⇝ Capítulo 18

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•──•──•──•✦•──•──•──•MÆRA•──•──•──•✦•──•──•──•

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MÆRA
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Clarissa estaba delante de la academia de bellas artes un tanto anonada, veía a la gente pasar con lentitud y se fijó en una chica que estaba dibujando. Se veía reflejada en ella. Se perdió en sus pensamientos hasta que le sonó el móvil haciendo que todos los mundanos mirasen sus teléfonos con confusión.

—¿Por qué te has escapado? ¿Y para qué quieres una runa de invisibilidad sino silencias el móvil? —preguntó Alec apareciendo detrás de ella.

—Yo me pregunto lo mismo con su cerebro. Es decir, tienes uno, ¿verdad? —dijo Atenea situándose al lado de Alec.

—Huir así ha sido muy infantil y golpearla... —empezó Alec.

—Ha sido un terrible error —lo interrumpió, Atenea. Se acercó a Clary y le dio un puñetazo en el estómago y en la nariz, más fuertes que los de ella, por supuesto—. Así aprenderás, zanahoria.

—Simon, hola —respondió a su teléfono un tanto adolorida—. Sí, estoy bien —dijo mientras fulminaba con la mirada a Atenea quien la miraba con burla.

—Lo siento, tendría que haberte llamado enseguida, lo siento, ¿estás bien?

—Claro. Siempre es un placer que nos ignores —dijo Atenea con sarcasmo.

Hablaron unos cuantos segundos más hasta que Alec le exigió que colgase, Clary le dijo a donde iba a ir y Atenea rodó los ojos, por lo poco que conocía al mundano... Iba a venir.

—Mundanos. Míralos. Correteando como hormigas —dijo Alec rodando los ojos.

—¿Por qué estás siempre tan amargado? —preguntó Clary con fastidio.

—No lo estoy.

—Tu le amargas la existencia, zanahoria. Y también la mía, la verdad.

—¿Es que aún no os habéis acostado o qué?

—Habló la diosa del sexo.

—No sabía que ahora hablábamos de tu hermana —escupió con odio, Clary.

—Eso ha sido un golpe bajo. Ahora volvamos al instituto.

—No, Alec. Venid conmigo.

La pelirroja empezó a andar y Alec rodó los ojos.

—Que sea rápido.

—¿De verdad vamos a ir? —preguntó Atenea con molestia—. Me estoy cansando de aguantar todas estas escenas de cría. Incluso creo que por su culpa yo he hecho algunas. No pienso...

—Pues está cría cree que hay una pista en su casa así que cállate —la volvió a interrumpir, Clary—. Y... ¿Debo recordarte que te he salvado la vida matando a ese demonio?

La flecha que nos unió » Alec Lightwood | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora