Besos insaciables

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Al llegar Jairo cenamos. A él no le resulta extraño que esté allí, así que supongo que le parecerá bien que me haya incluido en los planes de esta noche.

Cuando son las 11:12 pm deciden empezar a fumar, y aunque no soy muy partidaria de aquello observo como se hacen dos porros. David me mira y espeta:

-¿Quieres probar o qué?- Lo miro con cara de asco y respondo.

-Ni de coña.- Ambos se ríen y añado.- Lo que estaría bien es beberme algo, porque vosotros os vais a poner muy a gusto, y yo aquí sin nada.- Digo indignada. David se levanta.

-Porque eres tú, y porque quiero que te lo pases bien, pero como mi padre vea que la botella está más vacía de lo normal, me matará, y todo será tu culpa.- Me advierte y seguidamente me enseña una botella de ron. No me enloquece, pero lo acepto sin pensar y le sonrío. Quiero olvidarme de todo.

Después de varios cubatas y varios porros, la fiesta que nos hemos montado entre los tres es curiosa e intensa, por lo que la cosa se nos va un poco de las manos. No solo hemos gastado la botella de ron que ha sacado, también está por la mitad una de ginebra que no estaba ni abierta. El padre de David se va a acordar de todos los antepasados de su hijo. Aunque ahora mismo nos importa más bien poco.

Entre risas y cantos, voy a la cocina a por más hielo. En el pasillo me encuentro con David y le digo:

-Ven aquí, dame un beso.- Él, con el vaso en la mano, me rodea la cintura y besa mi mejilla. Seguidamente se va hacia el salón y yo sigo con mis búsqueda. Al no encontrar el hielo refunfuño y veo que vuelve a entrar. Le suelto algo molesta:

-No te había pedido un beso en la mejilla pero vamos...- Se ríe, y se apoya en la encimera. Abre una cubitera y dice.

-¿Estás buscando esto?.- Cuando me acerco, la cierra y añade.- Pues búscalo bien.- No entiendo qué quiere, aunque a los pocos segundos me percato de que le había pedido un beso. Sin pensarlo mucho me acerco a su boca, y después de una mirada llena de morbo, lo beso, y él me corresponde gustosamente.

Acabamos, y volvemos al salón ya con nuestros vasos rellenos. Jairo está en el balcón, creo que intuía que es lo que estaba pasando en la cocina, por eso pienso que se ha salido. Decido poner una canción mítica en la televisión, vuelve y los tres empezamos a bailar y cantar. Disfruto, me divierto, dejo abandonar mis pensamientos de toda la semana, y me permito ser feliz, aunque sea por una noche.

Después de varias horas, David y yo coqueteamos más de lo que hubiera imaginado, y al estar tan cómoda, entre besos no sé qué me pasa por la cabeza, que quiero probar el canuto que está fumando.

-Va déjame probarlo.- Me miran los dos sorprendidos, y empiezan a reírse.

-¿Estás segura?- Me pregunta Jairo. Asiento, aunque en realidad no sé ni lo que hago.

-Está bien. Toma.- Me lo da David, y no sé ni cómo cogerlo. Intento imitarlos y aspiro. Toso, toso mucho y nos reímos. - Eva, es normal que tosas, no te preocupes, inténtalo de nuevo.- Me anima y hago lo que me dice. Parece que esta vez lo hago un poco mejor, y tras dos o tres caladas más se lo devuelvo. 

Aunque no me gusta el sabor, y no me gusta lo que provoca, aquí estoy fumando y no paro de reírme. ¿No tiene por qué ser tan malo no?

-Oye, las estrellas se ven hoy bastante bien, venid a la terraza.- Nos dice Jairo que acaba de salir de nuevo. Le obedecemos y tras apagar la música, salimos. Jairo está sentado en una silla con los pies por fuera de la barandilla. David se acerca a la barandilla, se apoya, se quita las gafas y las coge con una sola mano. Intento centrarme en el cielo y como es bastante tarde, intento relajarme. Pero de repente Jairo se va a levantar, y le de una patada a las gafas de David; con la mala suerte de que David vive justo encima de la piscina de la comunidad y las gafas caen volando al césped.

La vida de EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora