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—Vamos a hacer una entrevista y mi opción eres tú, Río —dijo Nairobi

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—Vamos a hacer una entrevista y mi opción eres tú, Río —dijo Nairobi. Ella y Siena de alguna manera habían tomado la decisión de levantar el atraco como sea. Nairobi estaba en una punta de la mesa y en la otra Siena, sentados estaban Berlín, Helsinki, Denver y Río. Moscú seguía con su trabajo de picar el túnel.

—Conmigo no cuenten, yo soy un rehén —respondió el chico. Siena miró al resto esperando que alguno se ofrezca a hacerlo. Y fue Denver y después Helsinki hasta que Nairobi propuso hacerlo ella.

—Lo hago yo con la máscara —dijo ella. Berlín se levantó de su asiento y caminó hasta la pecera del lugar. Siena podía jurar que la mejor opción para hacer la entrevista era él pero no quería que se exponga más ante la opinión pública.

—¿Qué somos de la yihad? ¿Terroristas? La entrevista hay que hacerla sin máscara, para que el mundo pueda ver que nos rendimos, que sientan nuestro dolor —acotó Berlín, caminando y parándose al lado de Siena y mirando a sus compañeros.

—Quiere hacer él la entrevista, ¿o me equivoco? —Siena miró a Berlín y él negó con su cabeza.

—¿Sabes que, Berlín? Que si hay un tío al que no le he visto sentir dolor eres tú —dijo Nairobi mirando al hombre. Pero la realidad es que no tenían opciones, la idea de la entrevista era poder conectar con el público y si Río no quería, la única opción era Berlín.

—Confía en mí, él puede dar esa entrevista sin problemas —afirmó Siena. Nairobi asintió con su cabeza y fue a comunicarse con el profesor para pedirle que envíen a alguien para la entrevista y para que le diga a la inspectora que iban a liberar a los rehenes que habían decidido salir de ese lugar.

📍Toledo, España

29 de octubre. 23:55 hs.

—No te duermas eh —pidió Berlín mirando a Siena, la mujer estaba a punto de cerrar sus ojos y dormirse pero al escuchar a el hombre pedirle eso, se sentó en la cama y lo miro—, quédate ahí que tengo que buscar algo, ya vengo.

Siena no entendía a qué se refería el hombre y se sorprendió aún más cuando, dos minutos después, el hombre entró con un vino, dos copas y lo que parecía ser una vela. Berlín tenía una sonrisa en su rostro y tras cerrar la puerta, se acercó a Siena.

—Yo no sé si tú tienes amnesia o que, ¿de verdad no sabes qué día es hoy? —preguntó él verificando la hora en su reloj de mano, hacía unos pocos segundos que habían marcado las doce de la noche. Ya era treinta de octubre: era el cumpleaños de Siena.

—Mhm, ¿ya son las doce? —preguntó ella. Desde el primer día que habían estado en la casa de Toledo, la chica había asumido que tendría que pasar su cumpleaños en secreto y solo iba a poder compartirlo con él pero igual estaba feliz.

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