué pensar. ¿Mejor héroe, él?

—¿Conoces nuestras identidades? —empezó Arrhenius.

—Eres el único que se preocupa verdaderamente por el resto. ¿Leviatán, aquí presente? Un egocéntrico, un chiquillo que cree que puede llevar su fama a otro nivel. No solo menosprecia a los indotados; piensa que es mejor que el resto de nosotros. ¿Verdad que sí, Zakaria Gautier?

No, no, no. ¿Qué ocurría? ¿Cómo era posible que supiera eso de nosotros, mi apellido? ¿Por qué me dedicaron miradas lastimeras y burlescas? ¿Era cierto? ¿Después de tantos esfuerzos, de seguir las creencias de mi familia, Bahía Ardon osaba considerarlo a él, a ese inútil, mejor héroe que yo?

—¡Cállate! —Alcé mi mano en un puño, el agua imitando mis movimientos. Calamitoso retrocedió, sin esperar el segundo golpe por detrás—. ¡Soy el mejor de todos!

Sus seguidores empezaron a huir, desarmados por Nuno. Creé dagas de agua, arrojándoselas, sin molestarme en apuntar. Algunos cayeron entre gritos, siéndome indiferentes. Solo quería a uno.
Calamitoso se acercó, listo para paralizarme con su veneno. Decidí usar mi poder hasta entonces secreto.

Él se detuvo frente a mi mano, retorciéndose, sus brazos doblándose a sus costados. Palideció inmediatamente. Moví mi otra mano, esta vez controlando sus rodillas. Sonreí en cuanto una de ellas tronó. Calamitoso gritó, un hilillo de sangre saliendo de su nariz.

—¿Qué haces? —dijo Nuno, incapaz de reaccionar—. ¡Detente! ¡Lo asesinarás!

—¿Sabes cómo se diferencia a un héroe? Cuando toma decisiones para un bien mayor. 

—¡Te comportas como un villano!

Me detuve de inmediato, sobresaltado. Borré mi sonrisa y volteé a verlo, comprendiendo muy tarde lo que había hecho. Calamitoso se desplomó a mis pies, tieso, inmóvil. Muerto.

—¿Qué has hecho, Zakaria?

Estaba pálido, observando la escena, sin molestarse en ocultar mi identidad. Miré hacia un lado, donde la cámara aún transmitía en vivo. Mi debut como héroe, el que me clasificaría como el mejor... Terminado. ¿La reputación de mi familia? En el drenaje.

Había perdido todo lo que siempre deseé y jamás tuve.

—¿Qué crees, Eco? —dije con odio, uno que siempre existió, oculto—. Demuéstranos que eres el héroe que todos creen.

Alcé el agua, separándonos. Eché una mirada a la cámara, antes de escapar.

Bahía Ardon no quería a Leviatán como su héroe.

Sino como su pesadilla.

El Leviatán de Bahía ArdonWhere stories live. Discover now