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📍Florencia, Italia

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📍Florencia, Italia. 6 años antes del atraco a la FNMT

—Ah no, por Dios y la Virgen —lo primero que Eugenia escuchó esa mañana fue a los monjes del lugar cantar gregoriano, solían hacerlo todos los días y la verdad que ya estaba acostumbrada pero esta vez parecía que estaban al lado de ella recitando sus cantos. Tras suspirar y levantarse de su cama, lo primero que hizo fue salir para buscar a los hombres con los que compartía hogar, siempre los encontraba en el aula planeando "el mejor robo de la historia" al Banco Nacional de España; pero esa vez no estaban allí por lo que, se sorprendió. Cuando salió del lugar comprendió porque los cantos de los monjes se escuchaban tan cercanos a ella: estaban en el patio cantando mientras que Andrés y Martín los acompañaban con sus maravillosas voces.

—¡Eugenia, que oportuna! —dijo Andrés al verla caminando hacia donde estaban los hombres. De un momento al otro, los cantos cesaron y Martín fué el primero en aplaudir seguido de Andrés, la argentina se quedó mirando la situación y después posó la mirada en Andrés. Los monjes se fueron dejando a los tres solos.

—Te perdiste el espectáculo, fue increíble —comentó Martín yendo a donde estaba su mejor amiga—. ¿Queres ir a desayunar? Los monjes trajeron frutas, con Andrés nos entretuvimos cantando.

—Sí, me di cuenta —respondió ella con un tono no muy agradable que hizo que su mejor amigo le dedicara una sonrisa para después pasa un brazo por su hombro y caminar hacia la mesa que los esperaba para desayunar. Andrés se había adelantado y estaba sentado sirviendo su café.

—¿Qué pasa, Euge? —preguntó Martín frenando la caminata y poniéndose frente a ella, sabía que algo le pasaba—, no podes mentirme.

—Nada, de verdad que nada —respondió ella y su amigo negó con la cabeza. La realidad era que no quería hablar de lo tensa y distante que estaba la relación con sus progenitores, si bien Eugenia les tenía bastante rencor, extrañaba su vida en Argentina y mucho pero, también le gustaba la idea de convivir con Andrés y Martín y poder ayudarlos con sus planes y pasar tiempo con ellos.

—A vos te pasa algo, ya sé. ¡Hablaste con Claudio! Ese hombre no se cansa jamás —dijo él, haciendo referencia al papá de su mejor amiga—. ¿Qué te dijo ahora? "¿Cómo estás hija mía? espero que hayas perdonado el hecho de que te deje en un país al otro lado del mundo y sola. Mamá y yo te extrañamos pero si no tenes un título no podes volver. Te quiero".

Eugenia soltó una risa: —Te sale bien eh. Me mandó un mail anoche y no le contesté, no quiero hablar con él pero tengo que hacerlo. Él todavía piensa que estoy en Alemania y que estoy estudiando, ¿como mierda le digo que en realidad no estoy estudiando si no que, estoy siendo cómplice de cómo dos hombres arman un plan para robar el Banco de España? —respondió ella en un tono divertido que hizo reír a Martín. Andrés miraba a los dos argentinos hablar mientras tomaba su café, no iba a interrumpirlos pero quería saber de qué estaban hablando.

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