El amor, el Amor...

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-Quiero hacerlo… quiero que me hagas el amor… Albafica de Piscis… 

Pronunció sin siquiera saber porqué lo hacía, solo que esas caricias, ese acto nunca había sido tan placentero para él, porque la primera ocasión Apolo lo viola, las siguientes su esposa utilizó su celo para tomarlo en contra de su voluntad y algunas otras ocasiones, no encontro nada en especial en hacerlo, a pesar de que sus amantes eran hermosos, casi tanto como la rosa venenosa que no dejaba de verle con esos hermosos ojos azules.

-Temo que esto sea un sueño Minos, y si lo es, no deseo despertar. 

No era un sueño y si lo era, los dos estaban encerrados en el mismo sueño, por lo que debían disfrutar aquellos placeres  mientras podían hacerlo, esa libertad, antes de que la pesadilla diera inicio, cuando Apolo llegará por él, porque si después de todos esos siglos aún estaba obsesionado, estaba seguro de que lo capturaria para poseerlo de nuevo. 

-¿En que piensas? ¿Porque pones esa cara tan triste? 

Minos quiso decirle que había pensado en eso que decía, en que era un sueño, pero no lo dijo, negándose a responderle a la rosa, besando sus labios con delicadeza, sosteniéndolo de las mejillas para que se acercara a él un poco más. 

-No importa lo que suceda en el futuro, en el presente, yo deseo estar contigo, ahora que te he encontrado, cuando no sabía que debía buscarte hermosa rosa, así que si no quieres hacerme enojar, no me acoses con preguntas. 

Minos no estaba dispuesto a compartir nada de su pasado, más allá de lo que ya había dicho y esperaba que Albafica obedeciera sus órdenes, ya que se había puesto a sus pies, como su guardián. 

-Algun dia… espero que confíes lo suficiente en mi para contarme tus temores, pero por el momento, me conformo con que me aceptes a tu lado Minos. 

Minos, un ser milenario, un emperador famoso por su sentido de justicia y por su belleza, estaba a su lado, aceptaba su amor y su descubrimiento de antaño, su paz, su cordura podía llegar a amarlo, eso era lo único que le importaba en ese momento. 

-De nuevo vas a desobedecerme… acaso no te dije que deseaba que me hicieras el amor, Albafica de Piscis. 

Cuando pronunciaba su nombre le parecía como si lo acariciara, como si le condenara a una muerte segura o le abriera la entrada al paraíso, su forma de hablar era sensual, peligrosa, una mezcla entre un ronroneo y un rugido, estremeciendo su cuerpo hasta el centro de su ser. 

-Esa no puede ser una orden Minos, yacer contigo, después de encontrarte, es como el paraíso en sí mismo y solo un demente, pensaría que atender a tan dulce orden, es un acto de obediencia, cuando es un acto de placer para ti mismo. 

Las mejillas de Minos se pintaron de rojo al escuchar esas palabras, creyendo en sus buenas intenciones, restregando sus piernas contra las de Albafica, que estaba recostado sobre Minos, que no dejaba de verle con tanta adoración que apenas podía comprenderlo.

-No me mires de esa forma. 

Le suplico, escuchando una risa de Albafica, que acariciando de nuevo la mejilla de Minos, su cuello y su mordida, se pregunto porque no deseaba que lo viera como el tesoro del que se trataba realmente. 

-Como si fueras mi mayor tesoro… 

Minos asintió, lo veía como si fuera su tesoro, como si fuera lo más hermoso que había visto en toda su vida, pero sin cualquier sombra de posesividad, de lujuria o de maldad, sin hacerle sentir desagrado, o temor, solo se sentía hermoso. 

-Porque tu eres mi mayor tesoro y no hay forma alguna en la cual no te vea de esa forma, mi omega. 

Los labios de Albafica eran suaves, eran cálidos, así como sus manos que delicadamente, sin darle alguna clase de tregua, empezó a recorrer sus muslos, sus caderas, aún estaban desnudos, Minos había iniciado su celo, podían disfrutarlo, como si fuera la paz antes de la tormenta. 

Cacería.Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ