Parte 25: Ciao, bella

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Al día siguiente, la calma paseaba por la ciudad, la pesadilla había quedado dentro de un cajón para el olvido y los personajes, al fin, se sentían menos pesantes. Dios lo sabía.

Hacía una tarde preciosa. Verdi permanecía sentado en un banco de madera cercano a la playa, rodeado por una bonita calle con hermosas floras a su alrededor y abrazado por la sombra de un hermoso olmo, un árbol con una cantidad de hojas verdes tan voluminosas que parecía un enorme peinado afro encima de un Verdi que, inesperadamente, tocaba su guitarra española al aire libre. Como si lo de aquella noche no hubiera sucedido, trataba de olvidar sus penas con cada nota de las cuerdas de su instrumento que acariciaba con los dedos. Los pajaros le acompañaban en el canto. Se sentía agradable, sin tapujos de ocultarse en su cuarto por la noche con la bebida. Me sentía más vivo que nunca.

—"Desde que te hablé sabía que eras especial

Existen pocas así

Con esa única humildad

Con la que respondes cuando me hablas

A lo nuestro le llaman intenacional

Es un amor tan real

Que por más lejos que vayas

Siento que te quiero cada día más

Contigo voy a disfrutar de la naturaleza,

Mirar al cielo y sentir como besas,

Cerrar los ojos y sólo imaginar". 

'Encanto', bonita canción de Don Omar —dijo finalmente para poner punto a su voz y su guitarra.

No obstante, pese a cantar aquella canción de un famoso artista, pronto notó que no estaba solo. Notó algo volando desde el árbol hasta su hombro. Verdi dejó de tocar cuando notó aquello encima de sus camisa o, mejor aún, aquel animal que pasaba sus pequeñas y peludas patitas sobre los hombros hasta saltar a su derecha.

—Oh... ¿Bigotes? —dijo, acariciando el gato blanco que surgió de la nada. Y no era el único en aparecer.

Evidentemente, ante la presencia de un gato bastante tierno con un collar rojo que ponía 'Bigotes', no tardaría en aparecer su fiel cuidador al otro lado del banco.

—¡Illo! ¿Qué haces aquí? —dijo inesperadamente Armando, saltando el banco en modo parkour y sentándose al lado de su amigo.

Armando también parecía mucho más alegre que en las últimas ocasiones, con una camisa hawaiana morada con dibujos de palmeras y cacatúas esparcidas por la vestimenta como la indumentaria más llamativa en el Armando de aquella tarde.

—Aquí, tocando una canción de Don Omar hasta hace nada. —dijo Verdi, acariciando su guitarra.

—¡genial! ¡Ya iba siendo hora de verte más alejado de un ambiente depresivo —dijo Armando, acordándose de las noches en que Verdi solía tocar en su cuarto en un estado cuestionable.

—Es que... tras lo sucedido junto a todos... necesitaba salir.

—Te comprendo. ¿Acaso te imaginabas ayer por la noche, cuando saltamos rebentando la ventana para salvar a nuestros hermanos, estariamos aquí, charlando? He salido con Bigotes para comprarle algún espeto, que le encantan al cabrón, cuando he notado tu presencia aquí. Y me encanta verte tocando con un toque alegre.

—Gracias. Aún me cuesta quitarme de la cabeza todo lo vivido, lo del mago, lo de la tienda de antiguedades, lo del ser de la televisión... básicamente para no traumarme más.

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⏰ Last updated: Jul 03, 2020 ⏰

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Ma ChérieWhere stories live. Discover now