Capítulo 3B

42 15 3
                                    

— ¿Cómo te sientes?

Sofía no dejaba de mirar a la cara de Rocío, era una muy buena figura maternal, sobre todo en una situación así.

—Bien, gracias.

Rocío volvió a acostarse en la cama, Sofía comenzó a reír, pero pronto contuvo su risa.

—Cuando te sientas bien me avisas, el almuerzo está listo.

— ¿Almuerzo?

—Son las cuatro de la tarde

— ¿Qué?

Sofía miró a Rocío, tenía una cara que expresaba entre impacto y dolor, su cuerpo aún necesitaba descanso. Sofía le dijo que durmiera un rato más, no había problema. Se fue, dejando la puerta junta.

Rocío se quedó mirando al techo, apreciando la habitación, era la habitación destinada a las visitas. Tenía un cuadro de una flor sobre la cama, la cual era de dos plazas. Tenía un televisor inteligente al frente, y un baño propio. Era un lugar cómodo. El mejor espectáculo era el ventanal polarizado, el que permitía ver hacia afuera, pero no hacia adentro. Muchas veces lo vio desde afuera, pero nunca se quedó en esa habitación por más de unos minutos.

Durmió un tiempo más, al despertar, todo se encontraba oscuro, salió para encontrarse con Sofía, quien estaba avanzando en el libro que tenían que leer para literatura. Rocío preguntó si estaba bueno.

—Es predecible, pero le doy crédito por ser de otra época.

—No puedo creer que ya lo hayas leído dos veces.

—Voy por la tercera — Sofía guardó el libro y miró a Rocío, tenía cara de muerta.

— ¿Quieres cenar?

Rocío asintió, minutos más tarde se encontraban en la cocina calentando el almuerzo en una olla. Sofía no usaba microondas a pesar de tener uno, no le gustaba. Rocío estaba preparando unos mojitos, ¿sabías que dicen que tomar té estabiliza tras tener resaca?

No pasaron más de diez minutos y se sentaron en el balcón del segundo piso para comer, ese lugar tenía la mejor vista de toda la casa. Se podían ver el cielo y la ciudad desde ahí. Las estrellas algunos días. La contaminación en Santiago era bastante.

Rocío y Sofía no hablaron mucho, pero acordaron que Rocío se quedaría esa noche. No fue tan incómodo como pensaba, todo estaba bien, o al menos lo mejor posible.

Rocío se quedó pensando durante unos segundos, no tenía sus pastillas junto a ella. Bueno, un día sin tomar antidepresivos no la iba a matar, sobre todo no si apenas empezaba con el tratamiento.

Esa noche se pusieron al tanto, Sofía se sentía mejor que hace un mes y medio, mucho más estable, saber qué ocurrió fue de gran ayuda para ella, aunque, estar estable no necesariamente era algo bueno, podía significar que la melancolía era más constante. Solo sabía que, tal vez, no intentaría quitarse la vida de nuevo, no, ¿por qué haría eso? ¿Tan poco significaba?

—Yo le gustaba a una de sus personalidades.

—Lo sé.

Las dos amigas se miraron, Ignacio tenía el trastorno de personalidad múltiple, no era un secreto para nadie, no, Sofía solo era novia de Ignacio, no era lo mismo con ninguna de las otras personalidades, no era fácil para ella tener una relación con él, pero sí le gustaba, y lo amaba.

— ¿Cómo era él?

— ¿Quién?

—Su hermano, Rodrigo.

Rocío dio un sorbo largo de su trago, esperando la respuesta de Sofía.

—Era un buen chico, distinto al resto...

Sofía empezó a lanzar unas cuantas lágrimas de nuevo. Extrañaba a Ignacio, y todo lo que él implicaba. Rocío abrazó a su amiga, se quedaron mirando al cielo. No era negro del todo, si acercabas la vista al suelo, era amarillo, pero perfectamente arriba era oscuro, un negro azulado. No era la mejor vista, pero era la vista que tenían.

Al día siguiente, Marcela fue a casa de Sofía, hicieron las tareas para la semana juntas. Rocío fue a su casa al mismo tiempo que Marcela fue a la suya. Todas se despidieron con besos en la mejilla, no todo era tan malo, no fue tan incómodo, pensó.

Rocío se quedó escribiendo toda la noche, llegó a la recta final de su novela, de pronto recibió una llamada, era Diego. Contestó.

— ¿Estás bien?

—Sí, gracias.

—Lo siento por no preguntar ayer, estaba muerto.

—Me imagino.

— ¿Pasó algo entre Sofía y tú?

Rocío se quedó congelada, Diego lanzó una risa incómoda, ella no lo recordaba, le contó estando borracha. De pronto, varias imágenes corrieron por su cabeza.

— ¿Ella lo sabe?

Rocío se sentó al borde de la cama y llevó sus uñas a sus labios, ansiosa por oír una negativa.

—Lo dudo, lo dijiste cuando no estaban ellas.

Rocío dio un gran suspiro, fue revitalizador oír eso.

—Oye, estoy ocupada, ¿hablamos mañana?

—Claro, suerte en lo que haces.

—Ok, bye.

—Buenas noches.

Rocío cortó la llamada, cerró su laptop, decidió que era momento de dormir. Se quedó pensando en su pequeño fin de semana junto a Sofía.

El Club Tetas (ECT) #PGP2020Where stories live. Discover now