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Hay una cafetería privada en el primer piso del edificio de la Agencia de Detectives. Su nombre es “Uzumaki”. Es una cafetería a la antigua, las mesas, sillas y paredes están absorbidas y descoloridas. El lugar olía a salmón y la música de jazz fluía en el aire. En el mostrador dentro de la cafetería, Akutagawa sostenía unos documentos y una taza de té. Aquel documento que releía, se trataba de un informe de negocios de la Agencia. El papeleo ya no era inevitable, y Akutagawa se enfrentó a él como un enemigo. Era un juego en desventaja. Akutagawa sudaba, temía ser derrotado por aquel fuerte enemigo que era el papeleo.

No había más clientes, sólo el administrador limpiando una taza frente al mesón.

Afuera, llovía.

La cafetería, lluvia, olor a salmón y jazz. Eran los cuatro accesorios necesarios para ralentizar el pasar del tiempo. Como no podía soportar el silencio, Akutagawa tomó su teléfono.

—Soy yo. En lo que respecta al papeleo, puedo decir que estoy exento de ello este año.

—No decidas tonterías— La voz nerviosa de Kunikida se escuchaba desde el otro lado de la llamada.

Y Akutagawa dijo con el rostro entristecido. —Piénsalo así. Si dejo mi papeleo por un año, es posible duplicar la cosecha de criminales atroces.

—No puedes permitirte nada con la agricultura en estos días ...

En ese momento el timbre de la puerta sonó. Aquel sonido sería el que lo cambiaría todo.

Fue un niño el que entró por la puerta. Su abrigo negro estaba mojado por la lluvia, su cabello casi blanco brillaba por las gotas de lluvia en él. Su rostro tenía una expresión suave y llena de disculpas hacia el mundo, pero la apariencia no era nada. No había señales de un niño, incluso una araña en la pared tendría más presencia que él.

Cuando el niño se quitó el abrigo en la entrada y lo sacudió levemente, caminó en silencio y se sentó junto a Akutagawa en el mesón. Aquella forma tranquila que tenía de caminar era más silenciosa que la de un felino trepador.

Akutagawa no volteó el rostro, pero siguió todo el movimiento con la mirada.

—... Fuerte.— gruñó Akutagawa suavemente.

—¿Qué?— dijo Kunikida al otro lado del teléfono.

Akutagawa no contestó a aquello y apagó el teléfono.

El chico de abrigo negro pidió al encargado “Café” y guardó silencio. Luego, se quedó quieto como una escultura.

Sin embargo, de repente se volteó hacia Akutagawa. —Lo siento. Oí la voz del teléfono hace un momento… ¿Hablabas de la Agencia de Detectives? –

Akutagawa miró al otro de pies a cabeza con ojos afilados, luego dijo: —Sí, soy un detective de la Agencia. –

—¿Sí?— El niño sonrió. —De hecho, vengo a entregar una carta al presidente de la Agencia de parte de mi líder, pero me perdí... Además comenzó a llover y tuve que venir a buscar refugio. –

Akutagawa dijo sin cambiar su expresión. —Si es por la Agencia de Detectives, está en el cuarto piso de este edificio. –

—¿Verdad?— El rostro del niño se iluminó. —Me alegro. –

En ese momento, un café fue colocado frente al chico. Después de oler la fragancia de la taza, colocó terrones de azúcar en ella. Uno, dos, tres.

Akutagawa siguió la cantidad de azúcar con los ojos. Entonces, el chico notó la mirada y sonrió como excusa. —¿Esto? Mis compañeros de trabajo siempre dicen que es un montón de azúcar pero no puedo evitarlo. Crecí en un lugar donde el azúcar era algo valioso, así que ahora uso mucha–

Novela Ligera- Beast Bungou Stray DogsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora