Capítulo 8B

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Rocío despertó con lágrimas recorriendo su cara. Esta vez no soñó con Sofía, no, soñó con el día en que su madre la abandonó. Se dirigió a la cocina para ir por un vaso de leche, muchas veces vio en televisión que eso ayudaba con los malos sueños. Escuchó un "shhh". Dejó de caminar y miró a su alrededor, de pronto sintió que el mundo se le vino encima, con pánico disimulado, siguió caminando, bajó las escaleras y dobló hacia la izquierda, tomó el bate de béisbol de su padre, luego se encaminó a la izquierda para llegar a la cocina. Tras abrir el refrigerador, escuchó pasos, sintió algo muy cerca de sí. No cerró el aparato, sino que se alejó al lado contrario de la puerta, con el bate al frente. De pronto unos brazos la envolvieron desde atrás, intentó gritar, pero le taparon la boca con la mano, llevaba guantes, así que gritar no era útil. De pronto sintió un olor conocido.

—¿Yego?— no podía modular bien, tenía una mano en su boca.

Diego empezó a reír y la soltó. Laura cerró el refrigerador desde atrás de la puerta, y Eric apareció atrás de la mesa que separaba la cocina y la sala de estar. Rocío entre enojada, sorprendida y contenta, empezó a hacer un berrinche.

—¡Casi me da un paro!

—No quieres despertar a tu padre, ¿o si? — Diego le pidió a su amiga que guardara silencio.

Laura levantó entonces una bolsa de marihuana, no era pequeña, no, era grande. Rocío la miró impresionada.

—¿Cómo consiguieron eso?

Diego empezó a caminar, se puso frente a Rocío, empezó a contar la anécdota:

—"Estábamos cerca del centro, Eric dijo que quería fumar, ninguno de nosotros tenía plata, así que empezamos a decirles a nuestros papás que nos depositaran. Nos dijeron que no a todos, así que necesitábamos un plan. Laura dijo que su ex era dealer, así que le habló. Le dijo que lo extrañaba, una mentira de mierda, supongo, y él vino con todo lo que le quedaba, en unos días le va a llegar la nueva importación.

Él vino, nosotros nos escondimos tras unos arbustos, con mascarillas puestas. Si crees que ahora me miras impactada, Cío, espera un poco. Laura subió al auto y sacó su navaja, nosotros desde afuera, nos dedicamos a pinchar los neumáticos, mientras ella convencía amablemente al dealer de darle lo que le quedaba.

Al final, lo logramos, y sí que lo logramos, luego, fumamos un poco, y entre broma y broma la verdad se asoma. No sé cómo decirlo, llegamos hasta aquí para compartir nuestro trofeo."

Rocío se quedó en blanco, ¿cómo debía reaccionar a esa historia? Diego la contó con risas entre medio, sus amigos, no tenían mucha diferencia. Todos reían, menos Rocío. Ella no estaba volada, tenía sentido. Estaba tomando una decisión, mientras que el resto preparaba un pito, todos juntos en el mesón que separaba la cocina y la sala de estar, ellos ya estaban decididos a seguir fumando.

—Está bien, fumemos uno o dos y luego lo devolvemos.

Se voltearon para mirar a Rocío, Laura, muy enojada, se levantó de la mesa y miró a Rocío, le pidió que pensara tras "aclarar su mente". Eric elevó la creación con su brazo y dijo con un tono normal, fuera de los susurros, al fin; "¡Está listo!".

Fueron a la mesa de vidrio de la terraza y fumaron el caño, compartiéndolo, mientras Diego y Laura hacían otro, Rocío y Eric conversaban. Eric había estado bien, mejor que antes, sus padres estaban de vacaciones, y estaba a cargo de su hermana pequeña, de cuatro años. No fue a clases esa semana, nadie más podía cuidar a Amanda, la niña.

—¿Cómo es ella? — preguntaba Rocío tras exhalar el humo del porro, mientras se lo pasaba a Diego.

Eric sonrió, con una pequeña risa empezó a describir a la niña.

—Es una chica alegre, aunque le aterran algunas cosas. Dice que quiere ser doctora para ayudar a gente como ella.

Rocío notó cierto tono de melancolía al final de las palabras de Eric, preguntó qué significaba ser como ella.

—Nada importante, la verdad, está dentro del espectro autista.

Rocío entendió, no era nada grave, ciertamente, pero sí era algo complicado emocionalmente. Dependiendo de dónde estuviera dentro del espectro.

—¿No es asperger?

—No, no lo es.

La noche se basó en conversaciones profundas, no sobre ellos, pero sobre el futuro, lo que querían, lo que harían, y qué opinaban del mundo. Todos con cierta nostalgia por el pasado, y pesadez por el futuro, de naturaleza incierta, era aterrador pensar en él.

A las cuatro de la mañana, todos salieron de casa de Rocío, incluso ella. Se dedicaron a dar una vuelta por el Santiago adinerado de noche. Cada ciertos minutos se escuchaba un auto acelerado, a la velocidad de la luz, desesperado por llegar a casa, o tal vez huir de ella. Pronto, esos serían ellos, la juventud que sale en días de semana.

Media hora de paseo fue suficiente para lo peor, fumaron tres porros en el camino, y Laura empezó a vomitar tras unos árboles, luego, lo peor; la pálida. Laura se desmayó. La llevaron a casa de Rocío, todos se quedaron en la habitación de Rocío, cuidando a Laura. Tener un baño propio en su habitación era una bendición y un privilegio de clase. Rocío de verdad apreciaba eso.

Se quedaron lo más silenciosos que era posible, no había ningún dulce para que Laura lidiara de mejor forma con la condición. Rocío decidió no ir a clases. Eric entró en pánico al recordar que la niñera que contrató se iría a las tres de la mañana y partió a su casa. Solo eran Diego, Laura y Rocío, encerrados en una habitación. Intentando no hacer ruido. En esa madrugada, se hicieron presentes las risas de angustia.

A las seis y media de la mañana, el padre de Rocío tocó la puerta, le preguntó si iba a ir a clases; ya era tarde para que saliera de su habitación, normalmente salía a las seis para desayunar y luego ir al liceo en metro.

—No, me siento mal.

—¿Quieres hablar? — el hombre empezó a abrir la puerta suavemente, Rocío, rápida como un rayo arrojó un zapato que tenía a la mano a la puerta y gritó que no.

Su padre, atónito, no supo qué hacer. Se fue, decidido a hablar tranquilamente con ella una vez regresara del trabajo. No tenía tiempo para problemas, ese día tenía una reunión importante con unos coreanos que querían llevar los jarros de mermelada que vendía como exportación.

En la habitación, Diego miró a Rocío, con pánico, ninguno de los dos sabía qué significó ese silencio que la chica recibió como respuesta. Pasaron unos cuantos minutos, luego escucharon que el portón se abrió, Rocío comprobó a través de la ventana de su habitación, vio el auto de su padre, y el portón cerrándose. Se estaba yendo. Esperaron a que Laura vomitara para cargarla hasta el primer piso y llevarla al baño de visitas. Una vez posicionada bien, fueron a la cocina a buscar harina, y preparar lo que fuese que fuera dulce.

El Club Tetas (ECT) #PGP2020Where stories live. Discover now