Capítulo 13B

16 12 5
                                    

Marcela llegó al liceo con seriedad en la cara, si bien, no era una chica muy demostrativa respecto a sus emociones, hoy se le notaba rara, con ojos cansados, demoraba en responder a las demás personas, y en general parecía que la consumían sus pensamientos. Le quedaba bien su atuendo sombrío ese día, ahora parecía la gótica de alguna película.

Rocío sospechó que algo andaba mal, y especuló junto a Sofía sobre esto, pero pensaron que tal vez solo le faltaron horas de sueño a su amiga, así que al día siguiente la volverían a evaluar.

Se hizo viernes, un día donde, por suposición, los adolescentes se animan. Ese no fue el caso, las tres chicas, no hablaron mucho. Ninguna tenía ganas de nada. La vida en sí había sido bastante complicada para ellas. Aunque Sofía y Rocío no supieran qué era lo que comía la personalidad y entusiasmo de Marcela, no importaba, tenían sus propios problemas.

A la tarde, Rocío y Sofía hablaron por mensaje de texto, se dieron cuenta que no le preguntaron a Marcela qué ocurría, así que decidieron invitarla a salir el día siguiente. Ambas querían ir al cementerio, así que invitaron a Marcela, quien se negó a ir. Aún así, el plan no se canceló.

Las dos chicas se encontraron en una estación de metro que quedaba camino al cementerio en que estaban enterrados los dos chicos, los padres de Eric eran fuertes creyentes de Dios, por lo que querían que su hijo descansara en un lugar tradicional. Los padres de Ignacio tenían dinero de sobra, así que pagaron un cementerio que fuera lindo.

Fueron juntas a cada una de las tumbas, abrazadas cuando estaban frente a su respectivo "individuo importante". Era mediodía, bastante temprano, al salir, Rocío reconoció a Amanda, era la familia de Eric, durante unos segundos, intercambió miradas con la pequeña, cuando ya no pudo verla, lágrimas escaparon de sus ojos, se sentía horrible, era culpable. Tal vez, si hubiera hecho algo distinto, esa niña todavía tendría un hermano mayor. Un hermano que la cuidara. La niña no estaba con sus padres, no, estaba con lo que supuso era una niñera, era una joven de piel oscura, posiblemente inmigrante de otro país. Obviamente no sabía quién era Rocío.

Las chicas se quedaron hablando en el metro mientras iban camino al gimnasio, Rocío estaba liberando sus pensamientos respecto a lo que vio: "los padres de esa niña nunca se hacen cargo en verdad". Sofía escuchaba, y aportaba comentarios sutiles a la conversación, sin darle un rumbo. Rocío era la encargada de eso.

Se reunieron con Marcela en el gimnasio —uno de tres pisos, con una cancha general para múltiples deportes, una sala con maquinaria de ejercicios para tonificación y otras salas para múltiples clases— para llevar a cabo la clase de pilates, a pesar de verse concentrada, el instructor la corrigió varias veces. No estaba haciendo bien los ejercicios, aplicaba mucha fuerza en lugares no debidos, en general su cuerpo estaba demasiado tenso, Marcela estaba tensa. Entonces, Rocío llegó a suponer qué era lo que le estaba ocurriendo.

—Marcela, ¿has visto las noticias?

Las tres chicas estaban solas en las duchas, todas usando una distinta, una al lado de la otra. Era buen momento para hablar, supuso Rocío, porque el ruido del agua permitiría que la gente no podría escuchar desde fuera.

—No tiendo a verlas, ¿por qué? — respondió Marcela, pero la tensión que recorría su cuerpo se escuchaba presente en su voz, no habló con ninguna emoción aparente.

Rocío decidió dejar la investigación, porque ya se le hizo muy evidente lo que estaba pasando. Marcela estaba vinculada al accidente que mató al indigente esa noche. No la juzgaría, porque los accidentes ocurren, pero sí le pondría un buen ojo. La ayudaría a guardar el secreto, pero no le diría que lo sabía. Sofía solo pensaba que Marcela estaba actuando extrañan, no había hecho las conexiones todavía.

Se vistieron y salieron del gimnasio, entonces se dirigieron a la estación de metro, cada una iría a su casa. No había suficiente ánimo para salir.

Al llegar, Rocío se encontró con Diego y Laura, no se esperaba que ellos estuvieran ahí, pero los invitó a pasar, la chica gritó que llegó y tenía compañía, su padre gritó un "Ok" como respuesta, súper comunicativo.

—¿Qué los trae hasta aquí? — preguntaba Rocío, tras indicarles que se sentaran en la sala de estar, luego, sirvió vasos de jugo, uno para cada uno.

—Solo queríamos saber cómo estás, y pasar aquí por un momento — Laura respondió por Diego, ambos tenían las manos en los bolsillos.

Rocío se acercó a los sillones, eran color grisáceo, puso los vasos en la mesa de vidrio, y se sentó en la silla, eran dos sillones que formaban una L y una silla de madera que se conectaba a ellos, estaba un tanto fuera de lugar, pero a Rocío y a su padre les gustaba sentarse ahí.

Todos se quedaron callados por unos momentos, con los vasos de jugo de manzana en la mesa, entonces Diego sacó sus manos de los bolsillos y reveló un poco de marihuana. Rocío, contraria a sus pensamientos, quiso fumar. Todos se levantaron al unísono y se encaminaron a la mesa de vidrio de la terraza, ahí, el chico armó el porro. Ninguno de ellos decía ninguna palabra, sabían que estaba mal, pero necesitaban hacerlo, era una forma de demostrarse a sí mismos la basura que eran, los amigos terribles que en verdad se sentían.

Lo fumaron sin muchas palabras, uno que otro comentario respecto al cielo, no se veía ninguna estrella, además de la polución, el cielo cada vez se encontraba más contaminado. Las estrellas ocasionales de los días soleados no eran algo propio del invierno.

Los chicos se fueron de casa de Rocío a eso de las doce de la noche, temprano a comparación a los festines que antes tenían, pero esos festines no volverían, y lo sabían bien. Se despidieron como si la hubieran pasado bien, pero no fue el caso. Solo se reunieron para entristecerse juntos. ¿Era acaso una buena idea seguir con esa amistad?

No, Rocío quería ser alguien mejor, era hora de seguir adelante, aunque eso significase abandonar lo que alguna vez fueron sus mejores momentos. Era loco pensar que no pasó más de un mes juntándose con ellos, y aún así, le estaba costando dejar lo que aprendió con ellos.

Asumió, mientras seguía volada, que la vida es una mierda, y que es imposible que sea de otra forma.

El Club Tetas (ECT) #PGP2020Where stories live. Discover now