VII

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—¿Qué haces, amor?

—La tarea que la maestra me dio, pero es un muy fácil.

Erit sonrió y le acarició el cabello.

—¿Muy fácil?

—Sí, ya la hice, y ella dijo que me daría tarea más difícil, para que no me aburriera.

—A ver, déjame ver.

Tomó el cuaderno de su hijo, y observó los cálculos que el niño había hecho, las oraciones y problemas resueltos.

—Mi vida, te ha dado material para niños más grandes.

—Eso es aburrido.

—De acuerdo ¿Qué te gustaría aprender?

—Quiero que me cuentes historias, todo lo que sabes de nuestros nativos.

—Hm, esa es mucha información —sonrió.

—¿Cómo aprendiste a hablar tantos idiomas?

—Tenía cuatro años cuando comenzaron a darme clases de idioma. Cómo ya sabes, en Eritma recibimos clientes de todo el continente, y hablan muchos idiomas, entonces, era necesario aprender sus idiomas, para poder comunicarnos con ellos.

—¿Alguno te pareció difícil?

—Hay algunos que sí, porque tienen muchas "r", y por ahí me trababa al hablar —sonrió divertida—. Pero me parecía divertido, fascinante, hablar un idioma nuevo.

Miró a su hijo, y luego lo abrazó.

—Cuando tenga vacaciones, iremos a recorrer la isla ¿Quieres? Así los propios nativos te cuentan sobre sus historias, y aprendes su lengua —sonrió.

—Sí, si quiero. Y mamá ¿Tú hacías pociones y brebajes como las grandes "Mamás"? ¿Cómo mamá Tisai?

Erit sonrió divertida y miró a su hijo.

—¿Cómo imaginas que hacíamos eso? ¿Qué nos vestíamos como brujas y teníamos calderos burbujeantes?

—No, eso me suena muy fantasioso. Imagino que tenían habitaciones especiales, laboratorios, y el proceso de elaboración, era más bien conocimiento sobre química y física, a prueba y error, hasta lograr tener una sustancia apta para lograr ciertos efectos.

—Ay Diosa ¿Tengo un bebé de seis años, o un hombrecito aquí? —sonrió abrazándolo nuevamente—. Hijo mío, quiero que seas un niño, no un adulto en miniatura.

—Y yo quiero aprender, mamá, conocer. Siento que el tiempo es muy corto, para tantas cosas que existen.

—¿Y en dónde queda tu infancia? ¿Tu inocencia? Tienes seis años, y no te veo jugando, pasando tiempo simplemente de ocio.

—Eso es una pérdida de tiempo.

***

Miró a su mujer, luego a su hija dormir. Meris era pelirroja, y su hija había nacido castaña, un castaño bastante oscuro, que con el pasar del tiempo, parecía tomar un tono negro.

Taeli no había sacado sus ojos azules, ni los verdes de su madre. Al contrario, eran café. Aunque sí había nacido con ojos azules, pero con el correr de los días, se le fueron oscureciendo.

A veces creía que quizás la niña había heredado el color de cabello y ojos del padre de Meris. Pero tenía sus dudas también.

Dudas que lo herían, porque era horrible pensar que su mujer, a quien tanto amaba, podría haberlo engañado. Y sentía rabia por pensar eso, porque conocía muy bien a Meris, y sabía que ella no sería capaz.

Y era imposible no ver a su hija, y pensar en ese otro niño. Él era rubio y de ojos azules, y su madre, era castaña de ojos café, su piel ni siquiera era clara. Entonces ¿Por qué ese niño se parecía más a él, que su hija?

Cerró la puerta de la habitación, las dejó dormir, y fue a la sala, encendiendo el ordenador. Buscó la carpeta donde ella guardaba las actividades de sus alumnos, y clases, y luego el desempeño de los niños.

Buscó el nombre de Zhanda, único en la lista, y abrió su informe, leyendo la apreciación que su mujer había hecho del niño.

Siguió viendo sus calificaciones, sus trabajos, y se encontró con un vídeo. Miró hacia atrás, comprobando que su mujer seguía durmiendo, y bajó el volumen casi al mínimo, antes de darle play.

"—Zhanda, es tu turno. Cuéntanos ¿Qué te gustaría ser de grande?

El pequeño miró hacia arriba, y luego a la cámara, que tenía la maestra.

—Me gustaría ser muchas cosas, para poder ayudar a las personas. Me gustaría ser médico, para poder salvar vidas, y aliviar a los convalecientes. También me gustaría ser profesor, para enseñarle a las personas, pero desde una perspectiva diferente. No me gusta que impongan una idea, sin la posibilidad de tener criterio propio."

Jeak observó al niño, sin poder creer que esa pequeña criatura, hablara de ese modo, viéndose tan tranquilo, tan seguro.

"—Me gustaría que los kanatitas tuvieran nuevamente esa conexión con la tierra, con la isla. La influencia de los humanos en nuestra isla, ha hecho que muchos olvidaran quienes son, de dónde vienen. Incluso el kok'ta Kanat'ma se ha vuelto, de cierto modo, una celebración comercial. Y es triste, porque era una celebración a Kanat'ma, a la vida, a la familia. Nuestra cultura se ha desmoralizado ¿No lo cree, maestra? Los kanatitas ya no son como antes, han perdido su esencia en gran medida.

—¿Cómo crees que esto podría solucionarse, Zhanda?

—Conectándonos con la naturaleza, aprendiendo de ella, respetando nuestra cultura. Los humanos no pueden entender la conexión que nosotros tenemos con Kanat'ma, porque ellos no son de aquí. ¿Sabe cómo eran las clases en Eritma? Sentaban a las niñas en rondas, y les enseñaban un determinado tema, en dónde cada una podía ir participando, hablando sobre lo que ellas interpretaban, sin miedo a que les dijeran que estaba mal su pensamiento. A veces, las perspectiva del otro, nos lleva a una interpretación diferente de lo que creíamos saber. Creo que el conocimiento aún está en nosotros, en algún lugar dormido, sólo hay que despertarlo. Mi mamá para aprender diferentes idiomas, viajaba a ese lugar determinado, hablando con los nativos.

—Admiras mucho a tu mamá ¿Verdad?

El niño asintió con la cabeza, antes de sonreír, por primera vez en todo el vídeo.

—Mi mamá es mi guía, ella me deja vivir, pero si me equivocó, o voy por mal camino, me corrige. No me impone nada, y confío ciegamente en ella. Sé que no me dejaría caer.

—Zhanda, si pudieras hablar con aquel hombre, el cual siempre prefieres no nombrar ¿Qué le dirías?

—Gracias por no haber formado parte de mi vida. Cada uno dio lo que tenía."

...

EritmaWhere stories live. Discover now