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📍Florencia, Italia

Antes del atraco

Se cumplían seis meses del inicio de la convivencia entre Andrés, Eugenia y Martín y a pesar de que al principio la relación de la argentina y el español no era la mejor, poco a poco, lograban llevarse mejor. La realidad es que el atractivo de Eugenia nunca pasó por desapercibido por Andrés y a la inversa la situación era bastante parecida. Martín había llegado a sentir celos al respecto, cada vez parecía que sus enamorados se acercaban más y eso no le gustaba nada.

—Y dime, ¿cómo conociste a Eugenia? —preguntó Andrés mientras servía vino para él y para Martín. Eugenia dormía. La razón de la pregunta del hombre era bastante sencilla, Eugenia era una persona completamente diferente a Martín en escala social y en características. Mientras que Martín era una persona que le costaba expresar sus sentimientos, Eugenia era todo lo contrario y no se molestaba en lo absoluto le importaba.

—En una fiesta, ¿por qué? —y ahí aparecía ese Martín celoso nuevamente. Cada tanto se replanteaba su decisión de convivir con Eugenia y Andrés pero él era un hombre de códigos y no iba a dejar tirada a su mejor amiga.

—Es que se hace un tanto raro, ella es muy diferente a ti, Martín.

—¿No que los opuestos se atraen? —preguntó juguetón el hombre para después darle un trago a su copa. Andrés río, mientras que rodeaba la mesa que los separaba y se acercaba a su amigo, en realidad el español había iniciado esa especie de interrogatorio para saber un poco más de aquella argentina que había llegado a instalarse en su cabeza y parecía no querer irse—. No me digas que te gusta la petisa.

—Gustar, gustar... —explicaba el hombre jugando con su copa de vino—, tú sabes cuánto me gustan las mujeres... debo de admitir que Eugenia es muy guapa y tiene un temperamento que me gusta aún más.

—Ah bueno listo, tranquilo vos igual —respondió Martín con una indiferencia que escondía sus celos—. Lo único que te voy a decir Andrés es que, si por esas casualidades de la vida la petisa te da bola, cosa que creo muy lejana...

—Vamos Martín, ¿no me tienes fe?

—No, se llevan como perro y gato ustedes dos —el argentino se había enojado. Él había viajado hasta Italia para seguir con su plan de robar el oro y a su amigo se le daba por sentirse atraído por su mejor amiga: era el colmo—. Vos le hacés algo a la petisa y yo te juro que...

—¿Me vas a hacer algo? ¡Vamos Martín! —Andrés terminó de beber su vino y vio como Martín se paraba frente a él. Los hombres se miraron por un minuto y fue el argentino él que bajó su mirada y comenzó a caminar hacía su habitación.

—No juegues con ella, ¿sí? —dijo él antes de alejarse, dejando a Andrés bastante pensativo al respecto de esa atracción que comenzaba a sentir por la argentina. No lograba entender porque Martín se mostraba de esa manera ante la confesión que le había hecho.

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