Capítulo 5: La sangre de Shesmu

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Era el tercer cuerpo en una semana

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Era el tercer cuerpo en una semana.

Nadie prestó atención a los primeros casos, atribuyéndolos a meros "efectos colaterales" de la violencia en los bajos suburbios de Bahía Ardon, actos que los héroes no tenían tiempo de solucionar. ¿Qué tenía de especial este último?

Ah, sí, era nada menos que nuestro director. Un dotado del gen Ra.

Aunque tomó poco tiempo acordonar Plaza Astraluna—el corazón de la ciudad—, no pudimos hacer nada contra la multitud que filmaba y observaba. Héroes y oficiales discutían, en busca de un perpetrador.

—Mala manera de terminar el día, ¿eh? —dijo mi compañero, agachándose frente a mí—. Extrañaré sus regaños por el pasillo.

—¿Puedes ser más insensible? —repliqué, ignorando su sonrisa sarcástica—. ¿Cómo eres el preferido, Leviatán?

Cuando me dieron la fatídica noticia de que él y yo trabajaríamos juntos, imaginé miles de escenarios donde yo salvaba el día, alejándome de su empalagosa fama. Nada me habría preparado para eso.

—Agradable como siempre, Nuno.

Quería decirle que dejara de llamarme de esa forma, pero jamás tuve la oportunidad. Las pantallas se encendieron de golpe, sobresaltándonos. La imagen de un ojo recordando a la mitología egipcia, aunque distinto, resaltaba. Todos alzaron la vista hacia la transmisión, cientos de celulares listos para grabar.

—Ciudadanos de Bahía Ardon, sean testigos de la purificación de estas tierras —dijo una voz distorsionada, generándome un escalofrío—. Observen el inicio del nuevo orden, la realidad que siempre debió ser. Los portadores del gen Ra nos han insultado al dedicarse a salvaguardar la vida de los mundanos. Es hora de acabar con eso.

Héroes y civiles se dedicaron miradas de reojo, algunos con la incomodidad pintada en sus rostros. Traté de hablar con Zakaria, quien en respuesta me calló con su mano.

—Las víctimas no eran más que vergüenzas a nuestro legado, creyentes de que la igualdad entre los bendecidos y los carentes del don era posible. ¿Acaso olvidaron cuando en antaño, los elegidos disfrutaban de poder y riquezas, haciendo honor a los genes Ra? ¿Vale siquiera la pena poseer ese título?

—¡Alguien haga algo! —grité a la policía y a mis superiores, a cualquiera que tuviera la capacidad de evitar la propagación de ese discurso de odio. Fue en vano.

Una figura encapuchada apareció en las pantallas, su rostro indistinguible.

—Llegó el momento de acabar con los impuros y condenarlos, sean traidores a sus genes o simples mundanos; la sangre correrá ante los pies de Shesmu como tributo hacia nuestro verdadero representante, el mismísimo protector de Ra. Este es el inicio de la era del léon.

Se detuvo un segundo que me pareció eterno, antes de pronunciar una frase que no podría olvidar jamás.

—Por la purificación de Bahía Ardon.

Las pantallas se tornaron blancas, dejándonos pasmados. La policía empezó a gritar órdenes y los héroes pidieron calma, pero no podía moverme. Estaba asqueado y ofendido.

—¿Por qué tan pensativo? —preguntó Gautier.

—¿Debo responder?

Él negó sin más, con una sonrisita impropia.

Una que nunca debí ignorar.

El Leviatán de Bahía ArdonWhere stories live. Discover now