IX

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Según los naturalistas, al llegar las grullas a alguna parte, establecen un acecho para no dejarse sorprender del sueño; el ave se sostiene tan solo sobre un pie y en el otro tiene una piedra, para que al caerse la despierte.

"Cogen una piedra pesada con el pie derecho, y la levantan, porque si acaso se duermen, cayendo la piedra las despierta, y prosiguen su centinela"  —Claudio Eliano.

Sobre Alejandro Magno: "dormía tendido el brazo fuera de la cama con una bola de plata en la mano que, en durmiéndose, le despertase cayendo sobre una bacía de bronce" –Diego de Saavedra Fajardo, Non maiestate securus.

Intentó dormir desesperadamente sin lograrlo. No quería comenzar a dar vueltas en la cama, eso lo delataría frente a ella, y si quería salir bien parado de ahí debía mostrar que todo le daba completamente igual. Por eso aquella postura de lado que le daba la espalda era perfecta.

Su situación era mil veces estúpida. Tenía un monstruo enorme preocupándole: el ejército del Imperio no tenía un general. El problema era que no podía pensar en alguien digno del puesto, y aún así no era una buena idea seguir con Akimichi. Tras informarle a los mandos más inmediatos aquellas terribles noticias, todos estuvieron de acuerdo en que había hecho lo correcto. Después hubo una acalorada discusión que no llevó a nada. Como nadie sabía qué hacer decidieron pensarlo esa noche. Para la siguiente semana debía haber un nuevo general.

Por otro lado, la extranjera. La desconocida. La sospechosa. La reina. Cuando buscaba desposarla, lo primero que estaba en su cabeza era hacerse con esa alianza, pero ahora que vivía ese momento se daba cuenta de que había asuntos que no sabía tratar. ¿Acaso ahora todas las noches de su vida serían así, tensas? ¿Cómo controlar ese peligro inminente que significaba tenerla por ahí? A primera hora le diría a uno de sus hombres que la vigilaran estrictamente.

No pudiendo más con la incomodidad de llevar más de dos horas en esa posición, se giró. La vio bocarriba, tranquila, respirando suave.

"Maldita seas" pensó amargamente envidiando su paz.

.

Al entrar a la oficina del rey lo vio tras su escritorio. Lucía cansado.

—Te ves fatal. ¿Por qué esa cara? —El Uchiha no respondió—. Vamos, creí que tendrías mejores noches.

—Con todo lo que está pasando es una idiotez que lo creas.

—No me llames idiota, idiota —dijo el rubio, sentándose—. Pero lo digo en serio. Pensé que tal vez... —Le dio una mirada significativa. Sasuke seguía sin entender.

—... ¿Que tal vez qué? Si vas a decir una estupidez, asegúrate de hacerlo en el menor tiempo posible.

—No sé, pensé que tal vez ahora que estás casado... —Sasuke lo miraba con un interrogante en la cara— con ella, ya sabes. En las noches...

Sasuke comenzó a entender de qué hablaba su idiota amigo. Tan solo rodó los ojos y se concentró en papeles. No iba a explicarle nada.

—Espera, ¿qué pasa? ¿No lo han hecho?

¿Hacerlo? Sasuke levantó la mirada, como perplejo. Estaba siendo escudriñado por el rubio, así que él comenzó a hacer lo mismo. Ante esa mirada, Naruto se sintió incómodo y juzgado. Carraspeó.

—Quiero decir, pensé que...

—Ah, pensaste.

—¿Otra vez tratándome de idiota? Es que ahora tienes esposa.

El hielo también quema [SasuSaku]Место, где живут истории. Откройте их для себя