Cónclave.

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Hades aun estaba sentado en su trono, con el cuerpo de un muchacho de apenas dieciséis años de edad, un joven de cabello negro y ojos azules, en esta ocasión su hermana no estaba con él, la dama negra del Inframundo, parecía haberlos traicionado o haber sido embrujada por los visitantes que bailaban y festejaban en los salones del castillo de Hades.

-¿Hiciste lo que te ordene? 

Radamanthys había salido en busca de ayuda, acudido con varias deidades, pero ninguna escucho sus palabras, nadie deseaba estar en la mira de aquellos que habían tomado el castillo Hades como su campo de juego, como su salon de fiestas, antes de anunciar la gran cacería.

-Eso creo, pero… 

No sabia si le ayudarian, declarar una guerra únicamente por un puñado de omegas que eran sus enemigos era ridículo, pero creía en la buena voluntad de aquellos seres, de esos soldados, al menos, uno de ellos. 

Antes de que dieran por iniciada la cacería y tuvieran que enfrentarse con ochentaiocho espectros, mas los soldados de la deidad que se apoderó del castillo del dios Hades, buscando carne fresca, cuerpos frescos, jóvenes, para su banquete carnal. 

-Tal vez nos ayuden… 

Finalizo, pero no con demasiada convicción, pues no sabia si los ayudarian, o si la ayuda llegaría a tiempo, antes de que declararan iniciada la cacería y cada uno de los alfas, o betas, que habitaban el Inframundo, así como sus enemigos, les darían caza, los perseguirian hasta que dieran con ellos y comprendian perfectamente que pasaría una vez que los alcanzaran, uno o varios de esos lunáticos. 

-¿Tal vez?

Ese era Minos, que por alguna razón era el más asustado de todos, era hermoso si, pero no era por eso que estaba tan aterrado, sino porque era cruel, era sadico y muchos le temían, le odiaban, lo deseaban, al menos de rodillas, para que pagara sus crímenes, que eran tener poder sobre los otros. 

Aiacos compartía su temor, pero él era mucho más pragmático, si llegaban a derrotarlo, sabia que terminaria con su vida, se cortaría la garganta o se destruiría con su propio cosmos, Minos, él no deseaba matarse, porque pensaba que eso no serviría de nada. 

Y el estaba asustado, pensaba que algunos de sus soldados leales deseaban protegerlo, pero también se daba cuenta que lo defenderian a cambio de poseer lo mismo que los otros deseaban. 

Valentine no estaba entre ellos, porque era un alfa y estaba en el festejo, junto a varios otros, como Zeros, Raimi o Stand, podía matar a Zeros, Aiacos podía matar a Stand y Minos a Raimi, pero Valentine, el costaria mucho más trabajo que los demás. 

Sin embargo, los espectros no eran aquello que temía, sino a los soldados de la deidad que había tomado lugar en sus salones, al menos, a su élite, con los cuales, Minos había tenido alguna que otra rencilla, especialmente, al castigar sus crímenes con dureza, cuando ellos decían, solo actuaban como los dioses se los exigia.

-Visite a un alfa conocido, es un buen hombre, tal vez nos ayude, solo hay que esperar. 

Le había visitado cuando había perdido toda esperanza y aunque sabía que no tenía ninguna clase de poder, porque siempre lo había despreciado, aunque sabía que lo engaño y se burló de sus afectos, esperaba que su honor conmoviera su corazón, que no los dejara solos en ese momento de debilidad.

-¡Pero la cacería será en una semana!

Fueron las palabras de Minos, a quien Lune trataba de tranquilizar sin suerte, Minos parecía saber algo que ellos no, que ni siquiera su dios comprendía, quien estaba sentado en su trono, pensando, meditando, acompañado del mocoso de Bennu, que actuaba como su guardaespaldas.

Cacería.Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz