Parte 19: Tarde de reflexión

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Al día siguiente, en la playa, como un Déjà Vu, Armando y Verdi se encontraban sentados en un banco de madera cercano a la playa, a la sombra en aquella ocasión, tratando de mantenerse más ocultos respecto a su estilo de vida más amante del sol.

—Si te digo la verdad, no sé cómo todavía seguimos con vida —comentó Armando, acariciando a su gato.

Llevaban un buen rato sin decir nada, únicamente mirando al suelo o al chiringuito de delante de sus narices, tratando de asimilar... lo de la anterior noche.

—Simplemente, seguimos aquí. Es muy frenético todo, pero por lo menos tenemos que darle gracias a la vida de seguir... aquí.

—Es que vi la muerte tan cerca... y de golpe se esfumó, y todo por enseñarle... —mencionó Armando, señalando al pecho de su amigo, donde el colgane reposaba en la sombra también.

Verdi inclinó la cabeza y cogió el centro del colgante con sus dedos, suavemente. Lo sacó entre su camisa desabrochada y se lo quedó en mano. Apretó el puño con fuerza mientras miraba el mar y los rayos solares reflejando toda la ciudad salvo su posición en la sombra.

—Fue un acto divino, pero todavía no estamos seguro. Piensa que el mal puede volver.

—Sí, pero dime —dijo Armando, sacando los pelos de su gato que quedaban en su polo rosado—. ¿Por qué el heredero de Nostradamus se retiró? O sea, ¿qué le hizo actuar de esa forma? ¿Por qué no nos mató? ¿Qué clase de fuerza había en la plaza en ese momento?

—Pues... no lo tengo claro, hermano. No me fijé en si había algo. Tan sólo agarré el colgante y pensé con todas mis fuerzas en la posibilidad de ser más poderoso que el mago, pero no creo que eso fuera el motivo por el cual se fué.

—Entonces, ¿crees que el alma que nos protegía... era esa tal Ma Chérie?

—Puede ser, Armando. Puede ser.

—Es que, aparte de la magia negra del heredero de Nostradamus, los otros sucesos paranormales los vivimos en la antigua tienda de antiguedades. Quizá Ma Chérie es... una bruja buena o un espíritu que nos quiere ayudar —dijo Armando, en plan filosófico—. Illo, si me escucho decir esto hace unas semanas, pensaría que me he metido algo. Pero ahora lo veo tan cierto...

—Tenemos que servir investigando sobre el mago, sobre Ma Chérie... y tengo miedo —dijo Verdi, mirando abajo—. ¿Y si en realidad el mago tan sólo posponía nuestra muerte? Simplemente... juega con nostros. Quién sabe.

Armando únicamente asentaba con la cabeza, pensativo y acariciando a su animal cuando, de su derecha, escuchaba unos silbidos inesperados. Agrandó los ojos cuando vio a su amigo Prince silbando y saludándole con uno de sus brazos, con el cual no sujetaba el acordeón.

—Bueno, voy a ver si esta tarde podemos desconectar un poco de toda esta mierda —dijo Armando, levantándose y devolviéndole el saludo a su amigo moreno.

—De acuerdo, aunque sigo con muchas incertidumbres, Armando. Sigo con la cabeza como si una manada de ñús pasara corriendo por encima de mis dudas...

Seguidamente, antes de partir como una bala hacia donde su amigo brasileiro se encontraba, Armando miró al cielo y dijo:

—Que Ma Chérie nos salve a toda la ciudad de este asesino solitario del infierno.


Ma ChérieWhere stories live. Discover now