Capítulo 5: "La llave"

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El riesgo de ambas posibilidades es que tarde o temprano tendré que enfrentarme a los merodeadores.

Voy a tener que atacar.

Me agacho y busco de rodillas aquel objeto sonoro con el que me topé al entrar. Al encontrarlo descubro que es una especie de fierro. Me pongo de pie y adopto la posición defensiva que Gael nos enseñó: brazos al frente haciendo un ángulo recto a la altura del pecho, puños, piernas separadas. En caso de que algún merodeador o ahogado se lance sobre mí, podré empujarlo y empuñar el fierro en su contra.

Avanzo.

Si me topo con el primero necesito dar un golpe certero para encargarme del otro.

A diferencia de antes, mis pasos son firmes. No puedo flaquear, no puedo desequilibrarme, necesito actuar con fiereza para sobrevivir. Tengo que encontrar a Gael.

Escucho una especie de suspiro. O tal vez es un gruñido.

Está cerca.

Sigo avanzando hasta dar con algo.

Más gruñidos.

Actúo por instinto. Con un brazo como escudo, levanto el fierro con fuerza y golpeo al merodeador. Escucho su quejido, tan humano y angustiante que me hace dudar sobre lanzar otro golpe. Pocas han sido las veces que he apaleado a un merodeador, no me gusta porque, al final de todo, era un humano que también deseaba aferrarse a la vida.

Siento que me agarran. Más gruñidos. Me muevo para zafarme del agarre y lanzo otro fierrazo. El golpe se escucha por toda la sala.

De pronto, el otro merodeador me agarra por la espalda. Me tiene agarrada por el cuello con fuerza, con el cuerpo apegado al mío. Retrocedo y caigo al suelo, justo sobre el otro merodeador. Sigo aferrada al fierro, el cual uso para pegar por el costado sin efecto.

Me pierdo.

La fuerza se me desvanece.

Los golpes que hago no son certeros.

¿Voy a morir?

No.

No quiero morir.

Inspiro con fuerza y tomo el fierro. 

Voy a enterrárselo. Voy...

Un grito desgarrador. Sollozos. Respiraciones agitadas.

—N-no... —dice una voz con aflicción—. Tengo que volver...

Mierda.

Lentamente los brazos me sueltan, así como las respiraciones se van haciendo inaudibles.

He matado a un humano.

Yo he... asesinado a alguien.

Fue en defensa propia pero lo hice.

La luz en la sala se enciende. Necesito cerrar los ojos porque no puedo ver nada. Tiemblo, mis manos están empapadas de sangre. No la puedo tocar, pero siento su calor. Al abrir los ojos, compruebo que estoy en medio de dos muertos y rodeada de sangre. Ambas son personas sin máscaras ni traje: a la que he golpeado en la cabeza tiene la boca amordazada; la otra, al parecer, al enterrarle el fierro logró que se le soltara. En ninguno de los dos veo que tienen la llave.

¡Felicidades! Has matado a dos personas inocentes que solo querían protegerse del virus quitándote tu traje. Pero eh, conseguiste matarlos de una manera muy genial pese a no ver nada.

¿Qué?

Por supuesto, la llave de tu escape no era matarlos... Mira nada más como todavía sale sangre de ese cuerpo. ¡Impresionante! Si te soy sincero, no pensé que sobrevivirías. ¿Dos humanos desesperados por sobrevivir contra la única chica que tiene un traje? Que los asesinaras fue todo una proeza.

Jodido idiota. Maldito demente, quiere hacerme ver como la responsable.

—Yo creí que eran merodeadores... —me excuso mirando los dos muertos tendidos en el piso—. Perdón.

¿Qué dices, linda? ¿Qué quieres ir ya a la próxima prueba? ¡Bien, genial! Me encanta tu entusiasmo.

Contemplo la sala logrando distinguir una puerta. A solo unos metros, una pequeña llave cuelga del techo, moviéndose al compás de la brisa fría que sale de los ventiladores.

P. AWhere stories live. Discover now