La luz verde

171 12 4
                                    

Durante años la gente de tierra adentro creído que cuando entraba una luz verde a una casa es que algún alma en pena anda por ahí.

Las primeras viviendas del barrio Guamilito eran barracones construidos de postes de madera para evitar la presencia de serpientes que deambulaban por el lugar. 

En uno de esos barrancos vivía Estela Valdemar con sus dos hijas, Miriam y Gladis, ambas le ayudaban con los quehaceres domésticos al salir de la escuela. 

La gente de la zona norte acostumbraba a construir sus cocinas debajo de sus casas, también solían instalar una cómoda hamaca para los días terribles de calor. 

Doña Vicenta, vecina de Estela, pasaba horas enteras meciéndose en su hamaca, vivía sola, sus dos hijos se habían embarcado y le mandaban dinero.

No tenía necesidad de trabajar, mas no por eso se mantenía sin hacer nada, realizaba el oficio de la casa en las mañanas y por las tardes se mecía en su hamaca.

Miriam y Gladis visitaban con frecuencia a doña Vicenta, sabían que la anciana era bondadosa, les contaba historias de muertos y aparecidos, las aconsejaba para su vida futura y les enseñaba a cocinar.

--Usted me consiente mucho a esas cipotas, doña Chenta.

--No es así Estelita, usted sabe que las quiero mucho, ellas son mi única compañía. Claro que si las trato bien y les regalo algunas cositas, pero no se vaya a enojar con ellas ni las vaya a regañar, nunca me han pedido nada, soy yo la que les regalo. 

--Pero a mi me da pena que usted se desprenda de sus cositas.

--No sea así, usted bien sabe que son buenas niñas, se han ganado el cariño de todos los vecinos y no digamos el mío.

--Y cómo se siente doña Cheta?.

--Últimamente he tenido calambres en la pierna, aveces siento que el corazón me palpita muy fuerte.

--A de ser que se le sube la presión, vaya al médico. 

--No me gusta ir a regalar el pisto je, je, je, je. Son cosas pasajeras, Estelita.

Una tarde, cuando las niñas salieron de la escuela, después de ayudar en los quehaceres del hogar pidieron permiso para ir a visitar a doña Vicenta. 

--Esta bien, pero no la vayan a molestar, acuerdense que ya esta viejita y debe descansar  *dijo Estela*.

Cuando las niñas llegaron a la casa de la vecina la vieron acostada en la hamaca y la saludaron, pero la señora no contestó. Le hablaron de nuevo y no hubo respuesta, entonces decidieron despertarla, movieron su cuerpo y se dieron cuenta que la señora Vicenta estaba muerta. De inmediato avisaron a la mamá y a los vecinos, quienes acudieron de inmediato a ver lo sucedido.

Se la llevaron en una ambulancia para el hospital, allá la examinaron y prepararon el cadáver, entre tanto, los vecinos trataron de comunicarse con los hijos de la difunta para avisarles lo de su muerte, pero todo fue inútil. 

Hubo gran consternación en Guamilito, doña Vicenta era una señora muy querida y respetada, de manera que su sepelio fue muy concurrido. 

Un año más tarde, Cuando don Camilo Cáceres pasaba por la casa abandonada de doña Vicenta a las siete de la noche, le pareció ver una pequeña luz en uno de los pilares de la casa. Como era un hombre curioso, se fue acercando poco a poco hasta descubrir que una luz verde iba aumentando de tamaño a medida que él se aproximaba, de pronto, sintió un gran miedo y salió corriendo.

Al día siguiente comentó con los vecinos lo que había visto y todos coincidieron en decir que era el alma de doña Chenta que andaba penando. 

--¿Saben una cosa, niñas? 

--¿Qué, mamá?

--Por ahí andan inventando que el alma de doña Chenta anda penando y que han visto una luz verde en una de las orillas de la casa. 

--Dicen que fue don Camilo quien vio la luz y otras personas también la han visto de lejos, pero no se atreven a acercarse ¿será eso cierto, mamá?

--Les digo que son inventos, los muertos no salen. No piensen en eso, oremos por el alma de esa buena vecina y acostemonos que es muy tarde.

Miriam y Gladis esperaron a que su madre se durmiera, habían decidido ir en busca de la luz verde a casa de la finada vecina. Se levantaron silenciosamente y salieron de puntillas de la casa, dirigiéndose a donde habitaba aquella noble mujer. Al llegar vieron que, en efecto, ahí había una luz verde que parpadeaba, las niñas quedaron mudas de asombro. Miriam, de 14 años, era más decidida, tenía más valor y pidiendole a Dios mentalmente que le ayudara decidió hablar:

--Doña Chenta...¿e...es usted? 

De pronto la luz se avivó y una voz dulce contestó: "Soy yo, niñas. No tengan miedo, aquí donde está esta luz, guarde mucho dinero del que me mandaban mis hijos, quiero que todo esto sea de ustedes. Díganle a su mamá que vengan a escarbar mañana cuando toda la gente se halla ido para su trabajo, así me sacará de penas" 

Las niñas regresaron a su casa y al día siguiente comunicaron a su mamá lo sucedido. Siguiendo las instrucciones de la difunta, sacaron una gran cantidad de dinero, luego fueron a la catedral a celebrar varias misas por el descanso del alma de la señora Vicenta. Con aquel negocio, doña Estela abrió in negocio que, con el correr del tiempo, prospero hasta convertirse en la fuente de trabajo para muchos sampedranos. 

.

.

.

.

.

--No tiene nada que ver con terror, lo sé :V...pero es mi historia ok? :) después subiré las que si son de terror uwu.


✞︎Histørias de terror✞︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora