El juego de las sonrisas

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Se acercaba el cumpleaños de mi hermano, vino mi tía y mi primo, mi tía dijo que mi tío y mi prima debieron retrasarse, no le dimos mucha importancia y empezamos a decorar la sala para el cumpleaños, pues trajeron muchos decorativos para la fiesta, en mi opinión exageraron la situación pero no podían hacer más nada, ya habían pagado.

Mi primo nunca se sentaba en la mesa a comer con la familia, comía en la habitación donde se quedó, era muy raro, por decirlo así, ya que en las noches que se quedó en la casa, se escuchaban ruidos raros desde su cuarto.

Los días pasaron y el día de la fiesta llegó, todos esperaron a mi hermano en la casa, pues el trabaja hasta las seis de la tarde, cuando llegó todos gritaron sorpresa, pero algo pasó en su trabajo, estaba triste cuando llegó, pero igual seguimos con la fiesta, todos estaban en la sala celebrando, excepto mi primo que estaba en el baño, cuando pasé por el pasillo en donde estaba el baño y mi cuarto, ya que iba a buscar unas cosas, mi primo me susurró:

- Oye, ¿quieres ver el juego que me enseñaron?

Yo, con curiosidad, le pregunté:

- ¿Cómo se llama?

- “El juego de las sonrisas”

- Vale, ¿cómo se juega?

- Eso no importa ahora, ¿quieres jugar o no?

- De acuerdo.

- ¡Qué bien, tenemos más jugadores! Sígueme.

Me llevó a su cuarto, donde estaba mi hermana pequeña esperando, mi primo dijo:

- Para jugar, hay que vendarse la boca y hacer lo que el anfitrión haga, ¿quedó claro?

- ¿Cómo que el anfitrión?

- El anfitrión es el que los invito a jugar, en este caso soy yo.

Después de que los tres nos vendáramos, él se quitó la venda y buscó algo que escondía en una caja debajo de la cama.

- ¿Qué buscas? Pregunté yo.

- Oh, ya lo veraz. Dijo con una voz macabra.

De la caja sacó un cuchillo muy afilado, yo me asusté mucho, pues muchos pueden dudar el porqué un niño de diez años tendría un cuchillo debajo de su cama, yo le dije:

- Oye, ¿por qué tienes ese cuchillo? Dámelo, que te harás daño.

Cuando le fui a quitar el cuchillo me empujó con mucha fuerza, tanto así que me quedé sin aire. Él gritó:

- ¡No hemos empezado y ya quieres desobedecerme! Recuerda, tú quisiste jugar, ahora seguirás mi juego.

A juzgar por el sonido de la fiesta, nadie habrá oído lo que pasaba en el cuarto. Desde el piso pude ver una imagen que me seguirá por el resto de mi vida: Mi primo puso una sonrisa psicópata y se cortó la boca de una forma en que la sonrisa le llegaba a las orejas, después de eso dijo:

- Vamos pequeña, tú sigues.

Él se acercaba muy lento a mi hermana pero lo impedí poniendo el pie, ella no sabía lo que pasaba, pues tenía cuatro años.

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