Un Placentero Castigo.

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Hefesto empezó a retorcerse en sus brazos, tratando de golpearlo y liberarse, sintiendo como Ares avanzaba sin pena, con un paso lento, demasiado seguro de sí mismo, especialmente, cuando no podía soltarse, aunque si lo intentaba. 

-¡Qué demonios se supone que estas haciendo! 

Estaba enojado porque aún había demasiadas cosas que hacer y porque esperaba poder terminar el fuego griego antes de darles su primer descanso, sin embargo, el bruto que había aceptado como alfa había decidido interrumpirlo, dándoles un descanso a sus soldados, sin preguntarle siquiera su opinión.

-¡Bájame en este instante! 

Volvió a ordenarle, sintiendo como Ares solo aumentaba su agarre en su cintura, y cuando quiso patearlo, le dio una nalgada, que lo evito, enfureciendo un poco más, siendo él en ese momento, quien se comportaba como un niño mimado. 

-¡Tengo muchas cosas que hacer grandísimo idiota! 

Ares escucho esas palabras con detenimiento, había tantas cosas que hacer, que no había una diferencia si dejaban descansar a esos muchachos esas pocas horas y ellos perdian su tiempo en su recamara unas horas, a que si se encerraban en ese taller hasta caer inconscientes, preguntandose de momento, cuántas veces había pasado eso con Hefesto, quien ya no se retorcia en sus brazos, estaba cansado de luchar contra él, supuso.

-¡Suéltame ahora mismo! 

Le ordenó una última ocasión y esta vez, sí obedeció sus órdenes, dejándolo caer en la cama que resistió sus pasiones cuando le hizo su omega, con una sonrisa divertida, llevando sus manos a su cintura, esperando la expresión de Hefesto cuando se diera cuenta donde estaban, así como se diera cuenta con esa inteligencia suya, que no lo dejaría marchar de esa habitación en mucho tiempo.

-Hefesto, tienes que descansar. 

Pronunció preocupado, esperando por la respuesta de Hefesto, Afrodita solo se hubiera reído y hubiera obedecido sin más, dejándole tomar su cuerpo a su antojo, en cambio, su consorte, su omega se levantó de la cama sin mucha esfuerzo, señalandolo con su dedo índice, porque si estaba muy enojado por esa actitud, por que fuera separado de sus tareas, además, por ser llevado como un costal de papas hasta ese sitio, preguntandose cuantos habían visto esa escena, sonrojándose de pronto.

-¡Ni siquiera vas a dejarme descansar! 

En eso tenía por supuesto toda la razón, no iban a descansar, pero ellos eran dioses, ellos no lo necesitaban, sus aprendices por otro lado si lo hacían, ellos eran humanos y no podían utilizarlos como si fueran las máquinas de Hefesto, además, después de saber que su omega le había mentido y planeaba en secreto la forma de matarlo, se enojo, solo un poco, pero lo que más sintió fue excitación, pensando que era el momento de recordarle porque no quiso matarlo esa primera vez, hacerle ver que no solo sería un mundo muy triste sin su belleza, pero también, sin sus habilidades amatorias, de las que deseaba volverlo adicto.

-Ahora que lo dices, no, pero tu te lo buscaste.

Así le haría ver que no era una buena idea matarlo, porque nunca conocería a un amante como él y nunca sentiria el placer que sintió en sus brazos, especialmente, cuando el gimiera en su oído, o caminara recordando lo que estaban haciendo en esa recamara, al realizar cada movimiento, porque la primera vez se detuvo a la mitad, esa ocasión, como parte de su castigo, no lo haría.

-¿Yo me lo busque? ¿Has perdido la razón? 

Francamente ese no era el punto, si había perdido la razón, porque muchos pensarían que lo había hecho, al decidir enfrentarse contra sus hermanos y aliarse al dios Hefesto, solo por un puñado de humanos, asi que solo se encogió de hombros, recuperando un pequeño artilugio que había llevado con él desde la penúltima vez que fue capturado por el dios de la creación mecánica, cuando casi logra escabullirse a su habitación, deseaba verla, sin saber muy bien porque en ese momento, en el presente, pensaba que ya le había reconocido como su omega. 

Cacería.Where stories live. Discover now