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📍Madrid, España

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📍Madrid, España

Lunes. 80hs de atraco

El día había sido bastante productivo, entre todos comenzaron a llevar el principio del botín hacia la cámara acorazada para que sea mucho más fácil el traslado del mismo. Río y Siena iban juntos, llevando euros como si fueran las bolsas del supermercado. Cuando terminaron de llevar lo que les tocaba, se cruzaron con Nairobi.

—Mis queridos, vamos que tenemos una reunión —dijo la mujer mientras se acercaba a ellos. Ambos asintieron y comenzaron a caminar hacia la sala de comunicaciones.

—¿Pasó algo? —preguntó Siena a la mujer, cuando estaban por llegar. Río entró y se sentó en uno de los sillones, cerca de Tokio quien parecía más nerviosa que nunca—. Epa, ¿qué pasa que tienen esas caras?

—Ya es la hora —dijo Moscú mirando el teléfono. Denver tomaba agua y Berlín un café. Siena entendió rápidamente que estaba pasando, el profesor no respondía.

—Todavía falta un minuto para las dieciocho —respondió Berlín, restando importancia a la situación, tanto él como Siena sabían de la existencia del plan Chernóbil y sabían cuándo sería el momento adecuado para ponerlo en marcha.

—Pues, dadas las circunstancias, ya sabes por dónde me puedo pasar tu puñetera puntualidad británica —Moscú tomó el teléfono y bajo la mirada de todos llamó al hombre de gafas sin respuesta—. Tercera llamada sin respuesta, eso son dieciocho horas sin noticias del profesor y ya sabemos lo que significa eso. Tampoco sabemos nada de la Policía. Seguro que está pasando algo fuera, ¿Qué hacemos?

—Hum... Bueno —dijo Berlín dedicando una mirada a Siena—. Todavía queda una llamada para completar el ciclo, a las doce de la noche.

—¿Qué ciclo? ¿El ciclo de la puta ratonera? —musitó Denver. Siena lo miró, ya bastante enojada por la situación que estaban armando al respecto.

—Denver, tranquilo. El profesor estará atando algún cabo suelto. No hay nada de qué preocuparse —el hombre se levantó de su silla y a él lo siguió Siena. Berlín abrió una alacena y sacó un vino, Siena tomó dos copas que estaban en el lugar, en señal que se irían juntos—. De momento seguimos vigilando a los rehenes e imprimiendo dinero. Siena, ¿vamos?

—Vamos —respondió ella caminando hacía la puerta seguida por él.

—¿Están de coña? ¿Con el marrón que tenemos encima se van a ir a follar? —Siena se dió vuelta con ganas de callar a Tokio de una piña pero respiro una vez y apoyó las copas en la mesa. Berlín se había dado cuenta la lentitud con la que la mujer se había dado vuelta y eso solo significaba que estaba enojada.

—¿Tenes algún problema? ¿Algo que quieras decirme, Tokio? —preguntó Siena buscando paciencia en su interior.

—Tokio, por favor —acotó Berlín. Tokio se acercó a él.

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