Los huerfanitos

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La leyenda de los dos huerfanitos habla acerca de dos pequeños que, al morir sus padres, quedaron solos en el mundo. El niño (es decir, el más grande de los dos) se alejó de su casa un día con la esperanza de encontrar algo de comer, para llevarle a su hermanita.
Pasó más de un día caminando sin rumbo hasta que encontró un sitio repleto de árboles frutales. A partir del momento en el que encontró ese lugar, ya ni él ni su hermana se preocuparon por la comida. Sin embargo, un día el dueño de la huerta se dio cuenta que le estaban robando sus frutos.

Vigiló durante el día el lugar, pero el chiquillo, quien también era bastante inteligente, supo que lo estaban observando y esperó hasta que cayera la noche, para hurtar las frutas.
Lo que nadie sabía es que el dueño de aquel campo era el mismo Diablo, que lo había puesto precisamente en esa ubicación, para poder hallar almas puras para llevárselas al infierno.

Una noche Lucifer hubo aguardando en las sombras, hasta que vio al niño aparecer y tomar unas cuantas frutas. Sigilosamente se le acercó por la espalda y cuando estaba a punto de darle un mordisco, el chiquillo sin asustarse le empezó a contar una historia.
Le dijo que vivía con su hermana y que ambos eran huérfanos.
- ¡Tráemela enseguida, yo les daré trabajo y comida!

El niño llevó a su hermanita y desde ese momento ambos se convirtieron en los esclavos del demonio. Al chico se le encomendó la tarea de cortar leña, en tanto que la pequeña era la encargada de hacer la comida.
Pasaron varios días y los infantes estaban sumamente tristes, pues no podían salir de ahí. Hasta que una mañana, se les acercó un pajarillo y les dijo:
- El diablo lo que quiere es matarlos, para así obtener su alma. La única manera de salvarse es que esta tarde cuando les diga que bailen sobre el pozo tapado, le digan que no saben hacerlo y que necesitan que él les dé una demostración.

Por supuesto, para que el plan salga bien, tendrás que cambiar la madera por tablones podridos, para que Lucifer caiga en el pozo. El fondo está lleno de agua hirviente, por lo que él morirá sin remedio.
Luego saquen las cenizas y llévenlas hasta el otro lado del mar.
Los niños siguieron el consejo y así pudieron escapar de las garras del «Señor de la Noche». No obstante, ellos no sabían la manera de llegar hasta el otro lado del río.

Por esa razón, hablaron con dos animalitos del bosque: un venado y un sapo. Al final de la charla, fue el sapo el que se ofreció a llevar la jícara que contenía las cenizas del diablo a su destino final.
Sin embargo, ya casi para llegar al final de su destino, el sapo sintió curiosidad por ver si efectivamente eran las cenizas de Lucifer. Abrió la tapa de la jícara y de esta salieron toda clase de alimañas que le picaron su cuerpo sin cesar.

Es por eso que se dice que la piel del sapo tiene esas marcas tan feas.

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