VIII - Las Catacumbas (Pt.2)

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—¿Crees que puede haber una especie de criatura acechándonos? —preguntó el maestro tras un instante en el que se escuchó solo el sonido del agua cayendo.

Taka no quiso responder, después de haber vivido lo de Lobozoth y haber visto aquellas catacumbas en Drogón, con tan inusuales restos, era capaz de creerse hasta el cuento infantil más inverosímil. Peter sonrió con extrañeza.

—Se ha corrido ese rumor en todo caso —dijo risueño. Ver a un hombre tan alto y vigoroso asustado como niño pequeño le hacía gracia— Aunque si así fuera tendría que ser una criatura profundamente temerosa del fulgor de la luz ¡Por lógica! Por lo que mientras contemos con una antorcha no habría nada por qué temer ¡Hasta los seres inteligentes le tememos a lo desconocido! ¿Cuánto más lo haría un animal? —preguntó de forma retorica mientras reanudaba la marcha— Y si existiera tal criatura sería una que toda su vida ha vivido en la oscuridad. Tal vez se alimenté de ratones, peces de los ríos subterráneos y alguna que otra criatura que haya tenido la desgracia de perderse en estos túneles. Por lo que puedes estar tranquilo, si existiera dicha criatura jamás nos atacaría.

—¿Jamás se ha reportado de alguien que haya desaparecido en estos túneles? —preguntó Taka siguiendo al maestro.

Giraron en una siguiente caverna de menor tamaño y luego en una última donde el sonido de las cascadas ya se escuchaba con toda claridad y de forma directa.

—¡Incontables! —respondió Peter— Muchos hombres en la antigüedad venían en busca de tesoros y esas chorradas hasta que el rey Avalón, el constructor, cerró y clausuró el lugar bajo pena de muerte mandando a construir las catacumbas, señalizó los principales caminos y dejó estos sectores del bosque junto con las cascadas para el uso exclusivo de la realeza. Desde entonces rara vez se ha llegado a saber de alguna desaparición ¡De hecho aún me preguntó cómo rayos fue que llegaste al castillo por este lado del bosque! —señaló con extrañeza.

Taka enmudeció. Tras todo lo vivido en Lobozoth, más la dura travesía por las montañas Estrada, ni siquiera él era capaz de recordarlo.

—¡Y aquí está la salida! —dijo Peter señalando el impresionante panorama frente a ellos.

Habían salido de las cavernas sin duda, la luz se asomaba con todo esplendor haciendo completamente innecesario el uso de las antorchas. La gruesa cortina de agua se dejó ver de manera majestuosa mientras el fino roció del agua que se levantaba al impactar contra las rocas comenzó a humedecerles la cara. El maestro apagó la antorcha de inmediato.

—Solo un poco más y habremos dejado definitivamente el castillo —señaló.

—¿Estamos en...?

—¡Sí, bajo las hermosas e imponentes cascadas de Drogón! —afirmó comenzando a caminar por el camino de ascenso que seguía junto a la trasparente e inagotable cortina de agua.

Taka lo siguió sin dilaciones mientras veía como el pobre hombre suspiraba cansado tratando de disimular su cojera, la marcha le estaba resultando aparentemente tortuosa y la ruta bajo la cascada, que se iba haciendo cada vez más estrecha y empinada, aun parecía estar lejos de terminar.

Ascendieron muy lento escuchando tan solo el ruido del agua por alrededor de una hora. Cuando llegaron a un punto de la ruta donde apenas cabía un hombre y el agua de las cascadas comenzaba a mojarlos casi por completo Taka comenzó a preguntarse si el camino realmente tenía un final. Entonces el cansado maestro celebró.

—¡Y ya estamos aquí! —vociferó con el mayor animo que pudo.

Llevaba la garganta seca y las gotas de sudor se le confundían con las gotas de agua que le salpicaban. El ruido de las cascadas hizo sus palabras apenas audibles, pero Taka las escuchó. El maestro lucía realmente cansado, para Taka no había sido más que un simple paseo.

El Alzamiento De Las SombrasWo Geschichten leben. Entdecke jetzt