Capítulo 4

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El cabello de Rocío aún no crecía lo suficiente como para llevar su flequillo hacia un lado, moría de vergüenza por su colapso mental de aquella noche, pero no era muy importante, por lo menos aprendió a utilizar bien el maquillaje de colores invernales, ideal para ir variando más en su estilo.

La cantidad de ropa en su armario se hizo el doble, con el fin de combinar bien con su arte facial. Ahora abundaban por igual manera las prendas de tonalidades frías y las cálidas, Rocío se sentía una experta en modas, se le hacía un panorama total ver sus atuendos y jugar con ellos, aunque algunas veces, los sábados al mediodía, hacía experimentaciones demasiado bizarras, parecía pertenecer a una alfombra roja del 2005, era divertido al estar sola, pero odiaba la idea de que alguien la viera con un conjunto así, por lo que llevaba una lista mental de las combinaciones que no debían ver la luz del sol.

Éste era uno de estos sábados, exactamente al mediodía, pero algo inesperado ocurrió, sonó el timbre. Rocío, dentro del pánico y vergüenza por su atuendo naranjo de pies a cabeza corrió hasta el primer piso y asomó la cabeza por el vidrial de la entrada, vio quien tocó la puerta, era el detective Ramírez. Rocío abrió la puerta con una fuerte cara de impacto, mezclada con una discreta vergüenza. El detective Ramírez le preguntó a la chica si podía pasar, tras analizar la bizarra vestimenta llena de estampado animal y brillantina que ella llevaba puesta.

—Por supuesto, adelante.

Rocío abrió completamente la puerta y se hizo hacia un lado, indicando al hombre que pasara. Él dijo permiso y se adentró, ella repitió la palabra adelante con tono de cabal neutralidad y cerró la puerta tras la entrada del hombre. Pasaron a los sillones del salón principal, él preguntó si podía sentarse ahí, ella le dijo que no había problema, su lenguaje corporal decía que estaba nerviosa, él no sabía si era por la vestimenta que llevaba o porque era la culpable del delito. El detective se sentó al borde del sillón gris y sacó la grabadora de su bolsillo, la encendió y la dejó sobre la mesa de centro, la cual era de vidrio. Todas las mesas en casa de Rocío eran de vidrio. Ella tragó saliva, era una situación de tensión.

Ella se quedó mirando la grabadora, con algo de pánico, ¿acaso era culpable de algo? ¿hizo algo y lo olvidó?

—¿Sabes quién es Rodrigo Mendoza?

—Es el hermano de Ignacio, ¿por qué?

El detective se quedó mirando a Rocío tras la respuesta que ella dio, él no se esperaba oír esas palabras.

—Encontramos su diario, habla mucho sobre ti.

—¿En serio?

—Al parecer, tú le gustabas.

Rocío parecía estar impactada, asqueada, un poco de todo dentro de su cabeza. No se esperaba recibir ese tipo de información, aunque le sirvió para olvidar la incomodidad causada por su conjunto.

—¿Usted está seguro?

—Compruébelo usted, señorita.

El hombre sacó un cuaderno negro de su maletín, el supuesto diario de Rodrigo. Rocío no podía esconder su cara de inquietud. Ramírez dejó el diario sobre la mesa de vidrio, un tanto cerca de Rocío, que estaba sentada en una silla junto al sillón. Se levantó para coger el diario y lo empezó a leer una vez sentada. Tenía la boca tapada mientras leía unas páginas al azar del diario.

—¿Está segura usted que no sabía de esto?

—Completamente segura, oficial.

Rocío cerró el diario con lentitud, y lo depositó sobre la mesa de centro. Se veía pensativa, no se esperaba oír eso, aunque tenía sentido, hubieron muchas miradas que él le daba, miradas que ella ignoraba, no podía hacer eso.

—Está bien, le haré unas cuantas preguntas si me lo permite.

—Claro, adelante.

El detective le hizo unas cuantas preguntas a la joven y luego se fue. Ella se sentía incómoda, aunque ahora era por su descubrimiento, su vestimenta pasó a ser de segundo plano. Tras cerrar la puerta, sonrió un poco, pensando en Rodrigo y en Ignacio, luego, soltó unas cuantas lágrimas de nostalgia, que tiraban más hacia la tristeza que la felicidad. Se quedó con su conjunto de ropa todo el día, no vería a nadie interesante, y el conjunto era suelto, era cómodo en caso de ser invadida por la soledad.

Decidió enviarle mensajes de texto a Sofía, solo para saber cómo estaba. No recibió ninguna respuesta. Supuso que no se sentía muy bien ese día, por lo que decidió llamarla, tampoco recibió respuesta alguna. Rocío estaba preocupada, pero no había nada que hacer, tampoco había panorama alguno para ese día, por eso se echó a dormir.

A las seis de la tarde Rocío recibió una llamada, era la madre de Sofía. Despertó por el ruido de su celular y contestó. la señora sonaba inexpresiva, como si escondiera sus emociones. Preocupada, preguntó qué ocurrió, si bien, pensaba lo peor, eso no significó que la noticia no le hiciera hundirse en pánico.

Sofía intentó suicidarse, estaba en la clínica, internada. Digirió una caja entera de sus pastillas para dormir. Rocío corrió hasta Las Condes, se demoró dos horas en llegar, no pensó mucho lo que hacía. Al llegar, se encontró con la señora en la recepción. Se dieron un abrazo. Pasaron a la habitación en que Sofía estaba internada, se veía serena.

¿Eso era lo que quería? ¿Estar en paz? ¿Qué quería?

Rocío empezó a llorar, la madre de Sofía correspondió al llanto, pero dijo que se encontraba estable, iba a sobrevivir. Rocío secó las lágrimas con su manos. Dijo que era una amiga terrible por dejar que esto ocurriera. Su comentario lastimó a su madre, pensó; "Soy una horrible madre, ¿no?". Rocío se dio cuenta de esto y se retractó, pidió disculpas.

La madre de Sofía era una señora muy jovial, con el mismo tono de cabello que Sofía, ambas se parecían mucho, posiblemente, su hija sería igual a ella a su edad. La única gran diferencia era el color de ojos, los de Sofía eran claros, mientras que los ojos de la señora eran color café oscuro.

Ahora, un color rojo rodeaba el iris de los ojos de la señora. Rocío pidió permiso, y se fue, ¿dónde iría? No tenía idea. Revisó su bolsillo. Tenía diez mil pesos. Era suficiente para una noche, mucho más que suficiente, pues para reventarse, a veces solo son necesarios mil pesos. Publicó en redes sociales que estaba buscando un panorama para "borrar su mente". Lo encontró, era un seguidor con el que a veces hablaba, sobre todo porque él le respondía historias. Lo pensó dos veces, visitó su perfil más de tres veces, y tomó el metro a su casa para ducharse y buscar un conjunto de fiesta, porque esa noche, Rocío López se iba a «lanzar».

El Club Tetas (ECT) #PGP2020Where stories live. Discover now