Capítulo 6: Calamitoso

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—Al principio, nosotros éramos las víctimas

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—Al principio, nosotros éramos las víctimas.

El sitio era abrumador. A mi lado, Nuno señaló hacia un rincón olvidado para colarnos e interrumpir la transmisión en vivo. Mi compañero desapareció poco después, a medida que yo invocaba el agua en el ambiente húmedo, listo para atacar.

Una docena de encapuchados rodeaban a su líder, quien a la vez mantenía a una chica atada de pies y manos. Una bolsa cubría su cabeza, asfixiándola.

—Cuando los dotados del gen apenas poblaban la Tierra, el odio y la intolerancia carcomían los corazones del resto, envenenando sus pensamientos con celos. De esa manera, cientos fueron desplazados de sus países, asesinados en guerras injustas o esclavizados.

Todos conocíamos la historia. En un intento por ser aceptados y apaciguar las disputas violentas, se formó el primer grupo de héroes, dispuestos a dedicar sus vidas a mantener el orden y llevar paz a los bendecidos. Esa fue la fundación de la Academia de Bahía Ardon, relatos que Erika me leía de niño.

—¿Por qué, pues, deberíamos usar nuestros dones en proteger a un montón de indignos? Es hora de purificarnos, empezando por esta abominación con padres bendecidos.

Las luces lo apuntaron mientras revelaba a su prisionera. Ahí, temblando sin control, estaba ella.

Mi hermana.

No pudo aguardar más tiempo. Una docena de copias de Nuno atacaron a los encapuchados, uno de ellos dirigiéndose hacia el líder y Erika. Apenas tuvo tiempo de liberarla, antes que la mano del villano se enroscara en su brazo, deteniéndolo de golpe.

Yo conocía ese poder, el veneno paralizante y la piel abrasada. Calamitoso, el exiliado.

—¡Suficiente!

Corrí hacia ellos, utilizando una barrera de agua para separarnos y darnos ventaja. Grité a Erika que se apresurara, ayudándola a llegar hasta la salida donde la esperaban. En cuanto estuvo a salvo, regresé por mi compañero, quien luchaba por respirar y moverse.

—¡Levántate, dramático!

Nuno negó mientras Calamitoso avanzaba con ambas manos alzadas, en gesto de bienvenida, las cámaras grabando.

—Leviatán y Eco, finalmente. Siempre es un gusto recibir a nuestros hermanos.

—Ustedes, asesinos, no son mi familia —jadeó Nuno, apenas respirando—. Acabemos esto.

Él me miró, pero no reaccioné. Una pequeña parte de mi mente quería escuchar el discurso, comprender su punto de vista y por qué se consideraba una equivocación. Después de todo, ¿no existía algo de verdad en sus palabras, en nuestro origen caótico?

—Somos más que un simple disfraz con capa o los calzoncillos por fuera —dijo Calamitoso, directo a las cámaras—. Somos capaces de cualquier cosa, de crear un mundo en el que se nos trate con el respeto merecido. No sufrirán como lo hice yo.

Permanecí perplejo, meditando. Sus palabras tenían sentido.

—Ustedes y yo somos idénticos; somos los elegidos por la naturaleza. ¿Por qué pelear, cuando podemos hacer las cosas de otra manera? Hermanos míos, escuchen mi petición.

Nuno se llevó las manos al cuello, jadeando. Calamitoso sonrió, alzando su mano hacia nosotros y a la cámara.

—Únanse a mí y purifiquemos el mundo.

El Leviatán de Bahía ArdonWhere stories live. Discover now